El ocio es, según el Espíritu Santo, el padre de los vicios, y el trabajo los combate y los vence todos.
San Juan Bosco
El lazo principal que el demonio tiende a la juventud es el ocio, origen funesto de todos los vicios. Convenceos de que el hombre ha nacido para el trabajo; y cuando se excusa de él, está fuera de su centro y corre gran riesgo de ofender a Dios.
El ocio es, según el Espíritu Santo, el padre de los vicios, y el trabajo los combate y los vence todos. El mayor tormento de los condenados en el infierno es el pensar que han perdido el cielo por haber pasado en la ociosidad la mayor parte del tiempo que Dios les había dado para salvarse. Al contrario, no hay mayor consuelo para los bienaventurados en el paraíso que el acordarse de que un poco de tiempo empleado un servir a Dios les ha valido la eterna felicidad.
No pretendo con esto que os ocupéis desde la mañana hasta la noche sin descanso alguno; al contrario, yo os concedo gustoso las diversiones propias de vuestra edad y en las que no ofendáis a Dios.
Sin embargo, no cesaré de recomendaros con preferencia aquellas cosas que, sirviéndoos de esparcimiento, puedan seros de alguna utilidad, como, por ejemplo, el estudio de la historia, la geografía, las artes mecánicas y liberales, los trabajos manuales, etc., con que podéis recrearos, adquirir conocimientos útiles y contentar a vuestros superiores.
Además podéis también divertiros con juegos y entretenimientos lícitos, útiles para recrear el espíritu y el cuerpo; pero no toméis parte en ellos sin haber antes pedido la debida licencia. Preferid los que requieran agilidad y destreza corporal, por ser los más convenientes para la salud. Evitad los engaños, las trampas, los pequeños fraudes, los juegos pesados y las palabras que ocasionen discordias y ofendan a vuestros compañeros.
Tanto en el juego como en la conversación o en el cumplimiento de cualquier deber, levantad de cuando en cuando vuestro corazón a Dios y ofrecedlo todo a su mayor honra y gloria. Omnia in gloriam Dei facite, dice San Pablo. Interrogado una vez San Luis, mientras jugaba alegremente con sus amigos, qué haría sise le apareciese un ángel para advertirle que, pasado un cuarto de hora, debería comparecer ante el tribunal de Dios, el Santo respondió sin vacilar que continuaría jugando, pues creía con aquella acción agradar al Señor. Lo que os recomiendo con mayor insistencia en vuestros recreos y pasatiempos es el huir, como de la peste, de los malos compañeros.