¿Cada cuánto debo confesarme? Parte 2

Publicado el 12/07/2022

Si la confesión es muchas veces penosa, su fruto es siempre dulce y suave y que por consiguiente la inocencia, la castidad, la felicidad y el deber son los frutos de la confesión frecuente, ya que de la mano derecha del confesor, siempre se derivan ventajas infinitas y que la confesión es un poderoso medio de educación.

Padre Luis Chiavarino

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Discípulo — Padre, ¿que viene a ser esa unión íntima con Dios?

MaestroEs lo que los teólogos llaman de “vida íntima”, y que San Juan María Vianney, el santo cura de Ars, describe así:La vida interior es un baño de amor en la Sangre de Jesucristo en el que el alma se sumerge y se siente como que ahogada. Dios sostiene a estas almas como una madre sostiene la cabeza de su hijo entre las manos para cubrirla de besos y caricias”.

Discípulo¡Como son felices esas almas! ¿Y la confesión semanal es necesaria para ellas?

Maestro — Sí, y no debemos dejarla por negligencia porque todos los otros medios no serían suficientes sin la constancia en la confesión.

Discípulo — ¿Padre, no sería bueno si nos confesáramos incluso más de una vez por semana como los santos?

Maestro — Si se trata de sacerdotes, respondo afirmativamente, según el consejo y la práctica de los santos. Siendo ellos los dispensadores cotidianos de la Sangre de Jesucristo en la confesión, ¿quién se atrevería a limitarles el uso?

Si se trata de otras personas, desde que no estén en estado de pecado mortal, la mejor regla es confesarse una vez por semana.

Discípulo — ¿Por qué?

Maestro — Porque una larga experiencia nos mostró de cerca, salvo unas pocas excepciones, que cuando se trata de mujeres, la confesión más frecuente que aquella realizada cada semana, no forma almas santas, sino que las vuelve escrupulosas y egoístas. El que sienta mayor deseo de la absolución que recurra a la absolución espiritual.

Discípulo¡¿Absolución espiritual?!… Nunca oí hablar de eso, Padre.

Maestro — Así como existe la Comunión espiritual, existe también la absolución espiritual. Esto no debe causarte extrañeza: si la “contrición perfecta” con el deseo de la confesión, es capaz de cancelar de nuestra alma los pecados mortales, con certeza puede producir el mismo efecto sobre los pecados veniales.

Discípulo — ¿O sea que con la absolución espiritual podemos obtener todas las que queramos, incluso más de una por día?

Maestro¡Así es!

Discípulo — Pero, que sucede si estamos en estado de pecado mortal y si tenemos posibilidad de confesarnos?

Maestro — Entonces vete a confesar cuantas veces sea necesario y lo antes posible, en mi experiencia debo decirte que siempre me arrepentí todas las veces en las que retrasé la confesión. Es muy bueno que pongan en práctica el consejo de San Felipe Neri y de su digno imitador, San Juan Bosco: “Nunca te vayas a dormir con un pecado mortal en el alma”.

Monseñor de Segur cuenta que justamente un niño había prometido a Jesús que nunca se iría a dormir con un pecado en el alma. Sucedió que habiendo pecado un día, quiso cumplir la promesa. A pesar de ser ya de noche, se llenó de coraje, fue a confesarse y volvió a casa dando gracias a Dios. Tan pronto se acostó, se quedó dormido y soñó con Jesús y María Santísima; oyó las melodías celestiales y voló por el espacio infinito del Paraíso. A la mañana siguiente, al notar que su hijo se demoraba mucho en levantarse fue a despertarlo; lo llamó y no le respondió, lo sacudió y el niño no se movió. ¡Estaba muerto! Y en su rostro inocente como un lirio, brillaba la aureola de los santos!

Discípulo¡Qué niño tan dichoso! La confesión lo libró del pecado y del infierno.

Maestro — !! Por lo tanto, podemos llegar a siguiente conclusión: si la confesión es muchas veces penosa, su fruto es siempre dulce y suave y que por consiguiente la inocencia, la castidad, la felicidad y el deber son los frutos de la confesión frecuente, ya que de la mano derecha del confesor, siempre se derivan ventajas infinitas y que la confesión es un poderoso medio de educación, pudiendo temerlo todo de quien no se confiesa.

San Juan Bosco

Un ministro británico, deseando conocer a San Juan Bosco, del cual tanto oía hablar, viajó para Turín y pidió licencia para visitar el Oratorio Salesiano para aprender su método de educación. San Juan Bosco lo recibió con benevolencia, acompañándolo en la visita de tan enorme casa. La maravilla del ministro aumentaba a medida que atravesaba las dependencias del oratorio, elogiando el orden y la disciplina perfecta allí reinantes.

Pero cuando fue introducido en la enorme sala donde estudiaban con la mayor seriedad y en medio del más perfecto silencio, más de quinientos jóvenes, vigilados solamente por dos seminaristas, la sorpresa se transformó en estupor y dirigiéndose a San Juan Bosco exclamó:

Señor Abad, ¿no sabe que esto es un espectáculo magnífico? ¿Dígame por favor, cuál es su secreto para obtener tanto silencio y tanta disciplina?

Señor Ministro, respondió Don Bosco, mi secreto no les servirá a ustedes

¿Pero por qué?

Porque pertenece a los católicos, y ustedes son protestantes. Mi secreto es la confesión frecuente y semanal.

Siendo así, nos falta realmente este poderoso medio de educación; ¿pero acaso no podríamos suplirlo por otros?

¡No! Cuando no se usa este elemento de la religión, es necesario recurrir a la disciplina férrea.

¿Entonces, Padre, o la religión o la disciplina férrea?

Así es

¡Muy bien! O religión o disciplina: comprendo, voy a contar esto en Londres.

Tomado del Libro Confesaos bien, pp. 39-42

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