¿Qué es la confianza?

Publicado el 11/14/2022

¿Cómo definimos la confianza? ¿Por qué es una virtud tan importante de practicar? Mons. João nos va a enseñar estas y otras verdades fundamentales, de grandísima importancia para nuestra vida espiritual, sobre esta virtud, que debe ser un pilar en la vida del alma de todo católico.

Confiar. ¿Qué es confiar? Confiar es tener esperanza fortalecida por la fe: “¡Yo creo que va a suceder!” Quien espera y cree tiene confianza. La confianza es la esperanza robustecida por la fe. Y ¿en qué debemos confiar? Que vamos a estar en el Cielo. ¡Confianza! Es lo que nos dice el salmo: “Dichoso el hombre que se deleita en el Señor” (cf. Sl 1, 2). Tener confianza es tener la esperanza segura, firme, fuerte, una esperanza de que se va a llegar.

Debemos tener esta confianza, de modo que, cuando tengamos la infelicidad de cometer una falta, una imperfección, una falta venial… Debemos tener esa confianza de que Dios es paciente, es benigno, es misericordioso y es todo hecho de perdón. Debemos confiar en ese perdón de Dios y nunca desanimar. Desánimo, para nosotros, es igual a la pérdida de la confianza; abatimiento, igual a la pérdida de confianza. ¡Cuando perdemos la confianza, lo perdemos todo!

Alguien que pierde la castidad, en últimas solo perdió la castidad; quien pierde la humildad, perdió solo la humildad; quien pierde la honestidad, solo perdió la honestidad; ¡pero quien pierde la confianza, lo pierde todo! ¡TODO! Porque la confianza es la base de todas las demás virtudes. Las virtudes no son nuestras, pues fueron infundidas en nuestra alma por Dios, y la confianza es sustentada por Él en nuestra alma. Entonces, cuando perdemos la confianza, perdemos todo el resto. Así como Santa Teresita decía: “para el amor nada es imposible”, ¡para el desánimo todo es imposible!

Al desanimado se le dice:

¿Qué le parece si vamos subir esa montaña para dar una mirada al panorama?

Ah, no… Desafortunadamente no puedo, no me encuentro bien hoy…

¿Entonces, vamos a correr un poco?

No, por favor, correr no…

¿Entonces, quedémonos aquí sentados y conversemos?

No, tampoco quiero…

¡No quiere nada! El desanimado no quiere nada nunca.

Nunca debemos perder el ánimo. Siempre debemos mirarnos los unos a los otros y decir: “¡Excelente! Todo el mundo está animado ¡Esto de aquí va para adelante!” Cuando todos están animados, es señal clara de que las cosas van a las mil maravillas. La base de toda conquista, de toda realización, incluso de la salvación eterna, está en el ánimo, porque Dios quiere salvarnos, Dios quiere perdonarnos, Dios quiere santificarnos, pero pone una condición: ¡que nosotros también queramos! Tenemos que querer.

Aquel que decae, aquel que pierde la esperanza, aquel que desanima, perdió la alegría, no tiene satisfacción para sí y no es causa de satisfacción para Dios. Nosotros estamos hechos para dar alegría a Dios siempre.

¡Es necesario tener confianza! ¿Cuál es el elemento esencial para tenerla? Que aquel en quien nosotros confiamos sea omnipotente, omnipresente, en una palabra, sea Dios. Una vez que la confianza tenga por objeto a Dios, es inalterable.

Lo que es necesario es tener confianza en cualquier circunstancia en que nos encontremos. Siempre en nuestros pedidos, mucha confianza, mucha fe, mucha esperanza. Con aquella esperanza llena de certeza, de fe y, por tanto, confianza de que seremos atendido. Tengan confianza de que toda oración que hagan, cualquier oración que hagan, Dios la atiende, pero perseveren en la oración: no lo olviden, tienen que perseverar en la oración, pidiendo con constancia.

Nunca es demasiado rezar: recen siempre y recen mucho, porque rezando siempre y rezando mucho es que logramos subir. No piensen que se sube por causa del esfuerzo que se hace. El esfuerzo es bueno, sin duda, pero debemos confiar más en la oración que en el esfuerzo. Si yo rezo, yo confío; si no rezo, por más esfuerzo que haga, estoy perdido. ¡Recen, recen!

Y esta confianza debe ser, ahí sí, un esfuerzo de nuestra parte de luchar contra todas las apariencias en sentido contrario. Esto sí depende de un esfuerzo, que es auxiliado por la Gracia, porque sin ella no hacemos nada.

Extracto con adaptaciones a lenguaje escrito (sin revisión del autor) de homilías de las siguientes fechas: 6 de octubre de 2005, 30 de enero de 2009 y 18 de julio de 2006, y de una reunión del 11 de julio de 2006.





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