Dios profesa un amor especial a la juventud, encontrando en ella sus delicias, porque ellos están en condiciones de hacer muchas buenas obras en su vida, siendo propias de su edad la sencillez, humildad e inocencia; y, en general, porque no han llegado aún a ser presa infeliz del enemigo infernal.
San Juan Bosco
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Primera parte
Medios necesarios para hacerse virtuoso
Artículo 1º Conocimiento de Dios
Observad, queridos hijos míos, todo cuanto existe en el ciclo y en la tierra: el sol, la luna, las estrellas, el aire, el agua, el fuego. Hubo un tiempo en que ninguna de estas cosas existía, porque nada hay que se dé el ser a sí mismo. Dios, con su omnipotencia infinita, las creó todas de la nada, y por esto motivo se llama Creador, Dios, que ha existido y existirá siempre, después de haber creado todas las cosas que hay en el cielo y en la tierra, dio existencia al hombre, que es la más perfecta de todas las criaturas visibles. Así nuestros ojos, oídos, pies, boca, lengua y manos son dones del Señor.
El hombre se distingue de los demás animales en que posee un alma que piensa, raciocina y conoce lo que es bueno y lo que es malo. Siendo el alma un espíritu puro, no puede morir con el cuerpo; tan pronto como éste sea cadáver, el alma comenzará una nueva vida que no concluirá jamás. Si fue virtuosa en este mundo, será para siempre feliz con Dios en el paraíso, donde gozará eternamente de todos los bienes. Si obró el mal, será castigada terriblemente en el infierno, donde sufrirá para siempre toda clase de tormentos. Pensad, pues, hijos míos, que todos habéis sido creados para el paraíso, y que Dios, nuestro Padre amoroso, experimenta un gran dolor cuando se ve obligado a condenar un alma al infierno.
¡Oh, cuánto os ama Dios! Él desea que practiquéis buenas obras para haceros partícipes, después de la muerte, de aquella dicha tan grande que a todos nos tiene preparada en el cielo.
Artículo 2° El Señor ama de un modo especial a la juventud
Puesto que todos hemos sido creados para el paraíso, debemos, amados hijos, dirigir todas nuestras acciones a este único fin. La eterna recompensa o el terrible castigo que nos esperan deben movernos a eso; pero lo que más ha de impulsarnos a amar y servir a Dios es el amor infinito que Él nos tiene.
Verdad es que ama a todos los hombres, por ser ellos obra de sus manos; sin embargo, profesa un afecto especial a la juventud, encontrando en ella sus delicias: Deliciæ meæ esse cum filiis hominum.
Dios os ama porque estáis en condiciones de hacer muchas buenas obras en vuestra vida, siendo propias de vuestra edad la sencillez, humildad e inocencia; y, en general, porque no habéis llegado aún a ser presa infeliz del enemigo infernal.
Nuestro divino Salvador, durante su vida mortal, dio también muestras de su especial benevolencia para con los niños. Asegura que considera como hechos a Él mismo todos los beneficios que se hagan a los niños.
Amenaza terriblemente a los que con sus palabras o acciones los escandalicen.“En verdad os digo, exclama, que si alguien escandalizare a alguno de estos pequeñitos que creen en mí, más le valiera que le colgaran al cuello una rueda de molino y le arrojaran a lo más profundo del mar”. Se complacía en que los niños le quisiesen; y, llamándolos para que se le acercaran, los abrazaba y concluía por darles su santa bendición. “Dejad, decía, dejad que los niños se acerquen a mí”, demostrando así, ¡oh hijos míos!, que vosotros sois las delicias de su corazón.
Una vez que el Señor os ama tanto, ¿no debéis hacer un firme propósito de corresponderle, haciendo todo cuanto a Él le agrade y evitando todo lo que pueda disgustarlo, probando así de esta manera que vosotros también lo amáis?
Tomado del libro La Juventud instruida; pp.3-5
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