¿Sabías…

Publicado el 05/28/2025

Redacción

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… que las «Misas gregorianas» son celebradas por los difuntos?

Cuando muere un ser querido, a menudo oímos el comentario: «Al menos ya no sufrirá…». Sin embargo, esta expresión denota una visión incompleta de las realidades sobrenaturales. ¿No es cierto que el fallecido puede estar sufriendo dolores incomparablemente mayores en el Purgatorio y necesitar nuestra ayuda?

Como madre extremosa, la Santa Iglesia siempre ha recomendado a sus hijos que apliquen los frutos de la santa misa por los difuntos. Así pues, desde tiempos remotos, los fieles han solicitado la celebración de eucaristías en sufragio de las almas de los fallecidos, a fin de acelerar su liberación de las llamas purificadoras. Esta costumbre se intensificó después de un suceso ocurrido con el papa San Gregorio Magno (cf. Diálogos. L. iv, c. 57, n.os 8-17) en el siglo vi, que dio origen a una práctica peculiar en la Iglesia, que perdura hasta nuestros días.

Un monje llamado Justo, viendo que se acercaba el final de sus días, le confió a su hermano, el médico que le asistía, que tenía tres monedas de oro entre sus pertenencias, algo absolutamente prohibido por la regla. Al enterarse, San Gregorio mandó que reprendieran severamente al moribundo, para que se arrepintiera, y determinó, como reparación pública y para edificación de toda la comunidad, que su cuerpo no fuera enterrado en el cementerio del monasterio. Además, sobre su tumba debían ser pronunciadas las palabras de San Pedro: «¡Vaya tu dinero contigo a la perdición!» (Hch 8, 20).

Treinta días después de la muerte de Justo, San Gregorio tuvo compasión del difunto y, pensando con gran dolor en los suplicios que podría estar sufriendo, le ordenó al prior del monasterio que celebrara diariamente el santo sacrificio por el eterno descanso del incumplidor. Al cabo de un mes, Justo se le apareció a su hermano y le reveló que había sido liberado del Purgatorio gracias a la «Hostia salvadora».

La confianza en la eficacia del santo sacrificio dio origen a la tradición de celebrar treinta misas consecutivas por una persona fallecida. Aunque estas misas no tengan actualmente un formulario propio, la costumbre continúa hasta hoy con el nombre de Misas gregorianas. 

… que el blasón de Portugal fue entregado por Jesucristo?

Era la noche del 24 de julio de 1139. Alfonso Henriques, que sería el primer rey de Portugal, tenía frente a su campamento a cinco monarcas moros con sus respectivos ejércitos. Mientras suplicaba la ayuda divina, una fuerte luz le deslumbró los ojos y pudo ver la figura de Jesús crucificado.

Escudo de armas de Portugal

El «Fundador y Destructor de Imperios» —como Cristo se llamó en la visión— se le apareció para anunciarle la victoria, no sólo en aquella batalla, sino también en todas las demás que el príncipe libraría. Más aún: venía a fundar un reino que predicaría su Nombre en regiones lejanas. Y a fin de marcar para siempre a la nueva nación, el Redentor añadió: «Comprarás tus armas por el precio con que compré al género humano, por aquel que fui comprado a los judíos, y este reino será santificado».

Habiendo obtenido la imposible victoria sobre sus enemigos, Alfonso Henriques diseñó el escudo de armas de su pueblo según las órdenes del Señor: cinco escusones de azur puestos en cruz —en memoria de las cinco llagas de Cristo y de los cinco reyes moros derrotados—, conteniendo cada uno cinco bezantes de plata que, sumándolo todo, recuerdan las treinta monedas de plata con las que Judas vendió a Jesús.

Y así se perpetúa el símbolo de Portugal, tan bien descrito por Camões en Os Lusíadas: «Vedle en vuestro escudo, que presente / os muestra la victoria ya pasada, / en la que os lo dio por armas, y dejó / las que Él tomó para sí en la cruz» (Canto I, 7). 

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