
Vivir para un ideal es el mejor remedio contra los problemas de la vida espiritual o los desequilibrios nerviosos. Sin embargo, eso solo es posible si este ideal está constantemente vuelto hacia el amor a la transesfera, que es el inicio, la orla del amor de Dios.
Plinio Corrêa de Oliveira
En cierta ocasión me cayó en las manos una fotografía mía tomada cuando era niño. Estaba en el último periodo de esa fase, antes de encontrar la Revolución y de haber comenzado a pensar en ella.
Brisas y colores absolutos que no existen en esa Tierra
Entré en el Colegio San Luis a los diez años de edad, y ahí comenzó otra fase. Fui a hacerme una fotografía, porque en aquel tiempo, de cuando en cuando, las personas se vestían mejor y se hacían fotografiar, lo que después quedaba en el depósito de los recuerdos de familia. Depósitos estos, que mi generación los tiró todos a la basura. En casa se conservaron porque mamá los guardaba.
En esa fotografía estaba vestido no con un traje de gala, sino con la ropa que un niño fino usaba para ir de paseo, tomar una merienda en una confitería, y cosas por el estilo.
Me acuerdo perfectamente del estado de espíritu en que me encontraba en esa ocasión. Estaba lleno de este tipo de pensamientos y fui adonde el fotógrafo, el cual me miró y se dio
cuenta que yo permanecía enteramente ajeno a él, a la Fräulein y a todos los demás, y que por lo tanto, no estaba con “fisionomía fotográfica”.

Fotógrafo ejerciendo su oficio a comienzos del siglo XX
Entonces él me recomendó: Tome una actitud.
Me puse en pie y dije: ¡Aquí estoy!
No, no. ¡Una actitud viva!
Pero no sé tomar una actitud viva.
Mire, póngase bien cerca de este sofá, ponga su pie aquí, y su mano en la barbilla…
Ejecuté lo que él quiso, pero pensando en otras cosas. Y me fotografió en esta situación. ¿En qué pensaba? Era un medio pensar, un medio sentir. En esa edad, no podía ser una especulación filosófica, abstracta, no tenía talento para hacerlo.
Era algo casi común, pero de la siguiente manera: siempre me gustó enormemente toda especie de viento; brisa, vientecito, vendaval y huracán… me acuerdo de que en aquél día soplaba sobre mí una brisa ligeramente tendiente a fresca, y estaba vestido con una ropa muy amplia. Me sentía, así, inundado por la brisa, leve, refrigerante, y la claridad del día parecía tener una reversibilidad con el discreto frescor de la brisa.
Me parecía haber un nexo, aunque no sabía cuál era, entre todos aquellos placeres y un aspecto invisible en el que había brisas y colores absolutos, como no existen en esta Tierra.
Naturalmente, en esta comparación entran mis propias características. Por lo tanto, siendo eminentemente amante de colores, brisas y temperaturas que tanto me gustan.

Nácar iridiscente dentro de una concha de Nautilus
Así, por ejemplo, un nácar, en un día como ese, más que en otros, me reportaba a la idea de un nácar perfecto, que parecía tener un parentesco con toda una serie de otros colores perfectos simbolizados por colores contingentes que veía en torno mío.
Esto lo percibía vagamente, pues no tenía inteligencia para formularlo, pero en mi sensibilidad, era como si ese nácar perfecto fuese medio vivo, o habitase en una tierra que fuese de una zona donde los colores eran muy vivos. De hecho, no era así, sino una sensación de absoluto y de Dios, y de que con la ayuda de Nuestra Señora, yo llegaría hasta allí.
Mantenía mi mirada dirigida hacia esta zona de modo permanente, pero con grados de intensidad muy desiguales. En ese día, no sé por qué, era mucho mayor. Sin embargo, tanto en los días mayores, cuanto en los menores, notaba más o menos el
nexo de esto con miles de otras cosas que formaban una transesfera. 1
La parte más rica, productiva y fina de la inteligencia de un hombre
Me parece que esto tiene una cierta relación con el don de discernimiento de los espíritus 2.
Cuando esto se tiene de forma muy fina, se nota mejor en los otros cuál es el estado del alma. Sobre todo, la primera observación que se percibe a respecto de alguien, es la que da la clave en función de la cual, esa persona debe ser interpretada, y ver cómo está en relación a esas riquezas del alma. Sin eso no se hacen las correlaciones.

La parte más fina y productiva de la inteligencia del hombre y la mujer, no radica en una formación universitaria
A mi modo de ver, esta es la parte más rica, más productiva y fina de la inteligencia de un hombre. No es la inteligencia universitaria. Es un pensar, sentir y querer, donde la reversibilidad entre estas tres potencias del alma se nota mejor.
El amor a esta transesfera, es el comienzo del amor a Dios. Hacia ese amor, el hombre se vuelve ¿por interés o desinterés?
Esta es una pregunta fundamentalmente mal hecha, porque ahí, el interés y el desinterés se funden en una cumbre más alta. Ahí está el verdadero amor de Dios. Exactamente, la disociación entre interés y desinterés, se da en un nivel menor. Si tuviese que renunciar a un interés para conservar esto, lo haría. Pero en esto hay una cosa que supera el interés y el desinterés. Es el movimiento completo de mi alma; por todas las razones de mi desinterés y de mi interés, es hacia donde tiende mi alma.
No sé cuantos problemas hay en la vida espiritual en los que pasamos diez, quince o veinte años, removiéndolos inútilmente, y cuanto más los remueve, más se desgasta el terreno y más se
cubre con la polvareda de las decepciones, porque la solución no está allí, sino en lo que estoy diciendo.

Vivir en función de un ideal es el mejor antídoto para tratar los problemas nerviosos
Lo mismo pasa con los problemas de desequilibrio nervioso. Entonces uno toma un medicamento para equilibrarse y hasta soy favorable a este medicamento, cuando el desequilibrio llegó a tal punto que no hay más remedio, pero esto es una contemporización necesaria, no es la solución.
La solución, está en lo que estamos tratando. Sería incluso nuestra respuesta a la psiquiatría contemporánea. El absoluto es mejor que la Psiquiatría. Vivir para un ideal resuelve hasta los problemas de nervios.
Extraído de conferencia del 9/5/1984
Notas
1) Término creado por el Dr. Plinio para significar que, por encima de las realidades visibles, existen las invisibles Las primeras constituyen la esfera, es decir, el universo material; y las invisibles son la transesfera.
2) El don del discernimiento de espíritus es una gracia que proviene de la presencia del Espíritu Santo en nosotros que nos permite distinguir, examinar en otras personaslo qué es de Dios, lo qué es de la naturaleza o lo qué es del mal. Este don nos permite identificar qué espíritu está impulsando o influenciando una acción, una situación, un deseo, una decisión que tomar, algo que nos dicen u ofrecen. Como todo don espiritual, Él está en interacción con otros carismas, y es necesario para nuestra vida cotidiana, nuestra vida de oración y nuestro apostolado.