Una falda que se acorta, un sombrero que toma la forma de una vasija, una casaca que deja de ser usada porque parece muy solemne; por esas diferencias se ve la marcha del igualitarismo. Sí, paso a paso, la Revolución dirigió todo hacia el abismo de nuestros días. Y la humanidad caminaba contenta en la vida de todos los días, sin vislumbrar hacia dónde rodaba.
Vemos una escena ligeramente caricaturizada. Se trata de un banquete el cual es presidido, probablemente, por el gobernador de la provincia o el diputado de la región de una pequeña ciudad del interior.
Miniatura caricaturizada de un ministro
La figura lo representa gordinflón; es de aquel tipo de personas que engorda mal, mientras que, por ejemplo, Madame de Grand-Air engordó bien. Tiene una barba de orador, diferente de aquella de Francisco José, pues la tiene donde el Emperador no tenía. Es lo contrario del monarca en todo.
En ese tiempo existía la preocupación de usar fijador en el cabello. Él compensa la calvicie con cabellos sueltos. Usa pince-nez, más discreto que los anteojos, utilizados mucho tiempo después. Se viste con un traje de gala, una casaca. Cuello almidonado, una corbatita negra y aparece la camisa con dos botones ornamentales de los cuales sólo se ve uno. Es un representante de la República y usa esa faja tricolor, roja, blanca y azul, símbolo de la Revolución Francesa. En la pared hay algunos festones por ser un día conmemorativo.
Él preside con cierta solemnidad. Tiene delante de sí un vaso de cerveza, de agua o de vino blanco. Está hablando con todas las manifestaciones de vulgaridad y demagogia propias del burgués de la ciudad pequeña. Perfectamente podría ser hermano de aquel lacayo de Madame de Grand-Air; tal vez hubiese muchos lacayos hermanos de hombres así. No obstante, él toma un aire de presidente de la República, pero en versión campesina; lo contrario del lacayo, que es respetuoso.
El intendente local electo es una miniatura del presidente de la República. Entonces, también toma un aire de pequeño diputado, de ministro, de presidente, pero de manera caricaturesca y grotesca. Se nota, por el modo horrible cómo gesticula con el dedo índice en ristre, que ciertamente dirá una banalidad. Nunca nadie gesticula levantando el dedo, sobre todo en público; es el horror en materia de gestos. También en el modo de agarrar el tenedor. Jamás se debe sostenerlo en el aire. Es un disparate y nadie conversa de ese modo.
…que no atrae e intenta monopolizar
Consideren la actitud de los otros delante de ese personaje. Él viene de la ciudad trayendo las noticias, pues conoce los hechos. Es una celebridad. Esa gente no lee periódicos y entiende únicamente lo que oye decir. No es propiamente analfabeta. Sabe firmar con su propio nombre, leer un libro con letra bien grande, pero no va más allá de eso.
Si él fuera un hombre que supiese conversar, debería colocarse un poquito para atrás dando la oportunidad de que uno converse con el otro, y hasta hacer que aquel más distante entre en la prosa en torno de la mesa. Nunca una persona bien educada sentada a la mesa se coloca como monopolizadora y priva a sus dos vecinos de la oportunidad de conversar entre sí.
Ese anciano quiere oír la conversación del hombre importante y, como está medio sordo, pone la mano para captar lo que está diciendo. El otro, aún menos discreto, se inclina completamente. Y el campesino está oyendo, pero en cuanto la celebridad habla de manera a provocar aplausos, la actitud de los campesinos es desconfiada y discreta. Están oyendo, pero sin entusiasmo. Uno de ellos, sobre todo, está sin entender claramente y sin confiar ni un poco. Tiene su razón de ser.
Para el estado de espíritu de esa gente, las personas de la ciudad eran con frecuencia sinvergüenzas, deshonestas y de malas costumbres. No haré la apreciación de la vida política francesa en 1914, pero ellos tenían una desconfianza enorme de la clase política, suponiendo que era compuesta por ladrones de votos y nada más.
Uno de los comensales oye y no hace ni un solo comentario, el otro curioso intenta oír, pero no expresa nada y ni demuestra solidaridad, está solamente registrando. Cuando el hombre se vaya lo comentarán entre sí y lo difamarán o no conforme a lo que haya dicho.
El político está haciendo de todo excepto divertirse. Está trabajando y procurando el electorado.
Preparación remota de la modernidad
Otra escena representa un cortejo, bien distinto de aquel realizado para el bautismo de Bécassine. Son personas de otra categoría, los hombres usan sombrero de copa, las señoras están bien vestidas. ¿Cuál es la primera impresión? Es la diferencia que hay entre la señora y el hombre. Es el último período de la Historia en el cual las mujeres aún eran entera y exclusivamente femeninas.
Es una escena después de la Primera Guerra Mundial, porque yo conocí esos trajes femeninos. Ya acortaron mucho la falda, comparada con la de Madame de Grand- Air. Así comenzó la caminata para la minifalda con muchas décadas de antecedencia. No obstante, el proceso fue lento. Un hombre previdente, en esa época ya podría preverla. Los bobos no, porque cualquiera de esas señoras tendría horror de usarla, pero verían con todo gusto que sus nietas la usaran. Así caminan las modas.
En ese tiempo la influencia hollywoodiana no había comenzado a masculinizar a las mujeres y ellas procura ban ser enteramente femeninas. La señora presentaba la fragilidad como un adorno y no como una vergüenza o una inferioridad.
Se nota una actitud muy leve, esbelta y un poco tímida en el modo de caminar. Un poco de quién está apoyada en la protección del hombre que las acompaña. En general, caminaban sin mirar hacia el lado. Ellas van mirando hacia adelante. Y el hombre tiene una actitud tiesa, erguida, de quién toma la protección de la señora que está guiando por el brazo. El hábito de llevar por el brazo expresa propiamente eso, o sea, dar un apoyo a la señora para andar, para que ella, en su levedad, camine con más facilidad. Si tropieza no se cae, está bajo amparo por cualquier imprevisto en el camino. Por ese motivo una señora de ese tiempo sólo daría el brazo a otra señora de más edad y nunca a una amiga. Del mismo modo dos hombres nunca se darían el brazo, a no ser para un inválido. La actitud de los hombres era la de quien ampara bien a las señoras.
A mi ver, debe ser un matrimonio en el interior, pero de categoría, tal vez de la familia de Madame de Grand-Air. Y los otros deben ser campesinos, trabajadores de ellos, que los saludan, sacan el sombrero y ellos responden.
Por ejemplo, el hombre y la señora atrás son conocidos del hombre vestido de beige. ¡Pero vean la superioridad con que este de sombrero de copa responde! ¡Es la seguridad del hombre! Y la fragilidad y la delicadeza con que la señora habla. Quedaba bien a la señora ser frágil así. Este personaje de encima hace un pequeño saludo, la chica es mucho más gentil. La mujer que sube al colectivo en movimiento, que salta del autobús de cualquier manera, esta comenzó a surgir unos diez años después.
Indicios de la modernidad
¿Cuáles son los indicios de modernidad existentes aquí? En primer lugar, la falda más corta; segundo, vestidos monocolores y casi sin ornatos, exigiendo menos buen gusto y elegancia en comparación con los trajes antiguos, o sea, son igualitarios. Cualquier persona compra uno de esos vestidos, y no precisa tener mucha elegancia para componerlo.
También los sombreros. Los anteriores tenían alas enormes y adornos, no siempre de muy buen gusto: flores de papel o de una especie de materia plástica… ¡Cuántas cosas colocaban sobre ellos! Eran colosales. Ya los sombreros de las dos mujeres que aparecen detrás tienden a ser vasijas encima de la cabeza.
¿Por qué el sombrero toma forma de vasija? Porque los cabellos están cortados. Uno de los trazos que distinguen a la mujer del hombre es la abundancia de la cabellera. Ellas tienen cabellos muy abundantes; ellos, mucho menos. Comienza la preparación remota de la masculinización de las señoras, suprimiendo la diferencia del bulto de la cabeza entre ambos.
En ese matrimonio el militar está presentado con traje de gala. No encuentro elementos sobre el grado de ese oficial. Noten como ya es inferior en relación al traje del almirante, tío de Madame de Grand-Air.
Se percibe como la Revolución, muy de lejos, dirigió todo hacia el abismo de nuestros días. Y la humanidad caminaba contenta en la vida de todos los días sin vislumbrar hacia dónde rodaba.
La marcha rumbo al igualitarismo
Sobre las personas del pueblo. Noten los dos hombres que saludan, sacándose el sombrero, viendo el cortejo que pasa. Los que son saludados, por ser de categoría superior, no se quitan los sombreros. Es la desigualdad social legítima que se expresa por un símbolo. Cuando no haya más sombreros, desaparecerá ese símbolo de desigualdad social.
¿En qué son inferiores? Se revelan inferiores a los otros por las ropas gastadas, pobres y, por lo tanto, que no son de la misma categoría de la casaca, por ejemplo. Son ropas iguales en corte, que esos otros usan cuando no están de gala. No es más la diferencia de traje que había entre Monsieur Labornez y Monsieur de Grand-Air.
Por esas diferencias se ve la marcha del igualitarismo. Pero no asusta, porque va paso a paso de un lado y de otro siendo impuesto por el cine. Tienen que vestirse como es presentada la vida de los personajes de las grandes películas norteamericanas.
Los Estados Unidos fueron construidos sobre la igualdad, los trajes son iguales para todos. Por lo tanto, el mundo entero tiene que usar ropas estandarizadas.
La casaca, un traje de alta distinción
Solo me falta hacer un análisis a respecto de la casaca. El saco, en este primer personaje, no llega hasta el pantalón, en la parte de adelante, pero sí en la parte trasera de las piernas; es la casaca. El corte comienza bien alto y baja. El chaleco es blanco, la camisa está almidonada y es blanca con una corbata mariposa negra. El cuello es alto, también almidonado y quebrado adelante. En general, en ese tiempo se usaba menos, pero existía la clásica cadena con el reloj y la bolsita para monedas.
Ese traje bien cortado es de alta distinción. Nos da a los hombres una categoría, una actitud, una finura difícil de calificar. El negro, a pesar de ser un color de luto, es usado aquí como de solemnidad, y el contraste del blanco sobre el negro realza tanto la blancura como la negrura. Es un traje de mucha distinción usado en las grandes galas.
Se usó la casaca en Europa más tiempo que en Brasil. Cuando yo tenía más o menos unos quince años, por lo tanto, en 1923 y 1924, comencé a frecuentar reuniones de gala. No vi, excepto en raras ocasiones hombres de casaca.
Los jóvenes, desde mi edad hasta los treinta años usaban smoking que es una especie de casaca de segunda clase. Yo, por ejemplo, nunca usé casaca en mi vida, ni la mandé hacer, de tal manera cayó rápidamente su uso en Brasil. Era reputada por demás solemne para los hábitos y el ambiente de las tres Américas. Es preciso añadir que se usaba con zapato de charol y, a veces, con guantes blancos; y cuando no se usaba guantes, el señor los portaba en la mano izquierda. Era algo muy elegante, muy bonito.
Como sombrero, el de copa. Es un tubo alto, pero hecho de un fieltro sedoso negro que daba reflejos coloridos, repitiendo el juego blanco y negro, pero lustroso. Cuando la persona andaba, todas las luces o el sol del camino brillaban en su cabeza. Era una especie de aureola. Quedaba aún más bonito cuando era utilizado con condecoraciones puestas cerca de la corbata, en la solapa del lado izquierdo, o cuando la condecoración era una cinta pendiente del lado derecho y pasaba para el lado izquierdo, terminando en un lazo. Daba mucha categoría.
Señales patentes de decadencia
Sin embargo, leí en un libro una carta de un embajador de la República Francesa junto a la corte de San Petersburgo, bien anterior a esa época, más o menos de 1880, en la cual exponía al Ministerio una dificultad. Decía: “Es preciso que Vuestra Excelencia considere que estoy en un país donde aún no pasó la Revolución Francesa y vive en monarquía absoluta. Por lo tanto, la corte tiene muchos hábitos, maneras y exigencias de los modos de ser del Ancien Régime. Y por eso, en la corte rusa la nobleza, los ministros y los altos dignatarios, los embajadores de cortes, que no son embajadores de República, se visten al estilo de las monarquías: usan uniformes y casacas todas bordadas con alamares y ornatos dorados, muchas condecoraciones y sombreros con pluma. Es un ambiente resplandeciente donde todos usan títulos de nobleza, y aún se usa el alabardero en las recepciones.” El alabardero era una especie de lacayo que, cuando llegaba alguien, golpeaba la alabarda en el suelo y anunciaba el nombre de la persona que entraba.
El embajador francés continuaba:
“Ahora, cuando llego, el alabardero anuncia: Monsieur Chose et Madame chose”.
Chose quiere decir “cosa” en francés.
“Entonces, entra Monsieur Chose vestido de negro, exactamente como se visten aquí los empleados de las agencias funerarias. Por lo tanto, yo quería proponer, para el brillo y realce de Francia, que nosotros embajadores, tengamos también un uniforme con alamares.”
El ministro le dio una respuesta indignada: “¡Ud. no tiene virtud republicana! Debería comprender que la República se afirma y brilla por su simplicidad y no por los adornos. Un hombre no vale por la ropa que tiene, sino por su fuerza moral y por su inteligencia. Cíñase a eso y no le daremos otros recursos.”
Ese es el punto al cual yo quería llegar. Antes de la Primera Guerra Mundial, cuando se usaba casaca, esta parecía tan pomposa… Sin embargo, un embajador francés, en 1880, tenía vergüenza de usarla. Ya en mi tiempo de juventud, no se tenía coraje de vestirla por ser un traje pomposo… En Río de Janeiro aún se usaba porque estaba allá la presidencia de la República, el cuerpo diplomático.
Entonces, lo que era vergüenza en 1880, pasaba a ser esplendor en 1923 o 1924; pero, en ese mismo período, lo que era esplendor en Europa ya era visto tan pomposo que casi no se podía usar en San Pablo.
¿Saben cuál es el nombre de esa diferencia? ¡Decadencia! Más que entretener, hice un análisis de la Revolución y Contra-Revolución tendencial de la sociedad para que se tenga una idea de la decadencia de las costumbres.
(Extraído de conferencia del 16/5/1980)