
La bendición se da haciendo la Señal de la Cruz, y quien la recibe hace la misma señal. Bendición y Cruz son indisociables. Quien no sufre, no es bendecido.
En el Reino de María habrá grandes dolores alternados con alegrías inimaginables. Padecimientos pungentes como los del Calvario y júbilos radiantes como los de la Pascua de Resurrección.
Doña Lucilia tuvo en su vida algunos hechos que le causaron sufrimientos muy pungentes, los cuales no eran sino ápices de dolores mucho mayores que, en ciertos momentos, llegaban a una especie de paroxismo.
Sin embargo, junto con ese dolor permanente, mamá tenía alegrías de fondo de alma que le ayudaban a cargar la cruz. Porque la impresión que ella da es de una cruz bien llevada, con mucho equilibrio y nunca con alguna especie de ansiedad.
(Dr. Plinio. Extraído de conferencia del 12/11/1984)