La voz de los Papas
Como los Apóstoles, juntamente con María, «subieron a la estancia superior» y allí «perseveraban en la oración, con un mismo espíritu» (Hch 1, 13-14), así también nos reunimos hoy aquí, en el santuario de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que en este momento es para nosotros «la estancia superior», donde María, la Madre del Señor, se encuentra en medio de nosotros.
María Santísima, escuela de fe
Hoy es Ella quien orienta nuestra meditación; Ella nos enseña a rezar. Es Ella quien nos muestra el modo de abrir nuestra mente y nuestro corazón a la fuerza del Espíritu Santo, que viene para ser comunicado al mundo entero. Acabamos de rezar el rosario. A través de sus ciclos de meditación, el divino Consolador quiere introducirnos en el conocimiento de Cristo, que brota de la fuente límpida del texto evangélico. Por su parte, la Iglesia del tercer milenio se propone dar a los cristianos la capacidad de «conocer el misterio de Dios, en el cual están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia» (Col 2, 2-3). María Santísima, la Virgen pura y sin mancha, es para nosotros escuela de fe destinada a guiarnos y a fortalecernos en el camino que lleva al encuentro con el Creador del Cielo y de la tierra.
«Permaneced en la escuela de María»
El Papa ha venido a Aparecida con gran alegría para deciros en primer lugar
«Permaneced en la escuela de María». Inspiraos en sus enseñanzas. Procurad acoger y guardar dentro del corazón las luces que Ella, por mandato divino, os envía desde lo alto.
Qué hermoso es estar aquí reunidos en nombre de Cristo, en la fe, en la fraternidad, en la alegría, en la paz, «en la oración con María, la Madre de Jesús». (cf. Hch 1, 14). Qué hermoso es, queridos presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y familias cristianas, estar aquí en el santuario nacional de Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que es morada de Dios, casa de María y casa de los hermanos.
Gran aprecio por Brasil
Me siento muy feliz de estar aquí con vosotros, en medio de vosotros. El Papa os ama. El Papa os saluda afectuosamente. Reza por vosotros. Y suplica al Señor las más valiosas bendiciones para los movimientos, las asociaciones y las nuevas realidades eclesiales, expresión viva de la perenne juventud de la Iglesia. Que Dios os bendiga en abundancia.
Os saludo con afecto a vosotras, familias aquí congregadas, que representáis a todas las amadísimas familias cristianas presentes en el mundo entero. Me alegro de modo especialísimo con vosotros y os doy mi abrazo de paz.
Agradezco la acogida y la hospitalidad del pueblo brasileño. Desde que llegué he sido recibido con mucho cariño. Las diversas manifestaciones de aprecio y los saludos demuestran lo mucho que queréis, estimáis y respetáis al sucesor del apóstol San Pedro. Mi predecesor el Siervo de Dios Juan Pablo II se refirió varias veces a vuestra simpatía y espíritu de acogida fraterna. Tenía toda la razón.
La vida religiosa, dádiva de Dios a la Iglesia
Me dirijo ahora a vosotros, estimados consagrados y consagradas, reunidos aquí, en el santuario de la Madre, reina y patrona del pueblo brasileño, y también diseminados por todas las partes del mundo. Vosotros, religiosos y religiosas, sois un regalo, una dádiva, un don divino que la Iglesia ha recibido de su Señor. Agradezco a Dios vuestra vida y el testimonio que dais al mundo de un amor fiel a Dios y a los hermanos. Este amor sin reservas, total, definitivo, incondicional y apasionado se manifiesta en el silencio, en la contemplación, en la oración y en las múltiples actividades que realizáis
Imagen de Nuestra Señora Aparecida que
se venera en su santuario
en vuestras familias religiosas, en favor de la humanidad y principalmente de los más pobres y abandonados. Todo esto suscita en el corazón de los jóvenes el deseo de seguir más de cerca y radicalmente a Cristo, el Señor, y entregar la vida para testimoniar ante los hombres y mujeres de nuestro tiempo que Dios es amor y que vale la pena dejarse conquistar y fascinar para dedicarse exclusivamente a Él.
Religiosos santos de Brasil
La vida religiosa en Brasil siempre ha sido significativa y ha desempeñado un papel destacado en la obra de la evangelización, desde los inicios de la colonización.
Ayer mismo tuve la gran alegría de presidir la concelebración eucarística en la que fue canonizado San Antonio de Sant’Ana Galvão, presbítero y religioso franciscano, primer santo nacido en Brasil. A su lado, otro testimonio admirable de persona consagrada es Santa Paulina, fundadora de las Hermanitas de la Inmaculada Concepción.
Podría citar otros muchos ejemplos. Que todos ellos os sirvan de estímulo para vivir una consagración total. ¡Dios os bendiga.
Oración a Nuestra Señora Aparecida
Pidamos a la Madre de Dios, Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, que cuide la vida de todos los cristianos. Ella, que es la Estrella de la evangelización, guíe nuestros pasos en el camino al Reino celestial: «Madre nuestra, protege a la familia brasileña y latinoamericana.» Ampara bajo tu manto protector a los hijos de esta patria querida que nos acoge. Tú que eres la Abogada ante tu Hijo Jesús, da al pueblo brasileño paz constante y prosperidad completa.»
Concede a nuestros hermanos de toda la geografía latinoamericana un verdadero celo misionero irradiador de fe y de esperanza. Haz que tu llamada desde Fátima para la conversión de los pecadores se haga realidad y transforme la vida de nuestra sociedad. Y tú, que desde el santuario de Guadalupe intercedes por el pueblo del continente de la esperanza, bendice sus tierras y sus hogares. Amén».
BENEDICTO XVI. Discurso
en el Santuario Nacional
de Aparecida, 12/05/2007