Pedidos y promesas del Sagrado Corazón

Publicado el 06/24/2021

Completado el mensaje del Sagrado Corazón de Jesús -por lo que se encuentra en las cartas y otros escritos de Santa Margarita María de Alacoque, vidente de Paray-le-Monial-, éste encierra importantes solicitaciones del Divino Maestro y las más consoladoras promesas de su infinita misericordia, además de la impresionante revelación de su inextinguible caridad para con nosotros.

Monseñor João Clá Dias.

Lo que Él nos pide es la consecuencia lógica de aquello que se dignó revelarnos. O sea, su amoroso Corazón herido por nuestras infidelidades hiere a su vez los nuestros. De éstos tan duros y fríos espera contrición, arrepentimiento y firmes propósitos de honrarlo en toda la medida que nos sea posible.

Él desea por lo tanto:

Una solemne retractación de nuestra parte, pidiéndole perdón por cada uno de nosotros y por todo el mundo;

La Comunión reparadora, en la cual nos esforzamos por confortar al Corazón del Maestro, tan despreciado;

La Comunión especialmente reparadora de los primeros viernes de cada mes;

La institución de una fiesta especial en honra de su Corazón, para agradecerle por su amor y pedirle

perdón por nuestras ingratitudes y tibiezas;

La práctica de la Hora Santa, cuando nos unimos a los dolores de su agonía en el Huerto de los Olivos;

La veneración a la imagen de su Sagrado Corazón;

La consagración personal a Él, maduramente reflexionada y de plena voluntad, como señal de alianza definitiva;

– Y, finalmente, la propagación del culto al Sagrado Corazón y de su Reino.

Es muy necesario resaltar el espíritu de desagravio inherente a los pedidos del Divino Salvador. La llaga abierta en su Corazón adorable no cesa de sangrar, siempre renovada por la maldad humana; y sólo podremos corresponder a su infinito amor por nosotros si procuramos estancar esa Sangre, si nos esforzamos por aliviar sus dolores tributándole amor, respeto y, sobre todo reparación. A través de ésta última es como la devoción al Sagrado Corazón de Jesús adquiere todo su sentido y alcanza su pleno florecimiento.

Si Nuestro Señor ansía, de un lado, la correspondencia de los hombres a los llamamientos de su amor, de otro, tiene para ellos reservadas las más preciosas dádivas de su inagotable misericordia. En el mensaje de Paray-le-Monial, las promesas divinas brillan como joyas celestiales, hechas de consolación y esperanza. Jesús asegura:

· Que todos sus devotos y a Él consagrados no se condenarán;

· Que sus apóstoles poseerán el don de tocar los corazones más empedernidos;

Que las almas tibias se harán fervorosas, y las fervorosas, perfectas;

– Que Él esparcirá abundantemente sus bendiciones en todos los lugares donde sea expuesta y venerada la imagen de su divino Corazón;

• Que Él reunirá las familias divididas, protegerá y socorrerá a aquellas que se encuentren en dificultades y hacia Él se vuelvan confiantes;

-Que difundirá la suave unción de su ardiente caridad sobre todas las Comunidades que lo honren y se coloquen bajo su especial protección.

– Y, finalmente, el don en que más reluce la generosidad divina: “Te prometo -afirma Jesús a Santa Margarita María- en la excesiva misericordia de mi Corazón, que mi amor omnipotente concederá a todos los que comulguen el primer viernes de nueve meses seguidos, la gracia de la penitencia final; no morirán de forma ninguna en mi desgracia y sin recibir los Sacramentos, volviéndose mi divino Corazón, su asilo seguro en ese último momento”.

Así tenemos una idea del mensaje en su conjunto, con la enternecedora revelación del insondable amor del Corazón de Jesús y de su herida íntima; sus paternales pedidos y consoladoras promesas para aquellos que, humilde y fervorosamente, correspondieren a sus divinos llamados.

Es al corazón de cada uno de nosotros que Nuestro Señor habla desde el fondo del propio Sagrado Corazón. Por consiguiente, no es sólo de nuestros labios o de nuestras actitudes exteriores que Él desea una respuesta, y sí de lo más recóndito de nuestras almas. Esforcémonos por atenderlo, por desagraviarlo de tantas llagas que le causan los pecados del mundo, para que seamos dignos de sus celestiales misericordias y del incommensurable amor que “reposa perdonando”.

 

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