Un lirio nacido en el lodo

Publicado el 08/27/2023

La vida de San Alejandro parece un cuento de hadas: Andrajoso y ennegrecido por el oficio de carbonero, era de hecho, un vaso de elección. Elevado a la dignidad episcopal, manifestó nobleza y fidelidad. Contemplamos aquí a un Santo, símbolo de tantas otras almas esparcidas por el mundo y que poseen una rara belleza. Nuestra Señora realiza a través de ellos los magníficos designios de la Divina Providencia para esta Tierra.

Plinio Corrêa de Oliveira

Los datos que expondré a continuación fueron tomados del libro Vidas de los Santos, escrito por Rohrbacher1. Es la elección de San Alejandro como obispo de Comana.

Despreciable a los ojos de los hombres

A mediados del siglo III, los cristianos de Comana, en el Ponto, enviaron diputados a San Gregorio Taumaturgo, obispo de Cesarea, pidiéndole un obispo. San Gregorio fue a la ciudad en busca de un pastor para la nueva diócesis. Los magistrados y jefes del lugar buscaban lo más noble, lo más elocuente o lo más distinguido por sus cualidades brillantes. Le presentaron numerosos pretendientes. San Gregorio, que consideraba más la virtud, les dijo que no debían despreciar ni siquiera a aquellos cuyo exterior parecía despreciable. Uno de los que presidió la elección quiso ridiculizar las palabras del Santo y dijo:

Si no quieres lo mejor que tenemos, debéis ir y encontrar un obispo entre los artesanos y la plebe. Os aconsejo a Alejandro el carbonero. Todos aceptaremos la elección.

¿Y quién es este Alejandro? – preguntó Gregorio.

Se lo presentaron, entonces. Estaba medio desnudo, cubierto de andrajos sucios y podridos. Se veía claramente cuál era su profesión por la negrura de sus manos y de su rostro. Todos comenzaron a reír, al contemplar esta figura en medio de la asamblea.

Un vaso de elección escondido por el demonio

Encuentro de San Gregorio Taumaturgo con San Alejandro

Alejandro no estaba asombrado, no miró a nadie y parecía estar satisfecho con su estado. De hecho, era un filósofo cristiano, un verdadero sabio. No había sido la necesidad lo que lo había reducido a esa situación, sino el deseo de esconderse para practicar la virtud. Era joven y hermoso, no le faltarían ocasiones de tentación, y quería ser casto. El polvo del carbón que lo desfiguraba era como una máscara que impedía que lo reconocieran. Su oficio también le sirvió para vivir inocentemente y hacer buenas obras. San Gregorio, al descubrir quién era, les ordenó que lo bañaran y lo vistieran con sus propios trajes.

Así, llegó con el aspecto de otro hombre, atrayendo la atención de todas las miradas.

No os sorprendáis – dijo San Gregorio– si os habéis engañado, juzgando según los sentidos. El demonio quería volver inútil este vaso de elección, escondiéndolo.

Solemnemente consagrado obispo, al pronunciar su primer discurso, Alejandro asombró a los presentes.

San Alejandro, célebre por su predicación, gobernó dignamente la Iglesia de Comana hasta la persecución de Decio, cuando sufrió el martirio por la fe.

Suena como un cuento de hadas. En este episodio no hay nada que no sea admirable. ¿Qué comentario hacer al respecto de un hecho como éste?

Notemos que lo maravilloso se suma a lo maravilloso. Un joven bello, gran filósofo, sagaz, un verdadero sabio que decide huir del mundo, va para un pueblo como Comana haciéndose carbonero, profesión modesta, humilde, elegida por él para desaparecer a los ojos del mundo.

Humilde, casto y sin pretensiones, lleno de conocimientos

Decide presentarse ennegrecido por el carbón para que su hermosura no atrajese expresiones de admiración. De esta manera, vive inocentemente en una profesión ardua que le da pobreza, y en la cual no tiene ocasiones de pecado, robo y otras cosas parecidas, sino que vive entre su carbón y su Filosofía.

¿Cómo sería un crepúsculo asistido por San Alejandro, siendo aún carbonero?

Imaginémoslo sentado en cualquier choza de un suburbio de Comana cerca de un bosque, que tal vez era una tierra abandonada de la que sacó la leña para reducirla a carbón.

Allí, en el silencio de una tarde pesada y cálida, se sienta fuera de la casa con las manos y la cara manchadas por el carbón, esperando que se termine de cocer un poco de comida preparada en la cocina, meditando y haciendo filosofía de aquello, pensando, distinguiendo y elaborando una arquitectura de espíritu, elevándose hasta la teología, rezando a Nuestra Señora, eventualmente teniendo una visión; luego entra en la casa para ir a comer el calabacín que había preparado, y enseguida vuelve a la meditación. A horas tantas, va a la iglesia para rezar, visitar el Santísimo Sacramento y una imagen de Nuestra Señora y, finalmente, comienza la noche casta, piadosa y tranquila de su Comana.

¿Se puede imaginar algo mejor que eso? Dan ganas de dejarlo todo y correr a la carbonería de San Alejandro, con la condición de no oír hablar del mundo moderno, y llevar una vida tranquila, casta y despreocupada. ¡Qué cosa maravillosa!

Maravillamiento recíproco que destrona a los orgullosos

Bueno, este hombre es llamado, de repente, a una asamblea y entonces viene el toque de lo extraordinario en su vida. Comienzan a reírse de él, “¡Ahí lo tiene! ¡Coja a ese carbonero!” Él, que interiormente podría estar riéndose de todos por ser mucho más inteligente y culto que ellos, sin embargo, está satisfecho, sintiéndose bien al ser objeto de su burla, porque ama la humildad.

Imaginemos, en aquella asamblea, a los notables decadentes de la aldea, queriendo que un obispo los adornase con sólo consideraciones humanas; y allí la figura probablemente majestuosa, venerable, sabia, tranquila, llena de interioridades y misterios de San Gregorio Taumaturgo, famoso por realizar una enorme cantidad de milagros, y que preside la reunión. Dos santos están presentes, uno frente al otro, alrededor de la pequeña autoridad degradada de Comana.

Uno puede ver, en el fondo, lo que la narración no dice: ciertamente, San Alejandro contemplaba embriagado de entusiasmo a San Gregorio Taumaturgo, quien, a su vez, fijaba con deleite la atención en el humilde carbonero, pues percibía en él a una persona de alto valor. Así que se interesó por él, quiso percatarse de quién era realmente y, después de todo, sacó el diamante de su tizne.

Ahora, imaginemos esas pequeñas notabilidades aplastadas, la vanidad mundana pisoteada, cuando San Alejandro entra en la misma asamblea, esbelto, fino, limpio, vestido con los propios ornamentos episcopales de San Gregorio. Es la derrota completa de esos personajes. Quien fue aplastado, ahora es levantado, y los que se rieron se quedan mudamente quietos. Se verifica la sentencia del Magnificat: “deposuit potentes de sede et exaltavit humiles” – derribó del trono a los poderosos y exaltó a los humildes (Lc 1, 46). San Alejandro es consagrado obispo y hace un sermón que deja a todo el mundo atónito. Esas “grandezas” locales, suburbanas y montañesas fueron aplastadas por la figura superior del nuevo prelado.

El lirio nacido del lodo, en la noche y bajo la tempestad

¿Cómo termina la vida de San Alejandro? Estalla una persecución. Un buen día, lo arrestan, derrama su noble sangre en holocausto ofrecido por Nuestro Señor Jesucristo y para dar testimonio de su adhesión a la fe católica. Es un mártir más que, después de haber estado todo pintado de negro, terminó teñido del rojo de su propia sangre. Seguramente su cuerpo fue llevado a las catacumbas y allí conservado por la piedad de los fieles.

¿Es posible desear una maravilla más grande que esta? Desafortunadamente, solo podemos lamentar que nuestra época, tan cerrada a lo maravilloso, no tenga tales bellezas; pero es exactamente de esta manera como Dios castigó estos tiempos, disponiendo las cosas de tal manera que lo maravilloso ya no aparece. Todo es banal, superficial e insípido, cuando no es hediondo y pecaminoso.

Sin embargo, hay almas dispersas por el mundo que poseen una rara belleza y por lo tanto escapan de esa hediondez, a través de las cuales Nuestra Señora obra la maravilla de la humildad completa, de la sujeción y la fidelidad perfecta a la Iglesia Católica, Apostólica y Romana en sus peores días, precisamente en los momentos en que esta fidelidad sería más difícil de esperar.

María Santísima imprime en estas almas elegidas el maravilloso perfume de una devoción mariana llevada a los extremos límites deseados por San Luis María Grignion de Montfort, y son las únicas capaces de esparcir este aroma en medio de la pestilencia y de emitir luz entre las tinieblas, porque son luminosas, nobles y poseen una maravilla propia.

Es como un lirio que florece en el pantano, por la noche y bajo la tempestad, para indicar que la Divina Providencia y Nuestra Señora tienen magníficos designios para esta Tierra. Lo maravilloso queda prácticamente reducido a nada, pero tendrá una verdadera expansión en el Reino de María que, si Dios quiere, no tardará mucho en llegar.

Notas

1Cf. ROHRBACHER, René François. Vidas dos santos. Vol. XIV. São Paulo: Editora das Américas, 1959. págs. 331 a 333.

 

Deje sus comentarios

Los Caballeros de la Virgen

“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

version mobile ->