Sentido jerárquico y contrarrevolucionario

Publicado el 02/17/2024

Los Siete Santos Fundadores Servitas propagaron una devoción que presagió la esclavitud a Nuestra Señora, predicada por San Luis Grignion de Montfort. El título de “Siervos” marca    muy bien la diferencia entre la buena piedad católica y la Revolución.

Plinio Corrêa de Oliveira

A respecto de los Siete Santos Fundadores de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María, cuya fiesta se celebra el 17 de febrero, dice Don Guéranger1:

Aclamados por los niños en las calles de Florencia

Cuando, en el siglo XIII, el desastroso cisma instigado por Federico II2 y las facciones sangrientas dividían a los pueblos más civilizados de Italia, la previdente misericordia de Dios suscitó entre personas ilustres por la santidad a siete nobles florentinos, cuya unión en la caridad daría un ejemplo memorable de amor fraterno.

En el año 33 de ese siglo, el día de la Asunción de la Santísima Virgen María, mientras ellos rezaban fervientemente en la piadosa cofradía “Laudesi”, la Madre de Dios se les apareció exhortándolos a abrazar un tipo de vida más santa y perfecta.

Habiendo pues conversado de antemano con el obispo de Florencia, estos siete hombres se despidieron prontamente de su nobleza y riquezas. Ellos tomaron como prendas hábitos viles y desgastados, y, debajo de ellos, cilicios. Se instalaron en un lugar apartado fuera de la ciudad el 8 de septiembre, ya que deseaban colocar bajo los auspicios de María Santísima esta nueva existencia, el mismo día en que Ella, habiendo nacido entre los hombres, comenzó su santísima vida.

Dios mostró por un milagro cuán agradable fue esta decisión para Él. De hecho, poco después los siete pasaron por Florencia mendigando de puerta en puerta. Sucedió que de repente, las voces de los niños, entre los cuales San Felipe Benizi, de sólo cinco meses de edad, los aclamaron como siervos, “servitas”, de la Bienaventurada Virgen María. Sería con este nombre que a partir de entonces deberían ser conocidos.

La Virgen les muestra el hábito que deberían usar

La Santísima Virgen entrega el Escapulario a los siete Fundadores de los Servitas – Iglesia de los Dolores, Córdoba, España

Después de este prodigio, el amor que tenían por la soledad los llevó a evitar el contacto con las personas, optando por retirarse al Monte Senario. Allí, entregándose a una vida completamente celestial, habitaban en las cavernas. Contentándose con agua y hierbas como alimento, castigaban sus cuerpos con vigilias y otras maceraciones.

La Pasión de Cristo y los dolores de su afligidísima Madre eran el objeto de sus continuas meditaciones.

Un Viernes Santo cuando estaban meditando fervientemente en estas consideraciones, la Bienaventurada Virgen se les apareció una segunda vez, les señaló el hábito negro de que deberían revestirse, y les dijo que sería muy de su agrado que ellos fundasen una nueva Orden regular cuya misión sería venerar y promover sin cesar el culto de los dolores que Ella soportó al pie de la Cruz del Señor.

En la constitución de esta Orden bajo el título de Servitas de la Bienaventurada Virgen, contaron con el apoyo de San Pedro mártir, ilustre dominico, que se hizo amigo íntimo de los santos fundadores a quien, en una visión particular, la Madre de Dios reveló sus designios para esta fundación.

La Orden fue aprobada por el Soberano Pontífice Inocencio IV.

Salud espiritual, virtud, alta civilización

Panorámica de Florencia, Italia.

En esta narración hay varios hechos magníficos que indican salud espiritual, virtud, alta civilización, que otrora ocurrían, pero que en nuestros días ya no se dan más, lo que indica la profunda putrefacción en la que se encuentra el mundo moderno.

Veámoslo punto por punto. Primero, existía en Florencia una cofradía en honor de Nuestra Señora que impedía los progresos de la herejía cátara. ¿Será que en nuestros días se fundaría una cofradía en honor de la Santísima Virgen para evitar el progreso de cualquier herejía? ¿Dónde encontraría aceptación tal cofradía?

En un momento dado, esta cofradía admitió a siete miembros de la aristocracia. Ahora bien, hoy vemos cuán arduo es el apostolado junto a las élites.

En una ocasión, los siete estaban rezando juntos. ¡Qué cosa tan hermosa encontrar a siete aristócratas rezando juntos! Fue cuando Nuestra Señora se les apareció exhortándolos a abrazar un tipo de vida más perfecto. Entonces decidieron retirarse a la soledad.

Después de algún tiempo regresaron a la ciudad y sucedió algo maravilloso por lo cual las personas alababan a Dios y los niños clamaban a fuertes voces: “¡He aquí los siervos de María!” La admiración de la ciudad por los jóvenes que abandonan todo por amor de Dios, y cuando regresan son calurosamente recibidos, ¿sucede esto hoy en día? Vemos así cómo todo ha cambiado, la fuente misma del bien parece estar estancada, mientras que la del mal parece haber alcanzado el colmo de su miserable fecundidad.

El título de siervos de María los dejó alegres y decidieron dedicarse al culto de la Madre de Dios. Por lo tanto, Nuestra Señora habló por boca de los inocentes y les dio un nombre, que aceptaron con alegría.

En nuestros días, vasta conspiración contra la Iglesia

Entonces la Santísima Virgen se les apareció una vez más y les dio la misión de honrar especialmente la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y las tristezas de María al pie de la Cruz. Es el attendite et videte –parad y ved si hay un dolor semejante al mío– que se canta en la Semana Santa.

Al pie de la Cruz, Nuestra Señora sufría en unión con los padecimientos de su Divino Hijo, no sólo por causa de los pecados que se estaban cometiendo allí, sino por los pecados de todos los tiempos. Por lo tanto, el inmenso pecado de apostasía –el peor de todos los siglos– los afligió en ese momento. Y por una reversión que es difícil que entendamos, los actos de reparación hechos hoy por nosotros consuelan a Nuestro Señor y a su Santísima Madre en el Calvario, porque al prever esta reparación nuestra, ellos se consolaron. De esta manera podemos consolarlos y desagraviarlos por los pecados cometidos hoy.

Entonces, qué significa esta expresión del profeta Jeremías: “Oh vosotros todos que pasáis por el camino, ¿parad y ved si hay un dolor semejante a mi dolor?” (Lm 1:12). ¿Qué significa “parad”? ¡Dejad vuestros pequeños problemas y preocupaciones, no os preocupéis con vuestros intereses personales!

Él no se refería a un camino material por el cual tal vez la gente pasaría cerca del Calvario, sino algo inmensamente más grande, el camino de la historia por el que transita toda la humanidad. Es una invitación a todas las personas que pasan a lo largo de los tiempos.

Esto en un mundo en el que se comete la peor de las ofensas a Nuestro Señor y a Nuestra Señora como nunca antes se practicó, porque en ninguna época hubo una tan vasta conspiración contra la Iglesia, y que llegase a una tan pequeña distancia de la victoria completa, de forma a constituir un superlativo de injurias.

Entonces, “parad y ved” es la misión de los siervos, es nuestra misión en nuestro siglo. Debemos ser almas reparadoras, tener en mente los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo y de su Santísima Madre. Sobre todo, con la idea de que los estamos consolando. Y si ellos tuvieron inmensos consuelos por la reparación de tantos santos a lo largo de la historia, también es cierto que recibieron una gota de alivio cuando tuvieron el conocimiento de que en este siglo de suprema apostasía estas palabras mías serían escuchadas con buenas disposiciones de alma.

Uno podría objetar que Nuestra Señora se les apareció a ellos, pero no a nosotros. Aquí se aplica lo que el Divino Maestro le dijo a Santo Tomás: “Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin ver creyeron” (Jn 20, 29).

En la capilla de una de nuestras sedes tenemos una reliquia de los siete Fundadores de los Servitas. En una ocasión, alguien preguntó por qué hay una sola reliquia y se mencionan los siete santos.

Se le explicó entonces que ellos fueron enterrados juntos, de modo que a medida que el tiempo pasó sus restos mortales se confundieron. Esta mezcla incluso de las cenizas de esos siete santos, que, en cierto sentido, formaban una sola alma y acabaron constituyendo una sola reliquia, dice tanto sobre las almas consagradas a Nuestra Señora que no se podría decir nada más.

Preanuncio de la devoción enseñada por San Luis Grignion de Montfort

Esta es una de las órdenes más antiguas especialmente fundadas para propagar la devoción a Nuestra Señora. Es muy bonito que lleven el título de Siervos de la Bienaventurada Virgen María. Como es evidente, este título presagia la devoción de San Luis Grignion de Montfort sobre la esclavitud a Nuestra Señora, con un despojo completo de todos los bienes presentes, pasados y futuros, incluyendo los espirituales, que son los méritos de nuestras buenas obras, puestos en las manos de María Santísima.

Ese título marca muy bien la diferencia entre la buena piedad católica y la Revolución. Hay quienes lo consideran indigno del hombre de nuestro siglo, como apropiado para ser usado en el pasado, pero no en nuestro tiempo cuando la esclavitud fue abolida; nadie más debería ser siervo, ni siquiera de Nuestra Señora. Así, con relación a ella se podría llamar hijo, pero no esclavo, porque la dignidad humana no conlleva tal título, ni siquiera en relación con la Santísima Virgen.

Por supuesto, ésta es una declaración igualitaria de carácter revolucionario.

Siendo Nuestra Señora la Reina absoluta del Cielo y de la Tierra, en relación con Ella todos son siervos, y es un honor el serlo. Es por eso que aspiramos y consideramos que es nuestro deber ser verdaderos esclavos de Ella, porque así seremos auténticos hijos. Porque la amamos como hijos, queremos servirla como siervos.

A los siete Fundadores de esa Orden religiosa, a la que quisieron dar el nombre de Siervos de María, la Iglesia los canonizó, instituyendo esta Orden, aprobando y promulgando sus reglas. Así, el magisterio de la Iglesia, de diversas maneras, indica que en relación a Nuestra Señora se debe ser siervo. Debido a que la amamos como niños, queremos servirla como siervos.

Los siete Fundadores de esa Orden religiosa, a la cual quisieron dar el nombre de Siervos de María, fueron canonizados por la Iglesia, instituyendo esa Orden, aprobando y promulgando sus reglas. Así, el magisterio de la Iglesia, de diversas maneras indica que en relación a Nuestra Señora se debe ser siervo.

El espíritu demoníaco de la Revolución, no queriendo ningún tipo de superioridad, no se contenta con abolir la jerarquía en la tierra –tanto la eclesiástica como la temporal–, sino que quiere negar incluso las desigualdades en el orden sobrenatural. Cuestiona la existencia de las inmensas desigualdades establecidas por Nuestro Señor entre su Madre y las demás criaturas, como Reina de todos los Ángeles y Santos y de todo el universo.

Si los siete santos servitas resucitaran y vieran las abominaciones proferidas por labios católicos y amadas por corazones católicos, ¡qué indignación tendrían, que reproches harían!

Debemos pedirles a ellos que intervengan aquí en la tierra y ayuden a establecer una verdadera devoción a Nuestra Señora entre los hombres y, con esa devoción, el sentido de la jerarquía y de la Contra-Revolución.

Notas

1Cf. GUÉRANGER, Prosper. L’année liturgique. Paris: Librairie Religieuse H. Oudin. 1900. Suplemento, p. 476.

2 Federico II (*1194 – †1250), Emperador del Sacro Imperio Romano Alemán.

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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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