Oración de San Maximiliano Kolbe a MARÍA INMACULADA

Publicado el 06/26/2020

Quién osaría imaginar que Vos, oh Dios infinito y eterno, me amasteis desde todos los siglos, siempre me amasteis y continuáis amándome!… Incluso siendo yo un nada, Vos me amáis, y por eso mismo, oh Dios adorado, Vos me sacasteis de la nada! Para mí creasteis los cielos sembrados de estrellas, los mares, las montañas, los ríos y tantas otras cosas bellas sobre la Tierra.

No satisfecho con eso, y para probarme plenamente como cariñosamente me amáis, bajasteis del Cielo, de la más pura felicidad, para esta poluta y triste Tierra, a fin de llevar una vida de pobreza, obstáculos y sufrimientos. Y al final, rechazado y despreciado, aceptasteis pender dolorosamente de un degradante patíbulo, en medio de dos ladrones… Y fue en ese terrible y sufrido tormento que Vos me redimisteis, ¡Oh Dios de Bondad!

¿Quién osaría imaginar?…

 

Canonizado en 1982, San Maximiliano Kolbe fue un gran promotor de la devoción a la Virgen Inmaculada

Pero no os quedasteis sólo en eso. Viendo que veinte siglos transcurrieron y sólo entonces yo aparezco en la Tierra – ¡y también eso dispusisteis! – vuestro Corazón no se contentó con que yo me alimentase apenas de los recuerdos de vuestra inmensa bondad. Vos permanecisteis en esta miserable Tierra, en el Santísimo y Admirabilísimo Sacramento del Altar, para poder uniros a mí – visceralmente, pues es en forma de alimento… Y ahora vuestra sangre circula en mi sangre, y vuestra Alma, ¡oh Dios encarnado!, entra en la mía y la fortalece, y hasta la alimenta…

¡Oh maravillas! ¿Quién osaría imaginar?…

¿Y habría aún algo más, oh Dios, habiéndoos dado Vos mismo, como propiedad nuestra?

¡Vuestro Corazón, irradiando sobre mí vuestro Amor, inventó un nuevo Don, más allá de nuestra imaginación!

Vos nos ordenasteis que nos volviésemos como niños, si quisiésemos entrar en el Reino de los Cielos. Y Vos sabéis también que el niño necesita de una madre, quien personaliza vuestra bondad y cariño ilimitados. Vuestra Bondad y Misericordias, por tanto, nos crearon una Madre, encarnación de vuestra Bondad y Misericordia infinitas. Y clavado en la Cruz, en el Calvario, nos la disteis y a Ella nos confiasteis… Y decidisteis, ¡oh Dios amoroso!, constituirla Tesorera Plenipotenciaria de todas las Gracias y nuestra Medianera, a Quien Vos nada le negaréis, así como Ella es incapaz de recusar cosa alguna a quien le pide.

Siendo así, ¿quién podrá perderse? ¿Quién no conquistará la Patria Celestial? Sólo aquel enloquecido, obstinado, y con odio hacía sí mismo, el cual, consciente y por su propia voluntad, recuse la salvación… Y que consiga huir de la más bondadosa de las Madres, y, en fin, desprecie su poderosa intercesión.

 

¿Cuándo, Señora nuestra Inmaculada, todas las almas de este orbe terrestre comprenderán vuestro cariño por ellas, y aún más, aquel Amor y Bondad desde el Calvario?… ¿Cuándo, en fin, oh Madre Inmaculada, cada uno de nosotros retribuirá con amor ardiente vuestro inconmensurable amor, y eso, no sólo con un fugaz y pasajero sentimiento, sino con una total entrega a Vos, Madre de Dios y nuestra, de libre voluntad, a fin de que sólo Vos dominéis en el corazón de cada uno de nosotros?

Y que podáis formar nuestros corazones y configurarlos, a imitación del Sacratísimo Corazón del Hijo de Dios y vuestro Hijo, y así divinizarlos y tornarlos felices, por vuestra intercesión omnipotente junto a Jesús Salvador.

Con vuestro auxilio, batallaré por Vos, con cuantas fuerzas tenga, hasta mi último aliento, ¡oh Reina mía, Señora y Madre excelsa del Cielo!; y así, amparadme y auxiliadme. Amén.

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