
Monseñor João Clá Dias.
Profundamente católicos, los padres de la joven Lucilia procuraron transmitir a sus hijos el precioso don de la Fe que habían recibido en el Bautismo y heredado de sus mayores. Ejemplo de ello es una Oración al Espíritu Santo que se encontró entre los papeles que Doña Lucilia dejó. En la misma no reconocemos su primorosa letra.
¿Quién la habrá escrito? Un rasgo decidido, aunque delicado, nos lleva enseguida a distinguir, en sus trazos, la caligrafía de Doña Gabriela.
La oración había sido compuesta por el Dr. Antonio, y Doña Lucilia la guardó durante toda su vida como entrañable recuerdo de la solicitud paterna. Copiada de su puño y letra por Doña Gabriela, a fin de que su hija la rezara frecuentemente, se desprende de ella un luminoso reflejo del ambiente de candor y piedad que envolvía a la familia Ribeiro dos Santos.
«Espíritu Divino, Creador del Universo, presente en el Hombre Hijo de María Virgen para salvar a la Humanidad, guiándola por el camino de la virtud y de la perfección a la Paz perpetua en el seno de Dios.
Tú que estás por todas partes, manifestando tu infinito poder, humildemente te pido, perdona mis culpas, ilumina y fortifica mi espíritu en todos los actos de mi vida, para que mis acciones estén siempre de acuerdo con los eternos preceptos de Jesús, y pueda, practicando el bien y teniendo sincero arrepentimiento de mis pecados, purificar mi alma, haciéndola merecedora de tu Reino.
Protégeme con tu inagotable bondad en Jesús para que los impulsos malos no me suplanten ni ofusquen la razón, y pueda gozar en la mansión de los justos de la eterna vida prometida por Jesús a sus hijos. Amén»
Pero la Providencia tiene para cada quien sus vías. Y aunque Doña Lucilia conservará durante toda su existencia una gran devoción al Espíritu Santo —fruto, seguramente, de la solicitud de sus padres— desde muy joven se dejó embriagar por las suaves llamadas del Sagrado Corazón de Jesús, a quien tomó por modelo.
Tomado del Libro Doña Lucilia, Capítulo II; pp.93-94