Un Papa que expulsó a los herejes del seno de la Iglesia

Publicado el 07/03/2022

San León II, refiriéndose a las faltas de su predecesor, Honorio I, declaró que éste, “en lugar de purificar esta Iglesia Apostólica, permitió que la Inmaculada fuera mancillada por una traición profana”. Al canonizar a León II la Esposa de Cristo quiso mostrar que la plenitud y la vivacidad de la fe se oponen a la tolerancia, a la composición y a la inercia en relación a la herejía, tan frecuentes en nuestros días.

Plinio Corrêa de Oliveira

Tengo para comentar dos notas sobre dos santos que vivieron a una gran distancia en el tiempo.

San León II, Papa, que aprobó las Actas del VI Concilio Ecuménico para condenar la falta de aquél que, según el decir de dicho santo, “en lugar de purificar esta Iglesia Apostólica, permitió que la Inmaculada fuese maculada por una traición profana”. Siglo VII. San Ireneo, obispo. Dios le dio la gracia de destruir herejías por la verdad de la doctrina. Luchó contra los gnósticos. Siglo II. 1

Todo lo que es vivaz tiene horror a lo que le es contrario

Cuando oímos hablar de siglos II y VII, tenemos la impresión de que estaban muy cerca el uno del otro, porque se pierden ante nuestra mirada y en el rumbo del tiempo, formando una sola cosa.

La distancia que existe entre San León II y San Ireneo es como la que existe entre el descubrimiento de Brasil, en el año 1500 y nuestros días

Sin embargo, la distancia cronológica que había entre estos dos santos es más o menos la que separa al Brasil del tiempo de su descubrimiento y el de hoy. Entonces, se entiende cómo estos dos santos vivieron distantes uno del otro.

Ahora bien, a pesar de esta distancia, ambos tienen un rasgo común, consignado en esas pequeñas notas: lucharon contra la herejía, expulsaron a los herejes de dentro de la Iglesia y vengaron el honor de la Esposa de Cristo. Porque el hereje dentro de la Iglesia la mancillaba con su presencia.

Debido a esto, el honor de la Iglesia exigía esta expulsión, requería que el hereje fuese puesto fuera, porque no puede haber coexistencia pacífica, cohabitación normal entre el bien y el mal, la verdad y el error… No puede existir en ningún lugar; pero, sobre todo, dentro de la Iglesia Católica que es por excelencia la montaña sagrada de la verdad y del bien, que repele de sí, horrorizada, a quien dentro de Ella toma la defensa del error y del mal.

Alguien podría objetar: “Pero bueno y, después de todo, ¿cuál es el papel de la misericordia dentro de eso?”.

La Iglesia tiene mucha misericordia y no expulsa de sí al que reconoce que anda mal, golpea su pecho y pide perdón por caminar mal. Pero quien dentro de la Iglesia afirma que el bien es el mal y el mal es el bien, quien lucha para difundir el error, a éste Ella lo expulsa horrorizada.

Y esto por dos razones: primero, porque el hereje pierde las almas que están dentro de la Iglesia. Y, en segundo lugar, por una razón más alta de heterogeneidad fundamental: la Santa Iglesia es heterogénea con aquellos que difunden la herejía, y no puede soportar junto a sí a quien lo hace.

En última instancia, esta incompatibilidad está en la naturaleza misma del principio de contradicción. Todo aquello que es vivaz, por el hecho mismo de ser vivaz, tiene un horror a lo que le es contrario y lo repele con toda fuerza y vivacidad. Esto ocurre incluso en el mundo animal.

Un animal que está en la fuerza de su edad, cuando se encuentra con un factor contrario, reacciona violentamente. Por ejemplo, un gato. Si una mosca se posa sobre un gato lleno de vitalidad, él espanta al insecto con violencia. Pero si se trata de un gato viejo, la mosca se posa en él, lo molesta, y él hace un gesto con negligencia y con un mínimo esfuerzo. Porque en la medida en que el ser posee vivacidad, tiene horror a aquello que le es opuesto.

Nosotros debemos representar la intransigencia de la fe dentro de la Iglesia

Así la Iglesia, cuya vida es eterna, perenne, sobrenatural, tiene el horror normal y continuo a aquello que le es contrario. Está en su naturaleza expulsar de ella al hereje, el foco del espíritu maligno. Por esto está en su índole expulsar fuera de sí al hereje, al foco del mal espíritu. Y el hecho de que Ella se manifieste indolente, perezosa, poco apresurada en la represión del mal, indica que aquellos de sus representantes o hijos que son así, poseen la fe en un estado de decadencia y de ocaso.

Cuando la fe decae, comienza a envejecer y a marchitarse. Atardecer sobre el Río Sena. Al fondo, Catedral de Notre-Dame de París antes del incendio del 15 de abril de 2019

15 de abril de 2019Cuando la fe está en el estado de aurora o en el mediodía, Ella es intransigente. Cuando la fe decae, comienza a envejecer y a marchitarse, entonces surgen los conciliábulos y alianzas espurias, porque ya no siente esa incompatibilidad fundamental con lo que le es hostil.

Entonces entendemos por qué la liturgia, cuando canta alabanzas a un santo, muestra con insistencia como título de gloria de este santo el hecho de que expulsó de la Iglesia a los impíos. La Iglesia quiere mostrar cómo la plenitud y la vivacidad de la fe y la virtud es opuesta a esta composición, a esa transigencia que hoy se ve tan a menudo, y que exactamente debe ser considerada como uno de los síntomas más alarmantes existentes dentro de la Iglesia de hoy, es decir, el sentido de tolerancia, de contemporización, de inercia en relación con la herejía.

Por lo tanto, tenemos un ángulo más para considerar nuestro apostolado: debemos representar en la Iglesia la intransigencia, porque de esta manera representamos la fe viva, pues sólo lo que está muy vivo no transige. Es, por lo tanto, la vivacidad y la intransigencia de la fe lo que nos corresponde representar dentro de la Iglesia. Para eso nos llama nuestra vocación.

Pidamos siempre a la Santísima Virgen que nos dé un aumento de este don

Y debemos reconocer humildemente que este don desciende del Cielo y posa sobre nosotros como un favor obtenido por las oraciones de Nuestra Señora, nos viene de fuera, y simplemente nos cabe corresponder a él, y pedir siempre a la Santísima Virgen que nos dé un aumento de este don.

Las circunstancias dentro de las cuales vivimos son muy difíciles y se adhieren a la vida de San León II. La ficha a su respecto afirma que aprobó las Actas del VI Concilio Ecuménico, que condenará la falta de aquel que, según el decir del Papa San León II, “en vez de purificar esta Iglesia Apostólica, permitió que la Inmaculada fuese mancillada por una traición profana”. Aquel cuyo nombre no está dicho fue el Papa Honorio I.

El Papa San León II dijo esto de su predecesor, pasó por esta tremenda dificultad de haber vivido en el tiempo en que se podía afirmar esto de un Papa, en relación al cual el Concilio adoptó una actitud de condenación.

Si alguien vive en días como éste, estudie la situación y pídale a San León II que le dé toda aquella medida de superior fidelidad a la Iglesia y al Papado que hizo que él, Santo y Papa, se juzgase, no obstante, con el derecho y el deber de usar una frase como esa. 

Extraído de conferencia del 6/11/1992

Notas

1) San Ireneo, sacerdote y Padre de la Iglesia del S. II, sus escritos son punta de lanza contra la herejía gnóstica. En este extracto nos enfocamos más en los comentarios del Dr. Plinio sobre la figura de San León II.

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