Verdadero equilibrio y armonía entre las clases sociales

Publicado el 04/13/2024

El Dr. Plinio muestra cómo la sociedad temporal regida por la Fe y la moral, es capaz de realizar una verdadera alianza entre las diversas clases sociales, donde cada persona tiene su papel, armonizando el mutuo respeto con la dignidad jerárquica individual.

Plinio Corrêa de Oliveira

Continuando con la descripción de la historia de Bécassine, ya la vemos como una chiquita, de unos cuatro o cinco años. En esta escena, ella se encuentra en el castillo de los marqueses. En primer plano, aparece el marqués de Grand-Air y en breve se dará la comida.

Concepto francés de varonilidad

Causa cierta sorpresa el contraste entre el marqués y la marquesa de Grand-Air.

Llevados tal vez por algún concepto primitivo, tenemos el hábito de pensar que el hombre debe ser corpulento, en cuanto que la señora debe ser delgada, esbelta y delicada, pues el marido debe ser más aventajado.

Según el concepto francés de varonilidad, no cabe el elogio de la corpulencia. El hombre francés clásico no es delgado, sino musculoso, sin embargo, no de aquellos músculos de las figuras italianas del Renacimiento, usados para estudiar anatomía. Al contrario, es protuberante, no obstante, ágil, diestro, mucho más hecho para saltar, trepar, avanzar o para ser un duelista que para empujar obstáculos y atracarse con las personas. Es más propio de la espada de esgrima que del boxeo.

Podemos imaginar a ese marqués joven, siendo un duelista de primera; nunca lo imaginaríamos boxeando, ni el boxeo es para él. Sería incluso una extravagancia relacionarlo con ese deporte.

Un hombre de esos, por lo tanto, es de la escuela francesa de varonilidad, con la complexión física de un D´Artagnan o de un Cyrano1, pues en su juventud ciertamente estos personajes eran así, listos para luchar contra los turcos que estaban invadiendo el Sacro Imperio o cualquier otro enemigo.

El marqués es, por lo tanto, un hombre muy batallador, conforme al género francés, que se adorna para la batalla como también para la vida cotidiana. Él es ultra adornado y, como tal, un pequeño bibelot.

Delicadeza, finura, y elegancia del marqués

Analicemos al marqués. En el dibujo en cuestión, no se nota por entero, pero es calvo. Tiene los cabellos bien blancos, de aspecto lacio, muy similar a los de la marquesa, formando una moldura de cabellos saliente de un lado y del otro de la cara. No son así porque crecieron de casualidad a la hippie. No, todo es muy cuidado. Los cabellos deben tener una cierta altura, y así por delante. Quedaría ridículo si fueran un poco más sobresalientes. O imaginen, por ejemplo, que él usara fijador y quedasen pegados, su cabeza quedaría pequeña para el cuerpo. Entonces, ¿cuál es el cálculo? Al peinarse, se necesita ser un artista para calcular exactamente el tamaño de la cabeza para que quede proporcionada con los hombros.

Como el marqués está dentro de su casa, no está con sombrero. No obstante, los hombres de esa categoría en Francia, como en Inglaterra o en otros países, salían con sombrero a la calle. Ellos no hacían como nosotros en el tiempo del sombrero, durante el cual íbamos a una venta de sombreros y comprábamos un sombrero. No; los sombrereros de entonces diseñaban el sombrero específico para la cabeza de cada uno. Por ejemplo, en París el famoso Gelot. Cuando el cliente va al Gelot, el empleado diseña el sombrero que le conviene más, y si al sujeto le gusta el diseño allí ejecutan un modelo. Días después el cliente vuelve para probarse el modelo, y solamente después se hace el definitivo. Cuando el hombre ya es conocido en la tienda, esta se queda con su modelo de sombrero, y cada vez que lo necesita, manda que se lo hagan y que se lo entreguen por medio del correo. Es decir, está calculado como una escultura.

Por lo tanto, los cabellos del marqués son esculturales. Ahí se comprende el sentido artístico que eso supone.

Su barba es a la del emperador Francisco José, su contemporáneo, o quizás él tenga unos diez años menos que el Emperador.

Noten su quijada rasurada. La barba viene de atrás y se pierde en el bigote que lo comunica hasta el otro lado. La barbita y el bigote también están calculados para hacer el mismo efecto de ese cabello colateral y servir bien de moldura al rostro.

El marqués usa un monóculo. Ese lente muy raras veces es hecho para atender a una necesidad visual: es solo un estilo. El individuo lo usaba porque tenía un aro muy discreto, y al levantar las cejas para sostenerlo, quedaba como una mirada más espetada, colocando a una cierta distancia a quién lo miraba.

Vean, por ejemplo, cómo el marqués está tratando bien a Bécassine y cómo esta conversa con él con gusto. Ella no parece entender bien con quién está conversando, en fin, se ve como la trata bien, por el delicado gesto de la mano. Él es todo delicado, pero su ojo grande y su forma de ser atraviesan, crean una distancia a su alrededor; es un hombre que, cubierto de agradabilidades, crea un vacío en torno de sí. Es el estilo.

Indumentaria de elegantísima intimidad

Analicemos su indumentaria. El traje presenta un cuello almidonado con una camisa que casi no se ve por causa de la enorme corbata tipo mariposa. Además de eso, hay otras tres piezas: un saco, conocido como casaca, cortada a media altura entre el tronco y la rodilla. Es mucho más distinguido que un saco cruzado.

También usa un chaleco con botones que no aparece ahí; en general eran botones de mucha calidad, de porcelana pintada, de cristal o de nácar de joyería o también podían ser de oro o de plata. Cuando la camisa estaba vieja, los sacaban y los colocaban en otra camisa. Eran objetos de uso del hombre, y para cada dos o tres camisas había botones especiales que debían estar de acuerdo con la ropa. Sólo de vez en cuando los dejaban de usar para no dar la impresión de ser un pobretón que está siempre usando las mismas cosas.

En el bolsillo inferior del chaleco figura una cadena de reloj que cruza de un lado al otro de la cintura; allí también había una bolsita minúscula de oro, plata o platino, elaborada con una malla muy leve y muy bien hecha, donde se guardaban las monedas. En aquel tiempo aún se usaban monedas de oro y plata; no había solamente ese infame y fraudulento papel-moneda que anda circulando por ahí, el cual inundó el mundo monetario.

Noten que sus zapatos son de charol y no de un cuero vulgar, los cuales están cubiertos por un tejido, que está para sus pies como la ropita del perrito está para el animal. Por así decir, envuelve el tronco del pie de color claro, como blanca es la camisa, y el zapato es negro. Ese tipo de zapato se prende abajo, pues tiene una presilla con una hebilla junto a la suela.

El pantalón no es el tal británico con una raya firme e implacable adelante, porque lo implacable es contrario a la dulzura francesa. Al contrario, es elegantemente negligé, como si estuviese cayendo de casualidad. Porque no quedaba elegante para los dueños de casa usar ropa que tuviese el aire de estar saliendo de la plancha en aquel momento. Ellos debían tener el aire de estar en una elegantísima intimidad; por eso, el pantalón, sin estar arrugado, tiene la largura exacta para que sobrara al final de la pierna. ¡Todo eso está calculadísimo, de manera a dar esa elegancia imponderable!

Noten como el marqués tiene la mano en el bolsillo, para agarrar la casaca. ¡Miren sus manos! Son finas, blancas y largas, como la mano aristocrática debe ser, bien lo opuesto de las manos de monsieur Labornez.

Distinción con notas impalpables

Comparemos el marqués con la marquesa.

En la figura ella no viene solemnemente del brazo del marqués, pues está distendida pensando en otra cosa. Su vestido blanco es muy simple, solo con un chal azul y una lista del mismo color en la parte inferior y un detalle en el cuello. Noten cómo su chal cae hasta la cintura de forma muy elegante. El peinado de la dama es muy simple, pues no está en aquella actitud imponente como cuando estaba en público en el carruaje. No obstante, la distinción es evidente.

¿En qué esa distinción es impalpable? Voy a intentar explicarlo.

Pinchon es tan buen diseñador que hace percibir la lentitud con que anda la marquesa, como todo el mundo dentro de la escena. Además, está tomando una actitud despreocupada con los brazos pendientes y el cuerpo un poco inclinado, sin ninguna ceremonia; sin embargo, aún se nota la distinción porque, a pesar de estar distendida, la relación busto-tronco y cabeza-cuerpo tiene belleza. En esas actitudes se percibe la persona distinguida que, aunque en la intimidad, continúa en una actitud bonita, pasando a ser una segunda naturaleza. Y eso, Pinchon supo representar, a mi ver, como un verdadero sociólogo, a tal punto que nadie conseguiría decir en palabras palpables lo que acabo de explicitar.

Decadencia implícita representada en la niña

Pasemos a analizar a la sobrina nieta de los marqueses. Es una niña pura que sólo piensa en divertirse de modo casto. De ninguna manera alguien colocaría en sus manos una revista inmoral o iría a presentarle la televisión impura de los días de hoy. Ella es saltarina, sin distinción, procurando divertirse y reírse respecto de todo lo que encuentra. Se ve, no obstante, su buena educación y sus buenas ropas, en un buen ambiente, con buena comida, muy bien lavada y bien peinada, con todo, su vestimenta no aspira a la distinción.

Cuando crezca, ella va ser una joven común que entra en una tienda, en un autobús o metro, sin llamar la atención a no ser de algunos que la conocen y saben que es una persona distinguida. Es cierto que no va a llegar a la altura de la marquesa porque esta, en cuanto es marquesa, tiene siempre la noción de su grandeza, de su superioridad y de la obligación de atraer respecto de los que son inferiores. Por eso, ni monsieur Labornez ni sus nietos darían importancia alguna a esa niña, pero se extasiarían con la marquesa. Por lo tanto, en la nieta de los marqueses ya está presente la decadencia y la segunda clase.

No creo que sea necesario comentar el vestido ni el peinado de la niña, porque no tiene ningún charme y no carga nada del pasado. Afirmo lo siguiente: ¡impureza, no hay! ¿Por qué? ¿Qué hay de casto allí? Hay una cierta levedad viva sin ser agitada. Donde entra la impureza o el abatimiento hay agitación y no existe levedad. Esa es aún una niña pura.

Modestia y educación de la institutriz

Ahora viene la clase media, la institutriz. El marqués y la marquesa son de la alta sociedad.

La institutriz es educada. Su modo de peinarse y la flexión del cuerpo indican que es una persona de buenas maneras. Su posición es de quién sabe que no es superior a nadie, no queda difundiendo en torno de si un “grand–air”, de ninguna manera.

Es bien lo opuesto del mozo, pues éste toma un aire de quien se encuentra delante de un rey, de tal manera está proporcionado a la nobleza. En la escena en cuestión, ignora que la marquesa está en la intimidad. Si la dama estuviese lista para ir, por ejemplo, a un baile ofrecido por la alta nobleza a un monarca que está de paso por París, o a nuestra princesa Isabel o al conde d’Eu, todos contemporáneos, el mozo no tomaría otra actitud diferente de la que está tomando.

La institutriz no, ella puede salir a la calle o a hacer compras que se diluye en esos ambientes. El marqués y la marquesa son de salón. Noten, sin embargo, como el mozo y la institutriz son más finos que las personas finas de hoy en día.

Hay otro lado que es necesario notar. Sin detenerme mucho tiempo describiendo a la institutriz, yo me pregunto: ¿quién se dirige a un niño con esa delicadeza? Es curioso como Pinchon, al mismo tiempo, al diseñar a la institutriz, demuestra cierto respeto hacia la niña porque es nieta de los patrones. Queda patente el sumo cuidado, delicadeza y hasta cierto cariño con que lleva a la nieta de los marqueses al comedor, pues la niña está con la atención vuelta para acá y para allá. Exactamente como una señora trataría a una niña.

Hoy en día no es común encontrar señoras que traten a sus hijas así. Ahí se percibe la decadencia de toda una época, sin hablar, yo insisto, en decadencia moral, por donde lo que era común antes de la guerra de 1914 –en que Europa había millares de personas como esos marqueses–, hoy en día eso es un objeto de museo que no se encuentra más, ¡ni de lejos! Algunos de nosotros, es posible, ni siquiera sospechó que existiera gente así, de tal manera salió de las costumbres. Personas de clase media como esa institutriz casi no existen más, inclusive de dentro de la alta sociedad.

Esa institutriz es una persona modesta de vida pura, de familia pura, muy correcta, donde todo pasa según la moral católica. Es decir, hay una tradición católica en esa familia. No es de esas jóvenes, por ejemplo, que salen en grupos de chicos haciendo lío. Al contrario, es una chica habituada a andar en medio de señoritas, a ser tratada con mucha ceremonia por los chicos de su edad, a casarse casta aún. En suma, es una chica intacta que no fue manchada por nada. ¡Cuán raro hoy en día también!

Simplicidad inocente de la campesina bretona

Bien, nos falta Bécassine. Hay una cosa a observar en ella y es que está exageradamente gordinflona, con la cara redonda y roja como un queso del Reno, usando una toca roja y un pompón, sin fantasía ni buen gusto, pero conviene que sea así porque es un símbolo de su clase. Es lo contrario de lo que gustaría presentar la propaganda comunista respecto de la condición de campesino, vestido como burgués, sucio, maltrapillo, flaco, enfermo y también rebelde, porque esa propaganda predica la revolución social. Y hay más. Todo decayó tanto que hasta los hijos de los patrones se visten a la manera de los empleados de los tiempos actuales. Andando por la calle, es difícil distinguir si el individuo es hijo del patrón o hijo del empleado; cuando se consigue hacer una distinción.

Bécassine es solo una campesina. El modo como engorda es el modo de campesina, con la buena salud de la plebe. Ella, por ejemplo, es una niña más saludable que la nieta de la marquesa, que también es una niña fuerte. Bécassine fue educada en el campo y no en París, haciendo ejercicio físico, ayudando al padre y a la madre, porque el niño ya en esa edad hace trabajitos. Y a la hora de comer, come panes y toma toda la leche que quiere. El resultado es que queda bien nutrida.

Pinchon es tan cuidadoso que hasta las piernas de ella las diseño gordinflonas. Vean como la nieta de la marquesa es más flaca, y si engordara de esa forma la llevarían al médico para que le indique un régimen. En parte, es así porque hay un imponderable cualquiera por donde la buena educación transmitida de generación en generación hace que la persona engorde de un modo diferente. Por ejemplo, madame de Grand-Air es gorda, sin embargo, es diferente de la corpulencia del criado.

Tanto la campesina como el mozo son nítidamente inferiores a la institutriz, y esta es inferior a la marquesa. Es una sociedad donde cada uno tiene su papel. Todo está bien organizado.

Con esto termino de describir esa escena.

Bécassine fue al castillo a jugar y después a almorzar con la niña y con los marqueses. La campesina, que perdió toda la distancia psíquica, está contando alguna cosa al marqués y este está diciendo algo o haciendo algún gesto amable explicando que a la izquierda está el comedor al cual todos van a entrar, pues ella aún no percibió donde será la comida; de tal forma está extasiada. Con certeza, la campesina será la atracción del almuerzo porque va a hacer tonterías y todos se van a reír, con bondad.

Así, habituada al castillo, Bécassine va a servir a la marquesa hasta el fin de la historia, cuando la noble llegue a la ancianidad.

(Extraído de conferencia del 14/5/1980)

Notas

1D’Artagnan: Personaje creado por Alejandro Dumas, joven de Gascuña que se une a Los Tres Mosqueteros, Athos, Porthos y Aramis. Cyrano: Cyrano de Bergerac, personaje literario creado por Edmond Rostand para una de las obras que le dio inmortalidad, y que lleva ese mismo nombre.

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