Efectos admirables de la confesión. Parte II

Publicado el 10/09/2022

Es imposible describir la sorpresa de todos, que no podían explicarse cómo es que un pobre sacerdote, solo, sin guardias ni soldados, haya podido mantener en orden y sumisos a un número tan grande de internos; no sabían que el gran secreto de San Juan Bosco era la confesión.

Padre Luis Chiavarino

Para leer la primera parte de este artículo haga clic aquí

Maestro — Un día, un sacerdote, vicario de una ciudad importante de la región italiana de Monferrato en el Piamonte, fue a buscar a San Juan Bosco. Tan pronto lo vio, estalló en llanto. El santo lo levantó y amorosamente comenzó a preguntarle acerca de la razón de tal angustia.

Don Bosco, estoy decidido a abandonar mi parroquia, veo que no puedo hacer ningún bien, mis esfuerzos son correspondidos con una indiferencia y frialdad cada vez mayores.

Por toda parte abundan la blasfemia, el modo de hablar deshonesto, la falta de respeto de los días santos, los malos hábitos, los bailes, el escándalo. !Don Bosco, tenga piedad y aconséjeme!

¿Desde hace cuánto reina esta situación?

Desde hace muchos años y siempre va de mal en peor

¿Usted rezó o hizo que otros rezaran por esta situación?

¡Imagínese, sino iba a rezar! Muchas veces hice votos, pero todo fue inútil.

¿Pero, sus feligreses van a la parroquia, frecuentan los sacramentos?

Sí, ellos van a la Iglesia y frecuentan bastante los sacramentos, pero después…

¿Las confesiones son bien hechas?

¡Cuál bien hechas ni que nada! Ese es mi mayor disgusto.

Padre, vuelva tranquilo a su parroquia y de ahora en adelante haga esto: predique sermones únicamente sobre la excelencia de la confesión bien hecha

El celoso sacerdote obedeció y cuando al cabo de tres años se encontró a San Juan Bosco en la sala de espera de la estación de Asti, se arrojó nuevamente a sus pies y besándole la mano con afectuosa efusividad, no dejaba de agradecerle por el inspirado consejo que le había dado.

Puse en práctica lo que usted me aconsejó y la parroquia cambió como por arte de magia, dándome siempre nuevas e indecibles consolaciones.

Discípulo ¿Don Bosco era un santo, no es así,Padre?

Maestro — Era un hombre repleto del espíritu de Dios, pero conocedor del mundo, investigador profundo de los corazones y como San Felipe Neri, batallaba con celosa constancia por la confesión frecuente, la cual es muy poco practicada y no siempre con provecho porque es muy poco conocida

Ella, más allá de ser el remedio por excelencia, es incluso el sacramento milagro, capaz de refrenar ella sola el mundo entero.

Discípulo¿Será esto posible?

Maestro — He aquí una muestra de esto en otro hecho histórico de San Juan Bosco.

En el año de 1855, Don Bosco había predicado durante tres días los ejercicios espirituales a los jóvenes de la “Generala” de Turín, correccional de dicha ciudad. Habiéndolos confesado a todos, pidió y consiguió después de mucha insistencia, del propio ministro Urbano Ratazzi, la licencia de llevar a todos los 350 jóvenes recluidos a un paseo hasta el parque real de Stupidini, distante unas cuatro millas de Turín. La más espontánea alegría duró hasta la tarde y en la hora de regresar, ninguno de los muchachos se escapó. Es imposible describir la sorpresa de todos, que no podían explicarse cómo es que un pobre sacerdote, solo, sin guardias ni soldados, haya podido mantener en orden y sumisos a un número tan grande de internos; no sabían que el gran secreto de San Juan Bosco era la confesión.

Discípulo — Es cierto, la confesión es muy poderosa. Si los padres reconocieran esto, cómo educarían mejor a la juventud y cómo habría mayor respeto, obediencia y moralidad en las propias familias.

Maestro¡Sin duda alguna! De hecho, no tengo miedo de exagerar al decir lo siguiente: confesando a personas que frecuentan la confesión, difícilmente encontraremos un pecado mortal.

DiscípuloAsí como una casa que se barre frecuentemente, o como un vestido que se lava siempre, y como un rostro que se lava diariamente se conservan limpios; lo mismo sucede con el alma que se confiesa con frecuencia ¿No es así, Padre?

MaestroEs así mismo.

Tomado del libro Confesaos bien, pp.34-35



Maestro — Un día, un sacerdote, vicario de una ciudad importante de la región italiana de Monferrato en el Piamonte, fue a buscar a San Juan Bosco. Tan pronto lo vio, estalló en llanto. El santo lo levantó y amorosamente comenzó a preguntarle acerca de la razón de tal angustia.

Don Bosco, estoy decidido a abandonar mi parroquia, veo que no puedo hacer ningún bien, mis esfuerzos son correspondidos con una indiferencia y frialdad cada vez mayores.

Por toda parte abundan la blasfemia, el modo de hablar deshonesto, la falta de respeto de los días santos, los malos hábitos, los bailes, el escándalo. !Don Bosco, tenga piedad y aconséjeme!

¿Desde hace cuánto reina esta situación?

Desde hace muchos años y siempre va de mal en peor

¿Usted rezó o hizo que otros rezaran por esta situación?

¡Imagínese, sino iba a rezar! Muchas veces hice votos, pero todo fue inútil.

¿Pero, sus feligreses van a la parroquia, frecuentan los sacramentos?

Sí, ellos van a la Iglesia y frecuentan bastante los sacramentos, pero después…

¿Las confesiones son bien hechas?

¡Cuál bien hechas ni que nada! Ese es mi mayor disgusto.

Padre, vuelva tranquilo a su parroquia y de ahora en adelante haga esto: predique sermones únicamente sobre la excelencia de la confesión bien hecha

El celoso sacerdote obedeció y cuando al cabo de tres años se encontró a San Juan Bosco en la sala de espera de la estación de Asti, se arrojó nuevamente a sus pies y besándole la mano con afectuosa efusividad, no dejaba de agradecerle por el inspirado consejo que le había dado.

Puse en práctica lo que usted me aconsejó y la parroquia cambió como por arte de magia, dándome siempre nuevas e indecibles consolaciones.

Discípulo ¿Don Bosco era un santo, no es así,Padre?

Maestro — Era un hombre repleto del espíritu de Dios, pero conocedor del mundo, investigador profundo de los corazones y como San Felipe Neri, batallaba con celosa constancia por la confesión frecuente, la cual es muy poco practicada y no siempre con provecho porque es muy poco conocida

Ella, más allá de ser el remedio por excelencia, es incluso el sacramento milagro, capaz de refrenar ella sola el mundo entero.

Discípulo¿Será esto posible?

Maestro — He aquí una muestra de esto en otro hecho histórico de San Juan Bosco.

En el año de 1855, Don Bosco había predicado durante tres días los ejercicios espirituales a los jóvenes de la “Generala” de Turín, correccional de dicha ciudad. Habiéndolos confesado a todos, pidió y consiguió después de mucha insistencia, del propio ministro Urbano Ratazzi, la licencia de llevar a todos los 350 jóvenes recluidos a un paseo hasta el parque real de Stupidini, distante unas cuatro millas de Turín. La más espontánea alegría duró hasta la tarde y en la hora de regresar, ninguno de los muchachos se escapó. Es imposible describir la sorpresa de todos, que no podían explicarse cómo es que un pobre sacerdote, solo, sin guardias ni soldados, haya podido mantener en orden y sumisos a un número tan grande de internos; no sabían que el gran secreto de San Juan Bosco era la confesión.

Discípulo — Es cierto, la confesión es muy poderosa. Si los padres reconocieran esto, cómo educarían mejor a la juventud y cómo habría mayor respeto, obediencia y moralidad en las propias familias.

Maestro¡Sin duda alguna! De hecho, no tengo miedo de exagerar al decir lo siguiente: confesando a personas que frecuentan la confesión, difícilmente encontraremos un pecado mortal.

DiscípuloAsí como una casa que se barre frecuentemente, o como un vestido que se lava siempre, y como un rostro que se lava diariamente se conservan limpios; lo mismo sucede con el alma que se confiesa con frecuencia ¿No es así, Padre?

MaestroEs así mismo.

Tomado del libro Confesaos bien, pp.34-35



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“Caballeros de la Virgen” es una Fundación de inspiración católica que tiene como objetivo promover y difundir la devoción a la Santísima Virgen María y colaborar con la “La Nueva Evangelización” , la cual consiste en atraer los numerosos católicos no practicantes a una mayor comunión eclesial, la frecuencia de los sacramentos, la vida de piedad y a vivir la caridad cristiana en todos sus aspectos. Como la Iglesia Católica siempre lo ha enseñado, el principal medio utilizado es la vida de oración y la piedad, en particular la Devoción a Jesús en la Eucaristía y a su madre, la Santísima Virgen María, mediadora de las gracias divinas. Sus miembros llevan una intensa vida de oración individual y comunitaria y en ella se forman sus jóvenes aspirantes.

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