Saúl Castiblanco
Narra Mons. Juan Clá, en su maravillosa obra “San José: ¿Quién lo conoce?” (1)que un adolescente y luminoso San José ya había suscitado desde el vientre materno la furia del demonio, y que el padre de las tinieblas ansiaba la ocasión por matarlo.
Al que sería el custodio del Niño Dios, como era normal, le atraían los juegos con otros jóvenes, “simulando luchas y guerras y, como estaban al servicio de la casa de David, [un día] estaban representando el duelo de éste con Goliat”. El adolescente José participaba de forma normal en el juego, pero un tanto alejado.
“De repente, aparecieron algunos lobos. Los niños se quedaron paralizados de miedo, temiendo que los animales avanzaran. Pero pronto todos notaron que la atención de las fieras se había concentrado casi completamente en José”.
Los compañeros de San José quedaron paralizados, pero no así el descendiente de la Casa de David.
“Uno de los lobos se adelantó, seguido por los demás. San José entonces, les salió al encuentro con un trozo de madera que cogió por allí. Otro niño intentó ayudarlo, pero, en la lucha no consiguió grandes logros. Era el Santo quien conseguía dominar las fieras. Con movimientos muy ágiles, giraba y saltaba, evitando los ataques de los lobos y golpeándolos a su vez, con mucha energía y elegancia”.
“La lucha fue rápida, pero la escena de los animales huyendo ante la fuerza y la destreza de San José, se les quedó grabada en la memoria a los pastorcitos. Aquel era el verdadero hijo de David, nacido para el combate y dispuesto a enfrentar sin temor las dificultades más terribles. Los que presenciaron el impresionante episodio guardaron con veneración la vara usada por San José en la lucha contra los lobos, comentando entre ellos si él no vendría a ser un nuevo David para el pueblo de Israel. En aquella ocasión, José no llegó a darse cuenta, pero aquellos animales voraces habían sido enviados por el demonio para matarlo”.
La valentía demostrada por San José en ese sublime episodio, nos inspire el ánimo para pedir al Santo Patriarca protección ante los espíritus infernales y sus secuaces aquí en la Tierra, y tal vez también para consagrarle el año que inicia y toda nuestra existencia.
San José, Príncipe de la Casa de David, Esposo de la Reina del Cielo, y Padre Adoptivo del Redentor, Ruega por Nosotros.
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Notas
(1) San José: ¿Quién lo conoce? Mons. João Scognamiglio Clá Dias. Heraldos del Evangelio. Ed. Asociación Caridad y Verdad. Lima. 2017. pp. 60-61