Serenidad angélica y perturbación demoníaca

Publicado el 08/29/2021

Esteban Taboada.

¿Se ha preguntado porqué en muchas ocasiones siente en sí desánimo, cólera, angustia, perturbación, etc. … sin tener un motivo razonable para ello? ¿ha sentido alguna vez en el fondo de su ser la sensación de estar consolado, tranquilo y animado? Todo esto puede tener causas naturales, pero se engaña quien piensa que puede excluir totalmente las causas sobrenaturales (Dios) o preternaturales (ángeles y demonios).

El siguiente sueño de San Juan Bosco nos puede ilustrar mejor lo anteriormente dicho:

Cierta noche Don Bosco soñaba con un gran elefante, en apariencia tierno y amistoso. Este animal era traído a un colegio donde numerosos niños jugaban en la hora del descanso; cual no fue su sorpresa al constatar que en poco tiempo el ambiente del colegio cambiaba: los niños quedaban más agitados, muchos proferían groserías, otros parecían locos de furor y poco a poco todos cambiaban al agitarse en torno al animal, que por una misteriosa acción ejercía una atracción fuera de lo común.

Suena la campana, es el momento de la Misa, la mayoría se dirige pesarosa a la capilla por tener que abandonar al gracioso animal, el cual se dirige también a la Misa. En medio de la Santa Celebración una onda de aborrecimiento y distracción se esparce en la capilla, la mayoría de los niños se dejan permear por estos emanaciones, que increíblemente provenían del animal; muchos se giraban para verlo y el elefante daba la espalda a Jesús Sacramentado, dando muestras de una notoria irreverencia. 

En determinado momento el elefante se vuelve rojo y furiosamente empieza a agredir a los niños distraídos.

Los pequeños corren y se refugian a los pies de Nuestra Señora, el elefante se transforma en un demonio, llevándose a aquellos que no estaban bajo el amparo de Nuestra Señora.

El demonio desaparece, los niños protegidos rezan, Nuestra Señora los alienta y acaba el sueño.

Este sueño singular de San Juan Bosco ilustra claramente cómo la influencia del demonio puede marcar a una persona, dejándola propensa al pecado y adversa a las cosas celestiales, aunque ella misma no lo sepa. Ahora veamos un ejemplo contrario:

Lucía, Francisco y Jacinta, pastorcitos de Fátima

Un año antes de las apariciones de la Virgen de Fátima, los tres pastorcitos tuvieron sublimes contactos con un ser celestial que les revelaba grandes maravillas al respecto de la religión.

Tiempo después, éste les dijo a los niños que era el ángel de Portugal y los preparaba para un próximo encuentro con la propia Virgen María. ¿Cuál era el motivo de la aparición de este ángel? Era influenciar sus almas y crear un ambiente celestial en torno de ellos, de modo que tuvieran el alma dispuesta para escuchar el mensaje profético de Fátima. Este ángel no traía un mensaje, pero sí una atmósfera sobrenatural que dejaría apta el alma de estos niños para ver a Nuestra Señora cara a cara.

Estos ejemplos – muchos más podríamos colocar – levantan un poco el velo sobre cómo determinadas acciones de los hombres predisponen el temperamento y el alma para el bien o el mal. 

¿Cómo optar por las buenas influencias? Lo mas importante es reconocer estas influencias y, una vez reconocidas, abrirse para las que son buenas y rechazar las que son malas, distinguiendo dentro de sí cuáles me predisponen para la virtud y cuáles, para el pecado, pues siempre tendremos “elefantes rojos” que nos halan para abajo. ¡No los escuchemos! Alejémonos de ellos y, guiados por los ángeles, corramos a los pies de Nuestra Señora, donde encontraremos paz y serenidad; pues donde hay perturbación, hay maldad y pecado; en cambio, donde hay paz y serenidad, allí está el verdadero camino para llegar a la perpetua felicidad y gozar anticipadamente, ya aquí en la tierra, de las alegrías celestiales.

La serenidad y la perturbación se turnan independientemente en la vida del hombre; algunos las llaman de paz e intranquilidad, otros más clínicos las catalogan como salud y cansancio, los más modernos las tildan de relajación y estrés; sin embargo, casi ninguno reconoce en ellas la influencia directa de ángeles y demonios, pues tienen cerrados los ojos del alma para percibir en su vida realidades sobrenaturales o preternaturales, que marcan notoriamente la trayectoria de su existencia y, en la mayoría de ocasiones, el destino eterno de sus vidas. 

Estas realidades son aquellas que sobrepasan las realidades palpables que vemos con los ojos.

Abramos nuestra alma para el mundo sobrenatural y pronto seremos transformados y viviremos como ángeles.

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