Uno de los primeros luchadores contra la herejía

Publicado el 12/27/2023

Con respecto a San Juan Evangelista, cuya fiesta la Iglesia celebra el 27 de diciembre, tenemos para comentar una ficha extraída de Don Guéranger1.

Águila que se eleva hasta el sol divino

San Esteban es reconocido como el prototipo de los mártires, pero San Juan nos aparece como el príncipe de los Vírgenes. El martirio le valió a Esteban la corona y la palma; la virginidad le valió a Juan prerrogativas sublimes que, al mismo tiempo que demuestran el valor de la castidad, colocan a este discípulo entre los miembros principales de la humanidad.

Descendiente de David, de la familia de la Santísima Virgen, San Juan era pariente de Nuestro Señor según la carne. Mientras otros eran apóstoles y discípulos, él era amigo del Hijo de Dios. Como proclama la Santa Iglesia, esta predilección se debe al sacrificio de la virginidad ofrecida por Juan al Hombre-Dios. Por lo tanto, es necesario resaltar en el día de su fiesta las gracias y prerrogativas que fluyen para él de esta amistad celestial.

Última Cena – Convento Madre de Dios, Lisboa, Portugal

Conforme el Evangelio, San Juan era el discípulo que Jesús amaba. Esta simple frase basta por sí misma, pero este amor debe haber sido para él el comienzo de dones señalados, entre los que destaca el hecho de que fue el primer defensor del Verbo Divino, del Hijo consustancial con el Padre, que la herejía ya comenzaba a negar. En esta defensa, San Juan se eleva como un águila hacia el Sol Divino en enseñanzas luminosas y claras.

Si Moisés, después de haber conversado con el Señor, se retira de este maravilloso coloquio con la frente adornada de rayos maravillosos, cuán radiante debe haber sido el rostro admirable de Juan que se apoyaba en el Corazón de Jesús, donde, como habla el Apóstol, ¡están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia!

Además, ¡fue el hijo de María! Al morir Jesús le dejaba a su madre. ¿Quién merecería en la tierra recibir tal legado? Ciertamente el Salvador debería enviar a sus ángeles para proteger y para consolar a la Santísima Virgen. Pero desde lo alto de la Cruz, el Salvador vio a su discípulo virgen, cuya castidad lo hizo digno de heredar este tesoro tan valioso. Así, según la hermosa frase de San Pedro Damián, Pedro recibió en depósito a la Iglesia, la madre de los hombres, pero Juan recibió a María, la Madre de Dios.

La castidad ennoblece y dignifica a la criatura humana

En este texto abundan pensamientos profundos y consideraciones importantes, por lo que no es posible comentar todo, aunque se puede considerar algo.

En primer lugar, está la afirmación muy verdadera de que el sacrificio de la virginidad, la oblación de la castidad, es tan grato a Dios que viene inmediatamente después del martirio.

La castidad es, sobre todo, una virtud del alma que importa en el abandono de lo que es bajo, sórdido, en la renuncia a todo lo que tiende a establecer el dominio de la materia sobre el espíritu. La castidad ennoblece y dignifica a la criatura humana, haciéndola aliada con Dios. Es por eso que Nuestro Señor Jesucristo amaba a San Juan hasta el punto de ser, como se recuerda en esta ficha, el discípulo a quien Jesús amaba.

Está muy bien afirmado: si los otros fueron apóstoles y discípulos de Nuestro Señor, él fue el amigo. Él era el más cercano de todos y a quien el Redentor obsequiaba con un sentimiento superior al de los otros.

Aquel pequeño episodio que tuvo lugar en la Cena es muy característico en este sentido. San Pedro quería saber quién era la persona que traicionaría a Nuestro Señor, porque el Divino Salvador había dicho que uno de ellos lo traicionaría. Entonces, San Pedro –nótese bien– que fue el primer Papa, queriendo de todas formas saber el nombre de esa persona, le pidió a San Juan que preguntara, y este último, apoyando su cabeza en el pecho mismo de Nuestro Señor, le preguntó.

Aquí tenemos una maravillosa evocación de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. San Juan oyendo el latido del Corazón divino. En ese momento sus pulsaciones eran de amor, pero también de angustia y de dolor porque el abismo de sufrimiento en que se sumergiría estaba llegando cerca de Él.

En este hecho se ve que San Juan –un alma eminentemente virgen, pero también allegada a Nuestro Señor y muy devota del Sagrado Corazón de Jesús– tenía una cercanía única con el Redentor.

Grandeza de San Juan Evangelista

Pero, como bien dice Don Guéranger, se puede decir que un regalo que no estaba por debajo de esto era el de recibir a María como Madre. Nuestro Señor, al morir, dejó a su amigo, a su discípulo favorito más que a todos los otros, un tesoro de valor inestimable: Nuestra Señora, la Reina del Cielo y de la Tierra, el primer ser debajo de Dios, todo lo que el Creador puede dar a un hombre. Más que eso, Dios no podría conceder.

En esto hay otra manifestación extraordinaria de amor por las almas vírgenes. Nuestra Señora, Virgen, fue dada por el Hijo virginal al amigo virginal, al virginal discípulo, San Juan. Aquí hay algunos trazos más para considerar la grandeza de este Santo.

Sin embargo, el cuadro no estaría completo si no se mencionara otro aspecto de su vida. Fue uno de los primeros luchadores contra la herejía. La primerísima herejía que nació en aquel tiempo era sobre las relaciones entre las naturalezas humana y divina de Nuestro Señor; y, San Juan comenzó a luchar contra esta herejía.

Entonces el Apóstol virgen, el Apóstol del Corazón de Jesús, el Apóstol que recibió a Nuestra Señora como regalo, fue también el precursor de todos los luchadores de la Fe hasta el fin del mundo, hasta el momento en que el profeta Elías vendrá a luchar contra el anticristo.

En estas consideraciones tenemos amplia materia para encomendarnos a San Juan, pidiendo que nos consiga las cualidades de alma que lo hicieron digno de este premio de una grandeza inconmensurable: recibir a Nuestra Señora para cuidar de Ella.

Notas

1Cf. GUÉRANGER, Prosper. L’annéenliturgique. Paris: Librairie Religieuse H. Oudin. 1900. v. I, p. 326-331.

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