Una lección de confianza

Publicado el 02/21/2023

Al considerar los ejemplos de antepasados ilustres, Doña Lucilia deducía los principios que le servían de fundamento para la práctica de la virtud de la confianza.

Plinio Corrêa de Oliveira

Para comprender el papel de la confianza en mi vida, es necesario considerar esa virtud en la historia de Doña Lucilia.

Ejemplos ancestrales de confianza

Mi madre pertenecía a una de las antiguas familias de São Paulo, a las cuales se acostumbra llamar de “paulistas de cuatrocientos años”, y estaba habituada a la idea de que le podría ocurrir a ella lo mismo que se había dado con algunos de sus antepasados, los cuales, aunque eran personas de mucha proyección e importancia, capaces de realizar grandes esfuerzos y de hacerse célebres por practicar acciones insignes para cumplir su deber y la voluntad de Dios, estuvieron sujetos a veces al riesgo de sufrir terribles fracasos. Fue lo que se dio con su abuelo, a quien no llegué a conocer, el Dr. Gabriel José Rodrigues dos Santos.

El Dr. Gabriel José Rodrigues dos Santos, abuelo de Doña Lucilia

Él era un hombre alto, con porte muy noble, dotado de una capacidad oratoria digna de nota. Al mismo tiempo, un político eximio y capaz de imponerse con firmeza. Sin embargo, comprendía los “azares”, las dificultades de la política, y por esa causa, también las derrotas que ella imponía no raras veces.

La narración de un episodio de su historia nos puede dar una idea de cómo era su mentalidad y cuál fue el papel de la confianza en su vida.

Pasando del pantano al horno, de Secretario de Estado a arriero

Siendo muy buen político y orador, ese bisabuelo mío pronto se convirtió en Secretario de Estado –una especie de ministro– del Gobernador de São Paulo de aquel tiempo, Rafael Tobias de Aguiar1.

Hubo en São Paulo una revolución contra el Emperador, a la cual adhirió Tobias de Aguiar, y el Dr. Gabriel se acabó “embarcando en esa canoa”.

Rafael Tobías de Aguiar

Las tropas comandadas por el Duque de Caxias2 invadieron São Paulo y mi bisabuelo tuvo que huir, escondiéndose en el actual Parque Don Pedro II, que era entonces un pantano enorme donde había mucha vegetación. Allí pasó la noche entera, metido en un charco, el gran político y orador que había danzado con la Emperatriz, causando sensación en la Corte.

Después, con el auxilio de correligionarios, consiguió partir para Sorocaba, una de las ciudades más próximas a São Paulo.

No obstante, no pasó mucho tiempo para que los soldados del Duque de Caxias llegasen a aquel lugar. Al oír la noticia de la entrada de las tropas en la entonces pequeña Sorocaba y viendo que lo encontrarían fácilmente, buscó refugio en la casa de un panadero conocido y simpatizante suyo. Este le dijo:

Mi casa es pequeña y cualquier persona se puede dar cuenta de que Ud. está aquí. Solo veo una solución: mi horno está apagado y es enorme; entre en él y quédese ahí hasta que la tropa continúe.

Así, el Secretario de Estado pasó del pantano al horno. Pero viendo que si continuase en aquella ciudad por más tiempo sería capturado, se disfrazó de arriero y, con la intención de refugiarse en Argentina, se enroló en un grupo de arrieros que conducía ganado rumbo al sur de Brasil.

El Dr. Gabriel es descubierto por la esposa de su patrón

Habiendo partido de Sorocaba y estando ya de camino hacia el estado de Rio Grande do Sul, su patrón decidió vender algunas cabezas de ganado a un sujeto interesado en comprarlas. Sin embargo, en el momento del pago comenzó una discusión interminable y no había medio de entrar en un acuerdo.

El Dr. Gabriel, que tenía prisa por partir de allí porque corría un gran riesgo de ser preso, notó que el problema estaba en los cálculos matemáticos errados, pues ambos no sabían hacer cuentas. Entonces intervino en la negociación y con mucha destreza les presentó la solución. Los negociantes quedaron muy satisfechos y así pudieron continuar el viaje.

Ahora bien, la esposa del jefe de los arrieros había presenciado la escena y, estando a solas con su marido, le dijo:

¿No te das cuenta de que ese hombre que está trabajando para ti no es arriero?

¿Y por qué me dices eso?

Ve con qué facilidad él hizo las cuentas. ¿Crees que un simple arriero es capaz de hacer eso?

Hum, es verdad…

Para evitarnos problemas, ve y pregúntale quién es él. De repente es un fugitivo político…

El jefe de los arrieros siguió el consejo de la mujer e interrogó a mi bisabuelo, el cual acabó por revelar su identidad.

Sorprendido, el patrón se quitó el sombrero y dijo:

¡Dr. Gabriel José Rodrigues dos Santos! Pues sepa que soy un admirador suyo. Cuente conmigo para lo que necesite.

En Argentina, recibiendo el socorro materno

Finalmente, él logró llegar hasta la frontera con Argentina e ingresar en ese país. Pero allí no pasó mucho tiempo para que le faltasen los medios de subsistencia. Cuando se encontraba en aquel apuro, viendo que el dinero se acababa, de repente oyó una voz conocida que cantaba en portugués. Prestó atención y reconoció que era de una negra, esclava de su madre.

Fue corriendo a la ventana y llamó a la mujer. Al entrar donde él estaba, la primera cosa que ella hizo fue sacar un chal que la cubría y desamarrar una especie de chaleco en el cual estaban cosidas, por dentro, una gran cantidad de monedas de oro. Entonces contó su aventura.

Preocupada con la situación de su hijo, la madre de mi bisabuelo había mandado a esa esclava de confianza a viajar de São Paulo a Argentina, en busca del Dr. Gabriel José Rodrigues dos Santos, para entregarle esas monedas.

Al llegar a la frontera, ella necesitaba atravesar el puente limítrofe entre Brasil y Argentina, guarnecido por soldados brasileños, que nadie podía atravesar sin permiso. Como esa mujer no tenía autorización ni medios de obtenerla, comenzó a producir dulces que, ora vendía, ora daba de regalo a los soldados brasileños.

Cierto día ella quiso atravesar el puente, pero los guardias sospecharon de su pedido y le dijeron:

La dejamos pasar, pero tenemos que requisarla antes.

Ella respondió:

¡Eso no! Nadie me toca, se los prohíbo absolutamente.

Declaró eso con tal dignidad, que no osaron requisarla y la dejaron pasar. Y allá se fue ella con el chalequito repleto de oro.

Estando ya en tierra argentina, ella comenzó a preguntar por un exiliado brasileño, pero nadie sabía informarle. Entonces decidió ir andando por la ciudad, cantando una canción que mi bisabuelo conocía, confiando que él la oiría y saldría a la ventana. Y así sucedió. Él la reconoció y se llenó de dinero.

La victoria de la confianza

El Dr. Gabriel José se quedó viviendo todavía algún tiempo en Argentina, hasta recibir el recado de que el Gobierno imperial estaba dispuesto a dar amnistía a los revoltosos en caso de que no se levantasen más en armas. Él aceptó y volvió a Brasil. Pero la amnistía no había sido concedida y al llegar a São Paulo fue hecho prisionero.

Consejero Crispiniano

En su juicio, el abogado de la defensa fue el Consejero Crispiniano3, muy amigo de mi bisabuelo y un famoso Consejero de Estado.

El discurso de defensa hecho por el Consejero Crispiniano se hizo célebre por la ostentación del orador, cuyas primeras palabras al subir a la tribuna fueron:

Egregios miembros del Tribunal, mi simple presencia en esta tribuna prueba la importancia de la causa que voy a defender.

Eso, en la vida pacata de la São Paulo de aquel tiempo, marcaba mucho: “¡Qué vanidoso!”

Al final, mi bisabuelo fue juzgado y absuelto.

Cuando salió del Tribunal, los alumnos de la Facultad de Derecho y las jóvenes de la sociedad de São Paulo formaron un ala ininterrumpida desde la Plaza João Mendes hasta su casa, en la Rua 15 de Novembro con la Praça da Sé. A medida que mi bisabuelo pasaba, las jóvenes iban lanzando flores. Esa fase de su carrera política estaba cerrada.

Ahí está la vida de ese antepasado de Doña Lucilia, hecha de diversas tensiones y situaciones difíciles, pero de la cual mi madre sacaba la lección de que, teniendo confianza, él vencía todo.

Extraído de conferencias del 29/6/1977 y 19/8/1995

Notas

1) Político y militar, uno de los líderes de la Revolución Liberal de 1842 (*4/10/1794 – †7/10/1857).

2) Luís Alves de Lima e Silva (*25/8/1803 – †7/5/1880).

3) João Crispiniano Soares. Jurista y político paulista (*24/7/1809 – †15/8/1876).

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