Santa María de Jesús Crucificado decía: «La obediencia es al alma lo que las alas son al pájaro. Desdichado el hombre que no lo sacrifica todo a la obediencia: su deseo, su voluntad, todo lo que le agrada. Si no haces este sacrificio, nunca verás a Dios. El alma que obedece a Dios obedece a su superior. Es la reina de la paz y de la alegría. Al paso que la que no obedece a Dios no obedece a su superior y se convierte en la reina de la perturbación y de la agitación. […]
»La sumisión y la obediencia son dos velas hechas para iluminar al alma en las tinieblas… Precisamente en el momento oscuro, terrible, es cuando hay que dejarse guiar por la obediencia. Es necesario obedecer siempre, someter la propia voluntad a la de los superiores. No hay que tener segundas intenciones. A Dios no le gusta un alma que no obedece, que no se somete a su juicio. No hay necesidad de regatear con Jesús. Si actúas por Él, hazlo por entero, porque a Él no le gusta los medios términos. Un alma que no se lo da todo es como un alma tibia, y Jesús la vomita de su boca». ESTRATE, Pierre. «O pequeno nada».
São Paulo: Cultor de Livros, 2014, p. 298.