
Madre nuestra, es vuestra gracia la que nos inspira la indignación más ardiente, el rechazo más profundo, la execración más aguerrida contra el mal presente en el mundo.
Plinio Corrêa de Oliveira
Oh Madre y Reina nuestra, considerad cómo vuestro nombre y el de vuestro Divino Hijo son ultrajados en toda la Tierra, por las blasfemias y violación continua y ostensiva de la Ley de Dios; cómo el inmenso mar de impiedad ya se extendió por todo el orbe y amenaza cubrir las pocas ruinas de la Cristiandad que aún no consiguió abatir enteramente.
Considerad — ¡oh supremo dolor! — que incluso en la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, nuestra madre infalible, indestructible, santísima e indeciblemente querida, ¡el enemigo penetró en proporciones que aturden y afligen nuestras almas!
¡Mirad, oh Sede de la Sabiduría, cómo tantas almas van siendo devoradas por el demonio en las tinieblas del error!
Oh Madre nuestra, es vuestra gracia la que nos inspira la indignación más ardiente, el rechazo más profundo, la execración más aguerrida contra el mal presente en el mundo.
Oh Señora, que sois terrible como un ejército en orden de batalla, venid cuanto antes para derrumbar este orden de cosas diabólico, a lanzar al Infierno a los demonios, a herir, dispersar y aniquilar en toda la faz de la Tierra a los secuaces de satanás y, por fin, ¡implantar sobre la piedra angular de la devoción a Vos la era bendita de vuestro Reinado!
Humildemente imploramos que nos asistáis con vuestra fuerza para que seamos batalladores terribles e indómitos, en los días de los castigos que se aproximan. Así sea.