
Entusiasmo. Qué extraño puede sonar este vocablo a nuestros oídos. Más aún, qué extraño es escucharlo salir de nuestros labios… Vivimos sumergidos en las realidades, legítimas sin duda, pero banales de nuestra vida cotidiana, sin ningún tipo de realizaciones grandiosas que nos entusiasmen. Lo más fácil para encontrar hechos por los cuales entusiasmarse es estudiar el pasado. ¿Será posible, sin embargo, que el análisis de un hecho histórico lleno de riesgos y de pruebas como la conquista de América solo despierte en nosotros un entusiasmo por el pasado sin suscitar en nuestro interior ímpetus que nos impulsen a proezas semejantes en nuestra vida?
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Para Portugal, las navegaciones se dieron por el Cabo de la Buena Esperanza hasta alcanzar Japón, más tarde alcanzaron China. Para España, al contrario, la navegación fue en un sentido diferente. Para adelante, para adelante, para adelante, hasta que a fin de cuentas los marineros de Colón estaban más o menos revoltosos contra él, y querían volver porque no había más qué hacer, aquel mar era eterno, no acababa nunca, al otro lado no había ninguna tierra y era una locura. Y Colón estaba en el momento de tener que enfrentar una revuelta de sus marineros, cuando comenzaron a aparecer ramas de árboles flotando en el mar. Y cuando flotan ramas de árbol en el mar es señal evidente que hay tierra cercana, porque en algún lugar nació aquel árbol. El que hubiera ramas con hojas verdes flotando allí significaba que no había muerto hacía mucho tiempo. Por tanto, la tierra donde esas ramas habían nacido estaba cerca y, por tanto, ellos estaban cerca. Y entonces fueron andando hasta llegar a la Isla de Santo Domingo y comenzar la conquista de América.

Cetro y corona pertenecientes a Isabel la Católica
Más aún. La Reina Isabel la Católica no tenía dinero para pagar la expedición. Pero hay ciertos lances en que es más bonito que no se tenga dinero que tenerlo. Ella no dudó en dar el lance. Mandó tomar las joyas de la corona, empeñó las joyas y levantó el dinero. Es decir, si Colón hubiese naufragado, la reina perdería todas las joyas de la corona. Pero ella tuvo coraje en todos los sentidos de la palabra. Y poco tiempo después de haber sido hecho el descubrimiento de América, le mandaron enseguida una nave con la noticia, y ella supo que le pagaría a Colón, pero sacaría un lucro mucho mayor que el de las joyas de la corona. Es una cosa grande en todos los sentidos de la palabra.
Resultado: ustedes exclaman “¡fenomenal!” Lo que es una señal de entusiasmo. ¿Por qué ese entusiasmo? Porque todo en esa acción es grande. Ustedes examinaron conmigo los diversos aspectos de esa acción y percibieron lo que yo hablé: acción grande. Grande para la reina pobre, que contrata solo tres navíos.

Réplica de la Santa María, Barcelona
Yo fui a ver en Barcelona, una de las veces que estuve en España, las copias exactas, hechas de acuerdo con los mapas del tiempo, de los tres barcos del escuadrón de Colón. Escuadrón es un decir… Se llamaban Santa María, Pinta y Niña, los tres navíos. Yo entré en la copia de cada uno, pero son copias fidelísimas. Son tres barquitos, son tres cáscaras de nuez, en una cosa que no daba para nada, da lástima. Aquellos hombres audaces embarcaron en ellas y anduvieron hacia lo desconocido…

Retrato de Cristóbal Colón pocos años antes de su muerte
Después, estaba la prueba para Colón. Todo parecía desmentir sus esperanzas. Pero él había hecho estudios, tenía ciertos cálculos por donde estaba seguro que esas tierras deberían existir, y él enfrentó la revuelta de los marineros, que podrían matarlo allí, para ir más hacia adelante. ¡Y lo inesperado! Lo inesperado es un elemento de entusiasmo muy grande. Cuando la victoria esperada llega es muy bonito, pero cuando la victoria llega inesperada es más bonita aún. Y sucedió precisamente que, mientras él estaba enfrentándose a esos hombres, enfadado, y temiendo una revuelta a cualquier momento, de repente alguien grita una palabra más o menos del género “¡tierra cercana!”, o “¡follaje!”, o cualquier cosa. Tal vez él pensara que era un delirio, porque a veces las personas sujetas a mucha preocupación comienzan a delirar. Ustedes pueden imaginarse: él va corriendo a la cubierta para ver y ve aquellos árboles, que eran emisarios del continente americano, que venían al encuentro de su descubridor. ¡Da entusiasmo!
Ustedes tienen una gran acción. Una acción que exigió un gran esfuerzo de parte de la reina, que empeñó sus joyas y después le mandó hacer la expedición. De parte de él es evidente, de parte de su tripulación también. Y después lo inesperado.

Un Geiser es un tipo especial de fuente hidrotermal que emite periódicamente una columna de agua caliente y vapor al aire de varios metros de altura.
En lo peor de las cosas, cuando todo parecía derrotado, surge la victoria como un géiser. Uno se siente entusiasmado.
Es necesario decir que, de todos los aspectos por donde esa navegación despierta el entusiasmo, a mi ver —por lo menos es el modo de sentir personal. Es posible que otro de ustedes piense de otra manera—, pero lo que más causa entusiasmo es el riesgo. Si no hubiese habido riesgo de la vida, todo eso sería mucho menos.
Un viaje, pero con el riesgo de la vida a todas horas, a todo momento, uno ve entonces a un hombre, un grupo de hombres, que para realizar algo dice: “Está bien, si es para morir, lo es. ¡Pero vamos adelante!”. Uno, evidentemente, se entusiasma.