¿Por qué debemos rezar por las almas del purgatorio?

Publicado el 11/02/2021

Entre todos los miembros de la Iglesia hay un vínculo que nos hermana y nos une en lo que San Pablo llama “el cuerpo místico de Cristo” (Rom. 12,4-8).

Esto es lo que hace, por ejemplo, que podamos interceder los unos por los otros, como tantas veces nos anima el Evangelio a hacer, orar por los demás. Este vínculo no se rompe tras la muerte, de modo que todos los creyentes que estén vivos en la Tierra, en el Cielo o en el purgatorio, formamos parte del cuerpo místico de Cristo, incluyendo al mismísimo Cristo como su cabeza, y pueden interceder los unos por los otros.

Tenemos una sensibilidad errónea, por la cual nos impresionamos fácilmente cuando junto al lecho de un moribundo asistimos a su agonía, seguida del terrible drama de la muerte, por creer que es el final de la carrera de esa persona. Pero en realidad —nos lo dice la fe— todo comienza.

Es cierto que nos complacemos depositando coronas de flores o velas sobre las tumbas, costumbre muy buena y legítima. Sin embargo, nuestra mayor manifestación de cariño por las almas debe consistir en pedir por ellas, porque el efecto de nuestra oración supera con creces al de cualquier ofrenda material, según la famosa sentencia atribuida a San Agustín:“Una lágrima por un difunto se evapora. Una flor sobre su tumba se marchita. Una oración por su alma, la recoge Dios”.

Siempre estamos obligados a amar y ayudar al otro, pero cuanto mayor es la necesidad de nuestro prójimo, mayor y más estricta es nuestra obligación. No es un favor que podemos o no hacer, es nuestro deber; debemos ayudarnos unos a otros.

Sería un monstruoso crimen, por ejemplo, rehusar al desposeído el alimento necesario para mantenerse vivo. Sería espantoso rehusar la ayuda a alguien en una gran necesidad, pasar de largo y no extender la mano para salvar a un hombre que se está hundiendo.

No solamente debemos ayudar cuando es fácil y conveniente, sino que debemos hacer cualquier sacrificio para socorrer a nuestro hermano en dificultades.

Ahora bien, ¿quién puede estar más urgido de caridad que las almas del purgatorio? ¿Qué hambre o sed o sufrimiento en esta Tierra puede compararse con sus más terribles sufrimientos? Ni el pobre, ni el enfermo, ni el sufriente que vemos a nuestro alrededor necesitan de tan urgente socorro.

Aún encontramos gente de buen corazón que se interesa en los sufrientes de esta vida, pero, ¡escasamente encontramos a gente que trabaja por las almas del purgatorio!

Y ¿quién puede necesitarnos más? Entre ellos, además, pueden estar nuestras madres, nuestros padres, amigos y seres queridos.

Un Decreto de la Penitenciaría Apostólica, publicado hoy, establece la posibilidad de ganar indulgencias plenarias con ocasión de la conmemoración de todos los fieles difuntos durante todo el mes de noviembre. 

“La indulgencia plenaria el 2 de noviembre, establecida con ocasión de la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos para los que visiten piadosamente una iglesia u oratorio y reciten allí el Padre Nuestro y el Credo, puede ser transferida no sólo al domingo anterior o posterior o al día de la solemnidad de Todos los Santos, sino también a otro día del mes de noviembre, libremente elegido por cada uno de los fieles”.

En el caso de “los ancianos, los enfermos y todos aquellos que por motivos graves no puedan salir de casa, por ejemplo, a causa de las restricciones impuestas por la autoridad competente para el tiempo de la pandemia”, pueden “obtener la indulgencia plenaria siempre que se unan espiritualmente a todos los demás fieles”.

Para obtener la indulgencia plenaria es requisito estar “completamente desapegados del pecado” y tener “la intención de cumplir cuanto antes las tres condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre), ante una imagen de Jesús o de la Santísima Virgen María, recen oraciones piadosas por los difuntos”.

Oraciones que podrían ser “laudes y vísperas del Oficio de Difuntos, el Rosario mariano, la corona de la Divina Misericordia, otras oraciones por los difuntos más apreciadas por los fieles”.

No dejemos pasar esta gran ocasión para aliviar las almas de nuestros fieles difuntos.

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Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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