Tras los bastidores de la deserción

Publicado el 03/15/2022

monaterio

Daniel Vinícius

El resonar de los pasos rápidos en el corredor, llama la atención de los que viven allí. Es el superior que se detiene, con un aire de mucha gravedad, ante la puerta abierta.

Dentro del aposento no hay nada, tan solo el mobiliario… y el hábito del antiguo residente colgado en el armario.

Los que viven allí acuden al lugar para ver y a medida que van comprendiendo lo sucedido, se ponen a indagar la causa.

¿Dónde y en qué época histórica estamos? Esto no interesa, pues esta escena la Historia ya la  repitió en muchos lugares, en diversas épocas y con nombres variados. Tan solo un factor es común a todas las veces en que este hecho ocurrió: la ACEDIA.

¿Que es la “acedia”?

Los mejores tratados sobre la Caridad, presentan dos vicios que se oponen a esta preciosa virtud: el odio a Dios, es la mencionada “acedia”.

En el original griego ακηδία (akedía), esta palabra puede tener diversos significados: indiferencia, pereza, descuido, desespero, etc. De hecho, Santo Tomás de Aquino (Suma Teológica II-II, q. 35) considera este vicio como capital, justamente por derivarse de este todos los horrores arriba enumerados. Pues bien, ¿Cómo reunirlos todos en una definición? Insensibilidad del corazón a lo sobrenatural.

¿Que males puede causarme la acedia?

“Estad atentos para que no se vuelvan pesados vuestros corazones!” (Cfr. Lc 21, 34). El consejo del Divino Maestro, nos muestra bien cómo la prueba de la espera y la aridez, resistidas sin grandeza de ánimo y fervor, poco a poco son sustituidas por una conformidad de vivir sin Dios. 

Prontamente, el mentiroso “demonio del medio día”, sugiere al alma descuidada alma negligente: “¡Cómo es pesada tu vida! Oraciones, adoraciones al Santísimo Sacramento, recogimiento, ceremonial… ya no encuentras el consuelo en esto! Vete a buscarlo en otro lugar…”

Y, como es costumbre, el enemigo nunca da lo que promete.

Tomada por tristezas inexplicables, el alma es envuelta por una terrible pereza. Dice el libro de lod Proverbios que “Como la puerta gira sobre sus bisagras, así da vueltas el perezoso en su cama” (26, 14); a cada paso que se le pide, esta alma responde con el eterno “Ya voy…”. De esta torpeza nace la pusilanimidad: Cualquier esfuerzo en su vocación le parece demasiado. Cuando le es exigida a esta alma una mayor generosidad, nace allí el rencor:

Muerte de Voltaire

“Crees en la divindad de Jesucristo?” –  Le preguntó el confesor a Voltaire en su lecho de muerte. “Por favor, padre, no me hable más de ese hombre, pues quiero morirme tranquilo…”. Al final, revuelta en sus melancolías, la mente divaga en cosas ilícitas, buscando el consuelo prometido, y tan solo encuentra la desesperación:

“¡No me interesa lo que Dios quiera de mí, yo no lo quiero más!”

¿Cómo não cair na acédia? Los maestros de vida espiritual acostumbran atribuir como las principales causas de la acedia, el apego desordenado a los bienes temporales, y especialmente a la sensualidad. Esto es muy cierto. Pues bien, parece haber algún punto antes de estas concesiones. Oigamos lo que nos aconseja la voz del Espíritu Santo:

“Me ubicaré en mi torre de vigía y me pondré de pie sobre mi almena para ver si diviso su respuesta, lo que él va a contestar a mi pregunta.

Esta visión espera su debido tiempo, pero se cumplirá al fin y no fallará; si se demora en llegar, espérala, pues vendrá ciertamente y sin retraso. Aquí la tienes: El que no es íntegro nunca contará con mi favor, pero el justo vivirá por la fe”. (Hab 2, 1.3-4).

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