Reglas sobre el pecado mortal. Parte 1

Publicado el 02/13/2023

En las personas que van intensamente purificando sus pecados y en el servicio de Dios Nuestro Señor de bien en mejor subiendo… es propio del mal espíritu morder, contristar y poner impedimentos, inquietando con falsas razones para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones… quietud, facilitando y quitando todos impedimentos para que en el bien obrar proceda adelante.

Padre Georges Hoornaert, SJ.

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Primer principio

Los escrupulosos pueden quedarse tranquilos. Se engañan y hacen injuria a Dios, cuando se figuran que la vida cristiana es un terreno minado, donde uno es tragado sin apenas darse cuenta, una especie de bosque sembrado de trampas invisibles. No y no; no hay trampas puestas por Dios, y no se cometen los pecados mortales sino dándose perfecta cuenta y habiéndolo completamente querido.

Tú mismo dices: ¡Tengo tanto miedo de cometer un pecado mortal…!

¿Pero no ves que lo que más te debe tranquilizar es precisamente ese miedo? El solo hecho de temer mucho una cosa, prueba bien que no se quiere tal cosa.

San Ignacio, quien ha sido llamado «el rey de los psicólogos»…, en sus Reglas para sentir y entender escrúpulos piensa que la prueba de los escrúpulos «por algún espacio de tiempo no poco aprovecha al alma… antes en gran manera purga y limpia a la tal alma, separándola mucho de toda apariencia de pecado según aquellas palabras de San Gregorio: Es propio de almas buenas reconocer culpa donde no hay culpa ninguna 1.

«El enemigo (Satanás) mucho mira si un alma es gruesa (poco escrupulosa) o delgada (timorata). Y si es delgada, procura de más la adelgazar en extremo, para más la turbar y desbaratar; verbigracia, si ve que un alma no consiente en sí pecado mortal ni venial, ni apariencia alguna de pecado deliberado, entonces el enemigo, cuando no puede hacerla caer en cosa que parezca pecado, procura de hacerla formar (juzgar) pecado a donde no es pecado… Si el alma es gruesa, el enemigo procura de engrosarla más; verbigracia, si antes no hacía caso de los pecados veniales, procurará que de los mortales haga poco caso; y si algún caso hacía antes, que mucho menos o ninguno haga ahora.»

El alma que desea aprovecharse en la vida espiritual, siempre debe proceder contrario modo que el enemigo procede; es a saber, si el enemigo quiere engrosar el alma, procure de adelgazarse; asimismo si el enemigo procura de atenuarla para atraerla en extremo, el alma procure solidarse (permanecer) en el medio, para en todo quietarse.»

San Ignacio nos da otras preciosas directivas en sus Reglas para el conocimiento de espíritus: «En las personas que van intensamente purificando sus pecados y en el servicio de Dios Nuestro Señor de bien en mejor subiendo… es propio del mal espíritu morder, contristar y poner impedimentos, inquietando con falsas razones para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones… quietud, facilitando y quitando todos impedimentos para que en el bien obrar proceda adelante.».

Esta, es al menos, la regla general. Ya antes hemos observado que en una misma alma pueden albergarse estos dos huéspedes tan diferentes: el pecado mortal y el escrúpulo. Pero de ordinario su vecindad no dura largo tiempo, porque el uno mata al otro.

Propio es de Dios y de sus ángeles en sus mociones dar verdadera alegría y gozo espiritual, quitando toda tristeza y turbación que el enemigo induce; del cual es propio luchar contra la tal alegría y consolación espiritual, trayendo razones aparentes, sutilezas y asiduas falacias.

En los que proceden de bien en mejor el buen ángel toca al alma dulce, leve y suavemente, como gota de agua que entra en una esponja; y el malo toca agudamente y con sonido e inquietud, como cuando la gota de agua cae sobre la piedra.

Que el alma muy tímida obedezca ciegamente al confesor, es a la vez sabiduría humana y humildad cristiana; que mire como un peligro muy sutil el escrúpulo que hace de la vida cristiana un peso tan insoportable que se vea uno tentado a deshacerse de él, de suerte que el rigorismo venga a parar a veces en laxismo.

El escrupuloso debe tomar la resolución inquebrantable de no volver jamás sobre los hechos ya acusados en confesión, fuera del caso (caso metafísico para él) en que se diese cuenta que un pecado ciertamente mortal ciertamente no ha sido confesado. Arroje estas pusilanimidades en la misericordia de Dios, y convénzase que no tiene nada que temer, ya que las culpas, aun las graves, cuando han sido olvidadas en la confesión y calladas sin mala voluntad, quedan perdonadas indirectamente, pero realmente.

¿Deberá volver sobre ellas en la confesión siguiente? Sí, si se diera la doble certeza de que acabamos de hablar, que, en el escrupuloso, es muy poco probable.

Tomado del libro El combate por la pureza, pp. 31-33

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Notas

1 Esta, es al menos, la regla general. Ya antes hemos observado que en una misma alma pueden albergarse estos dos huéspedes tan diferentes: el pecado mortal y el escrúpulo. Pero de ordinario su vecindad no dura largo tiempo, porque el uno mata al otro.

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