Significado de los sufrimientos en esta vida

Publicado el 03/02/2023

La vida reserva, tarde o temprano, amarguras y decepciones, incluso para los hombres que en apariencia tienen más éxito. Si alguien quisiera inventar una doctrina perfecta para sufrir el mínimo en esta vida, concebiría la Religión Católica, porque sólo ella da una visión elevada para entender la cruz, así como el equilibrio de alma y el amor de Dios para cargarla.

Plinio Corrêa de Oliveira

Comentaremos algunos extractos de la Carta Circular a los amigos de la Cruz, de San Luis María Grignion de Montfort.

No se vive sin combates en este lugar de tentación

[33] Pero al final, si no quieres sufrir pacientemente y como el predestinado, cargar tu cruz con resignación, la llevarás con murmuraciones e impaciencia como los réprobos. Seréis semejantes a los que arrastraron gimiendo el Arca de la Alianza. Imitaréis a Simón de Cirene, que de mala gana puso su mano sobre la Cruz de Jesucristo, y que murmuraba mientras la cargaba. Finalmente, os sucederá lo que le pasó al mal ladrón, que cayó desde lo alto de su cruz hasta el fondo del abismo.

No, no, esta tierra maldita en la que vivimos no hace a nadie bienaventurado; no se ve bien en este país de tinieblas; nunca se está en perfecta tranquilidad en este mar tormentoso; nunca se vive sin combates en este lugar de tentación y en este campo de batalla; nunca se vive sin pinchazos en esta tierra cubierta de espinas. Es necesario que los predestinados y los réprobos tomen su cruz, ya sea de buena o mala voluntad. Guardad estos cuatro versículos:

Escoge una sola cruz, de las que ves en el Calvario.

Escoge bien, pues es necesario.

Que sufras como santo o como penitente,

¡O como condenado, que sufre eternamente!

Una filosofía mundana

Mundano es quien tiene la ilusión de poder encontrar la felicidad en este mundo y relegando a Dios y las cosas del Cielo a un segundo plano, corriendo tras esa felicidad efímera y mentirosa. Panorámica de Dubai

Mundano es quien tiene la ilusión de poder encontrar la felicidad en este mundo y corre tras ella. Estas dos cosas están conectadas, porque cualquiera que tenga la estupidez de pensar que puede encontrar la felicidad en esta tierra es lo suficientemente tonto para correr atrás de ella. Quien, por el contrario, tiene sabiduría, es bastante sensato para entender que en este mundo no hay felicidad perfecta y, por supuesto, no corre tras ella.

El gran error en este asunto, que se vive especialmente en nuestro tiempo, es pensar que en este mundo existe lo que el hombre quiere como felicidad. Desde pequeños, en nuestras primeras reacciones venía incluido este error, es decir, la idea de que el hombre desafortunado es el que siente cosas desagradables en su alma y en su cuerpo, y feliz el que experimenta cosas agradables. Entonces, si un individuo obtiene una serie de estas cosas en esta vida, es feliz; si no las consigue, es infeliz, porque esa privación constituye un elemento de infelicidad. Pero, si además sufre cosas positivamente desagradables, entonces es un desafortunado, un desventurado.

De ahí viene una filosofía mundana, porque si estos presupuestos se consideran verdaderos, la única razón de ser en la vida es obtener placeres. Y el deber es una especie de impuesto que se paga para obtener ciertos deleites.

Por ejemplo, un joven que estudia pintura se esfuerza para ser un buen pintor, ya sea porque le es agradable, o porque, aunque el oficio le disgusta en algunos aspectos, está dispuesto a aceptar lo desagradable para lograr, al final, cosas atractivas: una medalla de oro, brillar en una exposición, ser considerado como un buen pintor, etc. Pero todo no pasa de una cacería del placer.

Si es cierto esto, quien tenga un criterio de moralidad que no sea el placer es un tonto, y el sensato corre detrás del deleite. Pero si esta concepción, a su vez, es cierta, el hombre que logra cosas consideradas como elementos de placer es respetable; y el que no las consigue es un fracasado, un cretino. Vemos, por lo tanto, cómo todo esto redunda en una filosofía errónea según la cual quien alcanzó éxito tiene valor, quien no lo obtuvo no vale nada.

Es curioso cómo esto está muy vivo en nuestro ambiente e impregna las vivencias, incluso cuando las personas teóricamente lo rechazan, generando verdaderos complejos en aquellos que tienen vergüenza de presentarse ante los demás porque no obtuvieron ningún éxito según el criterio de esta filosofía. Si lograran algún éxito, entonces se manifestarían con la cara al sol, a la luz del día.

Para todo el mundo la vida reserva decepciones de las más estruendosas

Esto después de todo se reduce a naturalismo y mundanismo. Es razonar sobre esta vida, en primer lugar, viéndola como no es. Y, en segundo lugar, tomarla como si la religión católica no fuera verdadera.

Viendo la vida como no es porque sólo un verdadero tonto no entiende que la existencia reserva, tarde o temprano, las cosas más aflictivas y las decepciones más amargas para todos, sin ninguna excepción, incluyendo aquellos que en apariencia tuvieron más éxito.

No encontré un solo hombre que habiendo alcanzado la edad de cincuenta años, mirando su vida, por más exitosa que fuera, no le pareciera una batalla tremenda; tan tremenda que comienza a ver la muerte al final del camino, y a preguntarse si valió la pena haber vivido. La pregunta que se puede hacer a una persona como esta es la siguiente:

¿Le gustaría nacer de nuevo y pasar por todo lo que pasó?

La respuesta de algunos sería:

¡No, en absoluto!

De otros:

No lo sé. Mejor dicho, tal vez prefiera arrojarme a los oscuros abismos de la muerte, para rehacer todo lo que el otro piensa que es una vida de placeres.

Este es un mito erróneo con que se educan a las personas de las élites de la sociedad y al que se deben sus fracasos crónicos. La Revolución, queriendo liquidar una clase social, pone esto en la cabeza de sus componentes haciendo que todo se pierda. De hecho, todos los países decaen cuando la clase dirigente está en este estado de espíritu y lo comunica a los estratos inferiores.

A medida que ese sentido de la vida se extiende como una mancha de aceite, la podredumbre lo acompaña. Y cuando llega a las últimas clases sociales, el país se deshace. No hay nadie que resista a una quimera como esta.

Observando parejas de novios en la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús

El coche del Dr. Plinio, frente al Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, São Paulo -Brasil

De modo que, aunque sea algo muy sabido, por más que se repita, es difícil sacarlo del subconsciente de las personas. Un individuo oye esta explicación y dice:

Ah, es cierto, por supuesto, pero me doy cuenta de que tendría una pequeña manera de ser feliz.

Se le pregunta:

¿Cuál es esa manera?

Respuesta:

Deme tal cosa y me sentiría feliz.

El sujeto la recibe, pero no queda contento y dice:

Tengo todo lo que me gusta, pero no tengo fortuna. Si la tuviera, sería feliz.

Razonamiento claro como la luz del fuego, pero a la vez tonto como lo es la necedad, porque exactamente la frustración está en lo que más quiere el individuo y que, consiguiéndolo, tiene la ilusión de haber logrado la felicidad. Lo duro es que realmente, para cada uno de nosotros hay algo que, obteniéndolo, en apariencia, nos dejaría felices. Pero la estructura del espíritu humano y el contenido de los bienes terrenales son tales que ahí está la ilusión. O el individuo los obtiene o no los obtiene. Si no los obtiene, queda amargado; si los obtiene, los va a coger y se le vuelven amargos.

He puesto atención, en la Iglesia del Corazón de Jesús, a las parejas que bajan del altar después de su boda y noto que, en general, son uniones basadas en el concepto moderno del amor. Viendo sus caras se percibe que ya están completamente desencantados el uno del otro. Ese matrimonio fue hecho medio maquinalmente porque fue pactado, y si no se hubiera hecho sería peor. La chica piensa: “A fin de cuentas, no me casaré, a menos que me case con este tipo que está aquí”. Él piensa: “Ya estoy tan comprometido con ella; de las que me gustaron, esta fue la que más me gustó. Entonces acepto”.

Incluso es interesante leer la fisionomía de la joven cuando entra a la iglesia y cuando sale. Ella entra del brazo de su padre, con una expresión de esperanza y pensando en la escena que tendrá lugar: “¡Ahora me casaré!” Y sale con su marido, con el semblante de quien piensa que el matrimonio fue en su detrimento.

El otro día estaba en un coche frente a la iglesia cuando entró una pareja de novios. Él no giró la cabeza para mirarla, ni ella a él. La novia estaba exclusiva y nerviosamente preocupada por los pliegues del velo, y con este pensamiento: “Esta miseria de velo tiene tanto pliegue y da tanto trabajo, no me siento bien mientras esté con él. ¿Cuándo me podré deshacer de esta porquería?” El novio, a su vez, miraba hacia la plaza, donde sucedía algo que le interesaba.

Una ilusión que necesita ser despejada periódicamente

En esta vida todas las cosas son así, no solo el matrimonio. Aquí está exactamente la ilusión de los mundanos. Piensan que tienen muchas cosas, pero en realidad no poseen absolutamente nada.

Por ejemplo, el hombre que hizo una carrera y alcanzó su ápice. La parte de la familia que no progresó lo mira cómo se mira un perrito al que le damos algo y hace un guiño con las paticas. Pero el pobre que está allá arriba está amargando. Digamos que es senador. Para él sería peor no tener ese cargo, pero ocuparlo le causa una frustración enorme y continua.

Podemos hacernos una idea de lo que representa esta frustración analizándola en el campo de la salud. Se va a un hospital, en general, los enfermos miran por la ventana y piensan: “¡Oh, si fuéramos ese joven fuerte allí! Mira lo bien vestido que está, desbordando de salud, caminando en el entorno del hospital, ¡qué delicia!”

Pregúntese al joven si la salud está resolviendo sus problemas. Él dirá: “Si tuviera como único estorbo un hígado que funciona mal, cambiaría mi ‘salud’ por muchas cosas, porque eso me fastidia y me atormenta”. Es decir, es todo así. Y el mayor engaño para una persona es hacerse una idea falsa sobre esas cosas.

En ciertos puertos donde no se draga continuamente el sedimento de arena, se va acumulando en montículos y, tiempo después, quedan obstruidos. Asimismo, esta ilusión necesita ser dragada periódicamente. Porque es solo dejar de pensar en este asunto que inmediatamente en las vivencias del hombre se establece la noción contraria. En este punto, el hombre es de una pertinacia incalculable y por eso insisto. La dificultad del tema está exactamente en esto: cuando se habla de ello se consideran banales los buenos principios. Pero si no se habla de ellos, se olvidan.

Así, el que orienta almas y desea ser una persona celosa por mantener la verdad a este respecto queda en una sin salida y con una obligación: O ella insiste continuamente y se vuelve aburrida o nunca levanta el tema formándose en el fondo de las almas un banco de arena, en el cual todas las buenas resoluciones encallan y después no hay más que el naufragio.

Aquel que no quiere sufrir como Nuestro Señor sufrirá como demonio

Simón Cirineo – Santuario Bom Jesus do Monte, Braga, Portugal

Eso significa que si no quieres sufrir con alegría como Jesucristo…

Lo que San Luis Grignion deduce es esto: no tiene ningún sentido querer huir de la cruz, porque tendrá que llevar otra cruz, protestando. Y lo que no se sufre como fiel a Nuestro Señor Jesucristo, lo sufre como un demonio.

Hay un cierto tipo de personas que saben que la vida es este horror del que estoy hablando. Pero de ahí sacan una conclusión terrible: “Esta vida no debería ser ese horror. Es malo que lo sea, me rebelo y, por tanto, viviré amargado”.

Los escoceses, los holandeses y los calvinistas franceses tienen exactamente ese espíritu. Si alguien quiere contradecirlos, responderán: “No sirve de nada decirme que hay tal o cual placer, porque ni siquiera condesciendo en sonreír a esos deleites. Esto aquí es realmente frustrante, pero no debería serlo y yo me irrito”.

En esas caritas de serpiente, se pueden ver muchas anomalías morales. El horror que existe dentro de esos individuos es increíble. No tuvieron sino placeres, pero sufrieron como demonios porque no quisieron sufrir como Nuestro Señor. Esa es la realidad.

[34] Sin embargo, si al contrario sufres como debes, la cruz se convertirá en un yugo suavísimo que Jesucristo cargará contigo. Se convertirá en las dos alas del alma que la llevarán al Cielo; se convertirá en el mástil del barco que te hará llegar al puerto de la salvación feliz y fácilmente.

Se nota esto en la vida de cualquier bienaventurado, Santa Teresita, por ejemplo. Cuando la cruz vino a su encuentro, engulló el trago amargo y quedó después tan contenta que necesitó mortificarse para no ver si era hemoptisis [ndr. eliminación de sangre por aparato respiratorio] o no. Y caminó hacia la muerte en medio de mil pruebas, pero alegre. Así fue con todos los santos. Es decir, en realidad ellos llevaron una vida más feliz porque cargaron la cruz con amor.

La alegría de la cruz

Cargad vuestra cruz con paciencia, y por esta cruz bien llevada seréis iluminados en vuestras tinieblas espirituales, porque el que no sufre por la tentación no sabe nada.

Este principio es muy fructífero. El sufrimiento es lo que más aumenta la inteligencia del hombre. Y el peor de los sufrimientos, para el alma que no cede al pecado, es ser tentada. De modo que el ser tentado es un ápice de sufrimiento, y eso da una ciencia de la vida, con el tiempo al menos, que otras almas no poseen. Feliz, en este sentido, es el alma tentada. Es como una fruta que se expone a un sol abrasador estando aún verde, pero que con eso madura más rápido y es más sabrosa. Esa es el alma que sufre.

Cargad vuestra cruz con alegría y seréis abrazados por el amor divino, porque nadie puede vivir sin dolor en el amor puro del Salvador. Solo se cogen rosas entre espinas. Sólo la cruz alimenta el amor de Dios, como la madera alimenta el fuego.

La alegría de la cruz es un tema que merecería ser desarrollado.

Para que la persona pueda disfrutar de esta alegría es necesario que tenga esta templanza primera, por la cual entiende que hay una forma de felicidad en no estar disfrutando de nada, aunque tampoco sufra. Ella vive normalmente como todos los demás, sin grandes alegrías, grandes placeres, grandes emociones, y debe considerarse feliz. La búsqueda de la gran emoción como condición para la felicidad es una de las causas más graves de todo tipo de infelicidad.

Incluso se podría decir esto: si una persona tuviera continuamente grandes felicidades, emocionantes y sensacionales, desgastaría de tal manera su sistema nervioso, todo el mecanismo de sus apetitos, que quedaría completamente arruinado. Tener continuamente emociones con cosas nuevas es un vicio, una forma de intemperancia, y con esto viene la infelicidad.

La felicidad es aquella del alma temperante que, por ejemplo, pasa un día domingo así: tuvo una noche normal, se despierta por la mañana y lee su periódico o toma el coche y da un paseo, vuelve a la casa y reza sus oraciones; por la noche, cena, camina un poco más, reza y duerme. Esta persona tuvo un buen domingo que le satisfizo enteramente. Ella no tiene que estar a todo momento con algo que le mueva su sensibilidad. Este estado de espíritu de una vida ordenada y común, sin grandes sensaciones, es un presupuesto para encontrar la verdadera felicidad.

Holocausto de amor desinteresado

Santísimo Cristo del Perdón y Nuestra Señora Dolorosa – Parroquia de Santo Domingo, Málaga, España

Cuando la persona comprende el valor de estas cosas, también entiende que algunas cruces caigan sobre sus hombros, siempre y cuando no corten completamente esto, pues son cruces que permiten mantener una vida soportable. Y una persona no tiene derecho de considerarse infeliz cuando lleva una vida así.

El verdadero infeliz es el que tiene una existencia insoportable. Quien lleva una vida tolerable, para las condiciones de este valle de lágrimas, es una persona feliz, no necesita nada más. Por eso, el primer valor para llevar la cruz proviene precisamente de esta templanza: la cruz no hace la vida insoportable.

Sin embargo, hay momentos –son a veces fases, años– en que la cruz se vuelve como que insoportable. Entonces, interviene otra tabla de valores mucho más alta: la sobrenatural. Uno piensa: “Es verdad, es muy difícil, pero estrictamente hablando puedo aguantar eso. Entonces lo voy a soportar por más que sufra. ¿Por qué? Porque Dios lo permitió. Y San Luis Grignion de Montfort enseñó un principio magnífico: Dios es un obrero perfecto, un escultor incomparable. Él nunca hiere la piedra a menos que sea con enorme sabiduría, y nunca me permite sufrir a menos que sea por una razón muy profunda. Por lo tanto, este sufrimiento, de algún modo, aunque no perciba cuál, hará bien a mi alma. Voy a abrazarlo con paciencia, con resignación por causa de los bienes del Cielo que deseo, del Purgatorio que abrevio y del Infierno que evito”.

Aún más feliz es el alma que se eleva a una condición superior y dice: “Y también para salvar otras almas”. Mucho más feliz cuando puede decir: “Dios mío, soy esclavo vuestro; haced, Señor, de vuestro pobre esclavo lo que entendáis. Me pongo en vuestras manos. Si queréis eso de mí, yo también lo quiero, por más que me duela. Muero por vos en vuestras manos con la alegría de haber logrado en mí aquello que vos queréis”.

Este es un holocausto de amor desinteresado.

¡De esta manera, el hombre lleva con facilidad y alegría una cruz, aunque sea muy cruel! Alegría significa lo siguiente: en lo profundo del alma acepta aquello, considerando que tiene cuenta, peso y medida, y por lo tanto muere en paz, por más que la situación sea dura. Esa es la cruz.

Si un individuo quisiera inventar una doctrina perfecta que le haga sufrir lo menos posible en esta vida, inventaría la Religión Católica, porque al practicarla el sufrimiento se hace más llevadero y por lo tanto disminuye aún más la cruz.

Se dice que la religión católica es la religión de la cruz. Esto es mil veces cierto, con esta advertencia: es la religión de la cruz porque da una visión alta para entender la cruz, así como el equilibrio de alma y el amor de Dios para cargarla. En otras religiones el sufrimiento es mil veces peor, no hay comparación.

Así, queda probado este principio: “Por la cruz se llega a la luz”. De hecho, sólo almas así cargan la cruz y alcanzan la luz. 

Extraído de conferencia del 7/10/1967

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