«He combatido el noble combate, he acabado la carrera, he conservado la Fe. Por lo demás, me está reservada la corona de la justicia, que el Señor, Juez justo, me dará en aquel día» (2 Tim 4, 7-8).
Alrededor de las 2.30 de esta madrugada (hora brasileña), 1 de noviembre, confortado por los Sacramentos de la Santa Iglesia y rodeado de sus hijos espirituales, Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, a la edad de 85 años, entregó serenamente su alma a Dios en Brasil, en la ciudad de Franco da Rocha (Gran São Paulo), después de catorce años de sufrir un derrame cerebral.
Nació en São Paulo, Brasil, el 15 de agosto de 1939. Discípulo y el intérprete del pensamiento y la obra del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, cumplió los deseos largamente anhelados por su maestro e inspirador fundando la Asociación Privada Internacional de Fieles Heraldos del Evangelio, aprobada en 2001 por el Papa Juan Pablo II, y las Sociedades de Vida Apostólica Virgo Flos Carmeli y Regina Virginum, aprobadas por el Papa Benedicto XVI en 2009.
Estudió Derecho en la Facultad del Largo São Francisco (São Paulo), se doctoró en Teología y Derecho Canónico, escribió veintisiete obras —varias de las cuales han sido traducidas a siete idiomas y algunas con una tirada de más de dos millones de ejemplares—, impulsó la construcción de iglesias en Brasil y en otros países de América, Europa y África, y dirigió personalmente las instituciones que fundó, que hoy desarrollan sus actividades en más de setenta países, con millones de miembros y seguidores, entre sacerdotes, hermanos y hermanas asociados, cooperadores o participantes solidarios.
Desde 2017, los Heraldos del Evangelio han sido objeto de falsas acusaciones por parte de los enemigos de la Iglesia y del bien. Al restablecer la verdad, Mons. João ha salido indemne de estas oleadas de difamación, tanto aceptando benévolamente las retractaciones judiciales de los acusadores como acumulando innumerables victorias procesales, consignadas en sentencias y en el cierre de las investigaciones.
Así, convencidos de que las biografías de los hombres providenciales no terminan en esta tierra, sus hijos espirituales continuarán su labor bajo la protección de María Santísima, para cumplir la misión de ser un vínculo entre la Santa Iglesia y la sociedad civil.