¿Sólo el arte sacro puede ser cristiano?

Publicado el 09/04/2023

Una obra de arte no es cristiana por el hecho de estar cubierta de símbolos de nuestra santa Religión, como un hombre no se hace fraile por vestir un sayal. Es preciso que sea católica el alma que en la obra de arte palpita, para que esta se pueda decir genuinamente cristiana.

Plinio Corrêa de Oliveira

Por las altas ventanas, guarnecidas de vitrales, entra una luz abundante pero suave, que se refleja en el piso, en el metal pulido de las armaduras y de las panoplias, en el bronce y en el cristal de los inmensos candelabros, y parece alcanzar a duras penas las nervaduras y pinturas del techo.

Recogimiento, gravedad, equilibrio y fuerza

Castillo Zleby. República Checa

Las columnas, fuertes y delicadas, se abren a lo alto como inmensas palmeras que protegiesen la sala con sus ramajes de piedra, de líneas coherentes, nítidas y suaves. La sala está fuertemente impregnada de un ambiente peculiar, que convida a un reposo sin ocio ni disipación, un reposo todo hecho de recogimiento, gravedad, equilibrio y fuerza.

Las armaduras, los venados embalsamados enriquecen el ambiente con el eco de las proezas practicadas en la cacería y en la guerra. El lambris de madera trabajada quiebra con su delicadeza y carácter acogedor lo que la austeridad de la piedra tal vez tuviese de excesivo. Al fondo, sobre un pilar, la imagen de un santo atrae el pensamiento para el cielo.

Sin duda, salas así reflejan una mentalidad que podrá agradar a algunos, quizás desagradar a otros, pero que de un modo o de otro supo disponer admirablemente de los colores y de las formas para expresarse. Son salas de uso civil cotidiano. Presentan el ambiente en que el espíritu de nuestros mayores se sentía cómodo para vivir la vida corriente.

Expresión arquetípica del alma cristiana

Detalle de la Sainte-Chapelle de París, construida en el siglo XIII por San Luis IX, rey de Francia, para contener algunas espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo

La Sainte-Chapelle de París, construida en el siglo XIII por San Luis IX, rey de Francia, para contener algunas espinas de la corona de Nuestro Señor Jesucristo, expresa la misma mentalidad, no en cuanto entregada a la vida diaria, sino en cuanto dirigida a la oración,

La nota de delicadeza alcanza lo sublime. Ni por esto la fuerza, el equilibrio, la gravedad y el recogimiento pierden algo de su plenitud. Eclesiásticos, artistas, peregrinos de todos los siglos han visto en la Sainte-Chapelle, en el ambiente que en ella palpita, en la mentalidad expresada en sus líneas, sus colores, sus formas, su configuración general, la expresión arquetípica del alma cristiana.

La sala es cristiana como cristiana es la capilla. Y esto no sólo por el efecto de las imágenes y símbolos religiosos que allí se encuentran, como por el ambiente que allí se respira, por la mentalidad que queda subyacente a este ambiente.

De donde se llega a una noción más amplia. Una obra de arte no es cristiana por el simple hecho de estar cubierta de símbolos de nuestra santa Religión, como un hombre no se hace fraile por el simple hecho de vestir un sayal.

Es preciso que sea católica el alma que en la obra de arte palpita, para que esta se pueda decir genuinamente cristiana. Y el ambiente cristiano no es susceptible de impregnar apenas un edificio destinado al culto, sino cualquier lugar que tenga en su configuración la marca inconfundible con que el alma cristiana expresa todo cuanto hace.

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