Navidad, un inmenso perdón para los hombres

Publicado el 12/09/2025

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Con ocasión de la Navidad, Nuestro Señor hizo tabla rasa del pasado y aparece a los hombres como un Niño frágil, no propenso al castigo, sino tendiente a la sonrisa, al perdón, a la misericordia, invitándonos a enternecernos a propósito de Él.  

Plinio Corrêa de Oliveira

Debemos decir una palabra con respecto al período del Adviento, y para eso fue separado un comentario contenido en el Misal Diario y Vesperal.

Motivos por los cuales la Navidad debe ser precedida por la penitencia

La alegría de tener en breve a Nuestro Señor Jesucristo es una de las notas dominantes del Adviento. Al comienzo contenida, después se le da libre curso, llegando a la exaltación de la Navidad. La idea de la purificación de las almas, íntimamente ligada a la del regreso de Cristo, se encuentra en esa época en cada página del Breviario y del Misal. Los himnos, la elección de los Salmos, la prédica de los Profetas, la del Precursor, el versículo tantas veces repetido: “Rectas facite semitas ejus”, haced rectos sus caminos, hablan de la necesidad de preparar nuestras almas para la venida del Salvador.

En la Edad Media se prescribió el ayuno de Adviento, llamado la Cuaresma de Navidad. Se velaban las imágenes como en el Tiempo de la Pasión. Aún hoy son usados ornamentos morados, símbolos de Penitencia.

Hubo tal decadencia del mundo a partir de la Edad Media, que la Iglesia, para hacerse habitable por los hombres entre los cuales las verdades habían disminuido, se vio obligada a condescender con muchas flaquezas humanas que no son directamente pecados, con los cuales ella no podía pactar de ningún modo. Pero, realmente, si hay una plenitud de razón para que la Semana Santa sea precedida de cuarenta días de penitencia, también hay razones altísimas, una extraordinaria conveniencia, para que la Navidad sea precedida de penitencia.

A fin de inducir el pueblo de Israel a la penitencia, el Señor mandó al mayor de los profetas, San Juan Bautista, para enderezar los caminos de Nuestro Señor –no eran caminos materiales, sino de las almas–, para preparar, rectificar las almas de las personas que constituían el pueblo de Israel, a fin de oír la palabra del Dios Encarnado. Y él predicó el ayuno y la penitencia como condición para que el Mesías fuese bien recibido. Por lo tanto, es de gran ventaja, conveniencia y propiedad que preceda a la Navidad una larga penitencia. Hoy ella está debilitada por la flaqueza de los hombres, pero en la Edad Media, el Adviento era una verdadera Cuaresma.

La Iglesia, sin embargo, siempre afirma el principio, incluso cuando condesciende con alguna cosa por necesidad pastoral. Ella conservó, entonces, los ornamentos morados y toda una liturgia de textos penitenciales, preparándonos justamente para esa penitencia.

Deseo ardiente, permanente y continuo de Nuestro Señor de salvar

¿Cuál penitencia debemos hacer y considerar con ocasión de la Navidad? ¿Cuál gracia debemos pedir en esa ocasión?

Nuestro Señor Jesucristo, en la noche de Navidad, nació con la intención de hacerse conocido por los hombres y de llevarlos a Dios, de diseminar la virtud en la Tierra, fundando la Iglesia Católica, su instrumento para la propagación de la virtud y para el combate al mal.

Como consecuencia de esa verdad, debemos prepararnos para la fiesta de Navidad seguros del ardiente, permanente y continuo deseo de Nuestro Señor de reconducir a todos los hombres a la vida eterna, de salvar a la humanidad, de renovar las condiciones espirituales del mundo, a fin de facilitar el camino al Cielo. Por eso celebramos la fiesta del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

Ocasión de una gran amnistía

Las almas que acompañan la Navidad con piedad tienen medios para percibir eso. Al mismo tiempo, hay una especie de sensación en todo el mundo de renovación, de esperanza, de un gran perdón, y eso, a mi modo de ver, sin lo sobrenatural no existiría.

Es imposible no sentir en la noche de Navidad cómo el Cielo se vuelve más cercano a la Tierra. Hay como una amnistía, como un inmenso perdón para los hombres. Nuestro Señor hace tabla rasa del pasado y aparece a los hombres pecadores como un niño pequeño, frágil. Por lo tanto no propenso al castigo, por el contrario, tendiente a la sonrisa, al perdón, a la misericordia, invitándonos a enternecernos a propósito de Él, a tener compasión de Él y prometiendo así su compasión hacia nosotros.

Apostolado de San Juan Bautista – Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona

La Navidad viene con la sensación de que todo un pasado errado tiene oportunidad de ponerse al día, una vida torcida tiene ocasión de enderezarse y hay gracias de suavidad, de dulzura, de bondad para todas las almas que se acercan al Pesebre en esa ocasión.

Por lo tanto, para prepararnos debemos colocar eso delante de nuestros ojos: por peor que sea la situación del mundo, por más triste que sea la situación de la Iglesia, nosotros, al menos en nuestra vida espiritual individual, tenemos esa posibilidad de recibir, en esa ocasión, un gran perdón, una gran amnistía y la renovación de todas las condiciones de nuestra vida espiritual, la apertura de una era nueva, desde que participemos de la Navidad santamente y con buenas disposiciones. Y entonces, desde hoy, dispongamos nuestra alma para eso.

Cómo prepararse para la Navidad

El modo de prepararnos consiste, ante todo, en recurrir a Nuestra Señora. Porque Ella, por voluntad de Dios, es Medianera de todas las gracias. Nuestras oraciones llegan a Nuestro Señor Jesucristo por medio de Ella, así como también los atendimientos “bajan” de Nuestro Señor Jesucristo a nosotros por medio de Ella.

Por lo tanto, lo primero que debemos hacer es volver los ojos a Nuestra Señora pidiendo que prepare nuestra alma por la confianza, haciéndonos degustar anticipadamente esa suavidad extraordinaria de la Navidad; haciéndonos comprender que un pasado malo, de infidelidad, de falta de correspondencia, puede ser recuperado por un gran perdón de la noche de Navidad, y para, eso vendrán gracias extraordinarias, no merecidas, que van a rectificar nuestra vida. Nuestra Señora es quien nos prepara para recibir y corresponder a esas gracias. Con ese espíritu nos volvemos a Ella.

Visitación – Museo Diocesano de Santa Afra, Augsburgo, Alemania

El Evangelio narra que San Juan Bautista se estremeció de alegría cuando oyó la voz de Nuestra Señora. Ella fue quien preparó para Cristo a aquel que era llamado a preparar a todos los hombres para Cristo. A partir de eso se comprende cómo una palabra de Nuestra Señora es capaz de santificar.

Pidamos a Ella que hable en el interior de nuestras almas y nos prepare para la Santa Navidad según esas disposiciones, colocándonos en una atmósfera de penitencia, de recogimiento, de contrición de nuestros pecados, para la comprensión de la misericordia y del perdón que necesitamos, y que vamos a recibir por su favor.

Nuestra primera meditación sobre la noche de Navidad sería esa.

(Extraído de conferencia del 16/12/1969)

1) No disponemos de los datos de esa ficha bibliográfica.

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