Si Nuestra Señora no existiese, no tendríamos ninguna razón para esperar en la misericordia divina, no habría nada que justificase cualquier esperanza nuestra en el Cielo, o alegría en la Tierra. Todo lo que vuelve soportable nuestra vida es el conjunto de esperanzas que la intercesión de la Santísima Virgen nos autoriza a tener. Si no fuese Ella, caeríamos desmayados. Por eso, María es verdaderamente nuestra vida.
Además, Ella es enteramente afable y condescendiente con aquellos que la
invocan, obteniéndonos las gracias sin las cuales nuestra existencia sería la
cosa más amarga y siniestra. Al establecer una alianza entre el Cielo y la Tierra, la Madre de Dios vuelve la vida humana dulce. Ella es, por lo tanto, nuestra dulzura.
María, que vuelve así dulce y sustentable nuestra vida, es la grande y única
esperanza, porque es Reina y Madre de misericordia.
Extraído de conferencia del Dr. Plinio en 21/05/1965