El combate personal para mantener la pureza. Parte 1

Publicado el 05/10/2022

Sin duda el vicio mismo no puede heredarse, siendo como es el pecado un desorden de nuestra voluntad personal y libre. Pero esta voluntad encuentra una solicitación en el temperamento, que sí depende de la herencia.

P. Georges Hoornaert, S.J.

Todos tienen que luchar, pero no de la misma manera. La tentación la sufren todos, pero no con la misma intensidad. Examinemos los principales elementos que influyen en ello.

1º El temperamento.

Ciertos individuos son muy impresionables, y otros apenas lo son; unos son muy excitables, y otros sosegados, más fríos. Entre los términos extremos hay toda una gama intermedia. Tantos casos como personas.

2.° Las crisis

Un mismo individuo pasa por diferentes crisis: crisis de la edad, crisis de soledad, crisis del corazón, crisis de estados de ánimo, crisis de tentaciones […]

¿Quién hay que no conozca el fenómeno propio a los diabéticos? La menor laceración, mal cicatrizada puede complicarse hasta llegar a una gangrena. Ciertos estados morales nos recuerdan este fenómeno patológico. Un simple arañón puede ser fatal.

3º La herencia

Todos llevamos la carga de nuestra herencia. Nuestro presente está saturado del pasado. ¿Puedes responderme -preguntaba un día Napoleón I- , cuando se debe iniciar la educación de un niño?… ¡Cien años antes de nacer!

De hecho nuestra constitución fisiológica, pasional, mental, es, por decirlo así, un terreno de aluvión muy complejo, donde entran los hábitos sanos o torcidos, no solamente de los padres, sino de nuestros abuelos […].

Sin duda el vicio mismo no puede heredarse, siendo como es el pecado un desorden de nuestra voluntad personal y libre. Pero esta voluntad encuentra una solicitación en el temperamento, que sí depende de la herencia. Joven, ten presente este doble aspecto […].

Como hijo, recibiste. Como padre, transmitirás. El ser humano no peca para sí, sino también para sus decendientes. No te conviertas en el tronco maldito de una raza enferma.

Piensa cómo en un futuro será terrible para un padre observar en sus hijos, síntomas de degeneración, terribles neurosis y con la mano en el pecho tendrán que confesar “El causante de este mal soy yo…”.

El Duque de Candé llevó una vida moralmente reprobable durante su juventud y pensaba que todo acabaría al entrar en la edad madura. Sin embargo, le transmitió a su hijo una enfermedad detestable y vio los progresos que el mal iba haciendo en su hijo. “Quien lo está matando soy yo”. El día en el cual el joven consiente la entrada del germen fatal en su sangre, no es solo él quien lo sufre, sino también sus hijos y sus nietos.

¡Cuán amargo es ser un hijo de Adán! Pero yo conozco algo peor: es ser uno mismo un Adán transmitiendo también un pecado original a sus descendientes… Si te sientes en riesgo de caer, trae a tu mente al Duque de Candé. “Respeta en ti al padre que serás mañana. Respeta en ti al padre de una generación”.

Sería cruel para tu hijo el tener que acusar a su propio padre.

Cfr. La gran guerra, el combate de la pureza pp.47-52

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