Plinio Corrêa de Oliveira
La aridez espiritual es un regalo de la Providencia que prepara el alma para las grandes horas de la vida interior. En esos momentos, digamos a Nuestra Señora:
“Madre mía, Dios os pidió que atravesaseis muchos desiertos con San José y el Niño Jesús, cuando huisteis para Egipto. Esos desiertos deben haber sido secos, áridos, infestados por bandidos. ¡Qué viaje terrible! Vos los atravesasteis alegre, tranquila, porque sabíais que estabais cumpliendo la voluntad de Dios y, con eso, movíais la Historia. Dadme la gracia de,en esta probación, saber que estoy haciendo vuestra voluntad, y que así, dentro de la aridez, ¡estoy acumulando victorias contra el adversario!”
Muchas y muchas veces, la Comunión enteramente árida es más provechosa para nuestra alma que una Comunión recibida en medio de las delicias de las consolaciones. Eso es así porque María Santísima y su Divino Hijo quieren, como homenaje, que recemos sin percibir cuánto les es grata nuestra oración.
Extraído de conferencia de 4/2/1984