Pastores y mártires colombianos

Publicado el 10/27/2021

Conozcamos algunos detalles del martirio de estos héroes de la fe.

Después de una prolongada labor como párroco, profesor y rector de seminario, Mons. Jesús Emilio Jaramilo Monsalve, Misionero Javeriano de Yarumal, fue puesto al frente del entonces Vicariato Apostólico de Arauca. La tarea a desempeñar era difícil por reinar en ese territorio la violencia y el abandono, no sólo material sino también espiritual.

Monseñor Jesús Emilio Monsalve

En medio de ese conturbado escenario su corazón de Pastor no pudo callar ante la violencia marxista que desolaba los campos, diezmaba las familias y procuraba ahogar la fe de las ovejas a él confiadas.

Por eso levantó valientemente su voz denunciando los crímenes de los violentos, y éstos quisieron acallar con la muerte aquella voz.

Al ser interceptado durante un viaje pastoral, tal vez presientiendo ya lo peor, se confesó con su secretario. Se lo llevaron secuestrado y días después su cuerpo fue encontrado acribillado de balas. Los restos mortales del ahora declarado Beato descansan en la Catedral de Arauca, en los llanos orientales colombianos

Padre Pedro María, más conocido como el mártir de Armero

El 9 de abril de 1948, graves disturbios se apoderaron de del hoy desaparecido pueblo colombiano de Armero.

Lo que había empezado como una rebelión política se transformó enseguida en una furiosa persecución anticlerical.

Armados con pistolas, machetes y escopetas, un puñado de revoltosos salió en busca del párroco, el P. Pedro María Ramírez Ramos. Al no encontrarlo en la casa parroquial, la destrozaron. Varios religiosos, monjas y conocidos del sacerdote le aconsejaron insistentemente que huyera, pero él se negó alegando las necesidades pastorales de sus fieles.

Al día siguiente, tal vez presintiendo su muerte, el P. Ramírez hizo su testamento a toda prisa. Usó un lápiz en lugar de tinta y en un papel que después guardaría en su bolsillo escribió: “De mi parte, deseo morir por Cristo y su fe. Al excelentísimo señor obispo mi inmensa gratitud porque sin merecerlo me hizo ministro del Altísimo, sacerdote de Dios y párroco hoy del pueblo de Armero, por quien quiero derramar mi sangre. […] A mis familiares que voy a la cabeza para que sigan el ejemplo de morir por Cristo. Con especial cariño los miraré desde el cielo. Profunda gratitud con las madres eucarísticas; desde el cielo velaré por ellas”.

Acababa de celebrar Misa en un convento de monjas, cuando una muchedumbre de exaltados entró en la iglesia gritándole a las religiosas: “¡Entregan al cura o mueren todas!”. Todavía revestido con una parte de los ornamentos sagrados, el P. Ramírez fue arrastrado hasta la plaza, en medio de insultos y golpes. Allí fue atacado con garrotes, varillas y planazos de machetes. Por lo menos 1000 personas, hombres y mujeres, muchos de ellos borrachos, participaron en el linchamiento.

En cierto momento alguien gritó: “No más planazos, denle con el filo”. Y varios hombres obedecieron, y lo golpearon en el cuello, en la espalda y en la cabeza. El P. Pedro María cayó exangüe. Las coperas de las cantinas cercanas le daban patadas, los muchachos le tiraban piedras. El cuerpo, ya sin vida,
sufría espasmos post mortem y uno de los presentes dijo en voz alta: “Dele, dele que todavía está vivo.

Denle que así era como lo queríamos ver morir”.
El cadáver del párroco fue atado con cadenas, arrastrado y echado en una zanja junto al cementerio. Solamente veinte días después de su martirio fue posible darle cristiana sepultura. 

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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