Señal del abandono divino

Publicado el 09/28/2023

En nuestros días, ¿cómo reaccionarían los malvados ante un milagro similar al operado por Dios en favor de San Wenceslao? Semejante reacción determina la actitud de la Providencia en favor de la humanidad.

Plinio Corrêa de Oliveira

El 28 de septiembre la Iglesia celebra la fiesta de San Wenceslao. Sobre él tenemos la siguiente nota en nuestro calendario:

Soberano y Patrono de Bohemia. Siglo X. Practicó las más bellas virtudes, conservó intacto el tesoro de la virginidad durante toda su vida. Fue asesinado por su propio hermano Boleslao, por instigación de su madre, mientras rezaba en la iglesia. Hungría, Polonia y Bohemia lo eligieron como su patrón.

El rey pacificador

Los siguientes son los detalles biográficos de San Wenceslao, tomados de L’Année Liturgique, de Don Guéranger.

San Wenceslao es una de las figuras más radiantes de este siglo X, que se ha dado en llamar la Edad del Hierro. Nieto de un santo e hijo de una fanática pagana, fue una expresión purísima de esta realeza cristiana, que, tres siglos después, debió tener su tipo más perfecto en San Luis; régimen donde la naturaleza materna de la autoridad le aseguraba todo el cariño y moderaba todos los excesos; régimen que, al hacer del príncipe lugarteniente de Dios y de Cristo su auténtico representante, le confirió un carácter sobrenatural y sagrado.

Cabeza de una gran familia nacional, el rey era padre de su pueblo y, desde el más grande hasta el más pequeño, todos tenían derecho a ser sus hijos y a apelar a su justicia. Maestro indiscutible, pero cuyo poder estaba naturalmente equilibrado por la identidad de los intereses de la corona y del pueblo, él era el árbitro en las decisiones. Era el árbitro cuyas decisiones son las más sabias, porque ninguna ambición personal, como ningún interés de partido podía influir en un hombre que, recibiendo todo de Dios, no tenía que dar cuenta sino a Dios mismo, por quien es el juez supremo.

El rey era entonces el pacificador, “l’apaiseur”, decía San Luis, siempre el apaciguador. Por lo tanto, siempre preocupado por resolver las disputas entre sus hijos para unirlos en vista del bien común, la tranquilidad del reino, preludio de la paz de Dios.

En el programa del príncipe cristiano, que llevó a cabo Wenceslao durante los cortos años de su reinado, Dios estampó en este programa el sello del martirio, dando así un valor eterno a su obra completa.

Virtud comprobada por señales sobrenaturales

En la vida de San Wenceslao, mártir, escrita por el Gen. Silveira de Mello, encontramos estos datos:

La fama de las virtudes de Wenceslao recorrió el mundo. Era admirado y amado por el cristianismo. Amigo de su pueblo, entregado al servicio de la patria, austero y generoso, protector de la pobreza, abogado de la fe y súbdito fiel de la Iglesia y también soldado intrépido y leal. Otón, Emperador de Alemania convocó a Wenceslao a la Dieta de Worms y lo colmó de atenciones.

Un día, se demoró inadvertidamente en la iglesia. Cuando llegó a la asamblea, el emperador y los demás príncipes, resentidos por la tardanza del duque, habían resuelto no levantarse, como era costumbre, a la entrada del dignatario retardado. Pero tan pronto como el duque entró en la habitación vieron los nobles que dos ángeles lo acompañaban.

Tomados de admiración y respeto, el Emperador se levantó para recibirlo y le dio el asiento a su derecha. ¿Cómo iban a negarle honores, si los mismos Ángeles se los tributaban? El Emperador, en señal de agradecimiento, le obsequió dos preciosas reliquias: un brazo de San Vito y los huesos de San Segismundo, Rey de Borgoña y también gran soldado.

En una asamblea de soberanos, auténtico vasallaje mutuo

Tengo la impresión de que este dato biográfico de tal manera supera al resto, que impide cualquier otro comentario. Por lo tanto, limitémonos a esto.

¡Nótese qué hermosa escena! San Wenceslao era rey de Bohemia, pero su reinado abarcaba también una parte de Polonia, ya que esta nación también lo admitió como su santo patrón. Era rey, por tanto, de una gran parte del territorio, y en ese momento se estaba celebrando una Dieta, es decir, una reunión de los principales entre los príncipes y señores feudales del Sacro Imperio Romano Alemán. Ciertamente fue convocado a esta Dieta porque esas naciones, en aquel tiempo, estaban sujetas de alguna manera a la soberanía del Sacro Imperio.

Entonces, era una reunión muy bonita y llena de nobleza, porque no era una reunión del rey con sus súbditos, sino de un señor que tenía la autoridad y dirigía a otros señores, que también eran soberanos. De modo que era una especie de asamblea de soberanos, llena de caballerosidad y de fuerza.

Aquí vemos un bello ejemplo: nótese el respeto a la soberanía. Cada uno era como un soberano y, por lo tanto, cuando un señor entraba en la sala, incluso siendo de un rango inferior al del Emperador del Sacro Imperio, todos se ponían de pie, incluido el Emperador.

Inflexibilidad cruel del mal y dulce venganza del bien

Entonces, viene la represalia. Cuando San Wenceslao entró, decidieron no levantarse, porque había tardado demasiado en la oración. Se percibe la rabia de esa asamblea. Ya en plena Edad Media se daba sutilmente esa enigmática antipatía por parte de los que rezan poco hacia los que rezan mucho, ya que los primeros son siempre inflexibles con respecto a los segundos. Infelizmente, lo contrario no se da, porque los que rezan mucho tienden a ser condescendientes con los que rezan poco.

Los poco piadosos decidieron: “Quedémonos callados y sentados cuando él entre, para burlarnos de él, pues ha llegado atrasado”.

Véase la respuesta de la Providencia: San Wenceslao ingresa en la sala y todos ven entrar a dos Ángeles con él. Se acabó su argucia, no hay nada más que decir. La virtud se va cubierta de honor y de gloria, y el Emperador termina haciéndole dos regalos.

Las personas de ese tiempo tenían un sentido común mucho aquilatado que en nuestros días, y en lugar de dar cosas costosas, el Soberano le dio dos reliquias, que valían mucho más que el oro, una de las cuales era la de un soldado, para el gran soldado, que era San Wenceslao.

Ausencia de manifestaciones sobrenaturales

San Wenceslao – Praga, República Checa

Surge la siguiente pregunta: Hoy en día, cuando alguien muy piadoso llega tarde a un evento y sufre una desgracia, ¿por qué no aparecen dos Ángeles acompañando a esa persona? ¿Por qué no ocurren esas manifestaciones sobrenaturales que cubren de gloria al bien y aplastan al mal? La respuesta es obvia: porque los pecados del mundo han llegado a tal altura que los hombres ya no lo merecen.

No debemos imaginar que los Ángeles aparecieron al lado del Santo principalmente para su gloria. ¡No! Era, sobre todo, por el bien del público, que era testigo de aquel milagro. Por lo tanto, era un bien para los malos. Pero los impíos de nuestros días no lo merecen.

Podríamos preguntarnos qué actitud tomarían los malos si hoy aparecieran Ángeles junto a un justo. Con seguridad, sería un odio sin nombre y probablemente no cambiarían de posición. Es este estado de espíritu cerrado, endurecido y rígido el que merece, con razón, el castigo divino. Porque cuando milagros como estos ya no conmueven, o ni siquiera existen, es señal de que la Providencia ha abandonado a una determinada colectividad humana, a un ciclo de cultura o a la humanidad entera de un determinado período histórico, que quedará dispuesta para toda especie de castigo.

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