
Yo no he venido a traer la paz sino la guerra (Mt 10,34). La victoria de la castidad se obtiene a punta de lanza. Prepara tu alma para la lucha. La castidad es por lo general, un estado de continua vigilancia.
Padre Georges Hoornaert S.J.
Prepara tu alma para la lucha. La castidad es un estado militante. Al menos esto es lo ordinario. La victoria de la castidad se obtiene a punta de lanza. Yo no he venido a traer la paz sino la guerra (Mt 10,34), afirma Jesucristo.
A muchos cristianos se puede aplicar lo que San Pablo decía a los pecadores no ganados todavía para el Evangelio: Yo por mí soy carnal…, no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco… y en esto no tanto soy yo el que obra aquello, cuanto el pecado que habita mí, es decir, en mi carne; pues, aunque hallo en mí la voluntad para hacer el bien, no hallo cómo cumplirla. Por cuanto no hago el bien que quiero, antes el mal que no quiero. Mas, si hago lo que no quiero, ya no lo ejecuto yo, sino el pecado que habita en mí… Me complazco en la ley de Dios, según el hombre interior, mas hecho de ver otra ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razón y me hace cautivo de la ley del pecado que está en mismiembros. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? (Rom. 7, 14 y sig.)
La misma palabra continencia ya nos está indicando que hay que hacerse violencia para reprimir las tendencias depravadas. La mayor parte de los hombres tienen que luchar contra la propensión natural a la lujuria. Hay que librar rudos combates entre la razón y los sentidos. Confesar que soy tentado es simplemente confesar que soy hombre.
Todo esto se acentúa en la juventud
La pureza, amigo mío, es para ti la principal virtud. No en dignidad, porque el primer lugar correspondería a las virtudes teologales, que tienen por objeto directamente a Dios, sino en el sentido de que la pureza es la que para ti supone más lucha y más generosidad.
La obediencia es la virtud del hombre, pero la castidad es la virtud del joven. No te debe sorprender la violencia y la frecuencia con que te turba la tentación. Hay una atracción fisiológica natural hacia el otro sexo, que es exacerbada por múltiples estímulos excitantes de la vida moderna. Es el arma favorita de Satanás, la que utiliza con más ahínco en la edad en que se despierta con toda su fuerza el atractivo sexual.
A cierto – joven, que se lamentaba de tener tentaciones contra la pureza, le respondió Lacordaire: «La pasión que te molesta es universal, porque tiraniza a la mayoría de los hombres. El que el Evangelio haya triunfado sobre ella es una prueba más de la divinidad del cristianismo.»
La vida de los Santos nos manifiesta que también ellos sentían el aguijón de las pasiones
Hay que exceptuar sin duda a algunos privilegiados de la gracia; pero aun esa paz absoluta que llegaron a alcanzar no solía ser a veces sino la recompensa de una victoria ganada tras un reñido combate, como le aconteció a Santo Tomás de Aquino, por ejemplo. Los otros —y hablo de los santos— conocieron por experiencia la bofetada de Satanás.
Baste citar a San Alonso Rodríguez, Santa Angela de Foligno, Santa Catalina de Siena. Algunos llegaron, como San Pedro Damián, a bañarse en agua helada, par acallar el ardor de la sangre. San Benito llegó a revolcarse entre zarzas para cortar una tentación impura.
Se diría que sobre las almas lo mismo que sobre los cuerpos actúa como una ley de gravedad, una atracción hacia abajo. Medita sino esta página de San Jerónimo: «Cuántas veces, hallándome en el desierto, en aquella vasta soledad abrasada por los rayos del sol, me figuraba hallarme en medio de los placeres seductores de Roma. Un día y otro lloraba y gemía sin cesar. Me imaginaba hallarme bailando con jóvenes romanas. A pesar de los ayunos, mi alma bullía en pasiones. Así que, desesperado de todo auxilio, me echaba a los pies de Cristo, los regaba con lágrimas y los secaba con mis cabellos. No me avergüenzo de confesar mi desgracia y miseria. La guarda de la castidad es una especie de martirio.»
Tomado del Libro La gran guerra. El combate de la pureza; pp. 34-37