
Lo que no se osa hacer contra el enemigo, el envenenar las fuentes, lo están haciendo todos los días los corruptores de la sociedad: envenenan las fuentes; no las del agua, sino aquellas donde van a beber las almas. Y lo peor es que no le damos importancia, pensamos que nos pueden hacer mucho daño.
P. Georges Hoornaert, S.J.
No es la salud, sino la enfermedad, la que es contagiosa. Vives en medio de tres concupiscencias: mundo, demonio y carne.
Del aire ambiental que respiramos depende la salud de nuestros pulmones y de nuestra sangre. Ahora bien, hay una atmósfera moral, como hay una atmósfera física. Hoy se respiran infinidad de emanaciones peligrosas que flotan en el aire.
En un instituto de microbiología existen caldos de cultivo, tubos llenos de microbios y gérmenes nocivos … Con estos agentes causantes del cólera, de tétanos, de la tuberculosis se podrían infectarse ciudades enteras. Pero no ocurre así porque estos cultivos están guardados en cámaras herméticamente cerradas.
Pero hay otra clase de gérmenes que no están en sitios cerrados… Están expuestos a la gente, con miras a su envenenamiento sistemático.
¿Qué no son sino los kioscos, ciertas librerías, una gran parte de las películas… sino caldos de cultivo de todas las degradaciones morales?
Lo que no se osa hacer contra el enemigo, el envenenar las fuentes, lo están haciendo todos los días los corruptores de la sociedad: envenenan las fuentes; no las del agua, sino aquellas donde van a beber las almas. Y lo peor es que no le damos importancia, pensamos que nos pueden hacer mucho daño.
Alguno podría ser tentado a decir ¿será que realmente existen tales corruptores? Por lo menos yo no los veo. Tampoco se ven los insidiosos microbios, al menos no a simple vista.
El gusano de barco es una especie de almeja de agua salada, un pequeño molusco que hace túneles en muelles y pilotes submarinos y es una de las principales causas de daños y destrucción de las estructuras de madera submarinas y los cascos de los barcos de madera.

Dique de Oosterschelde en Holanda
Aunque pequeño, sin embargo, ha puesto muchas veces en peligro a Holanda: taladra sus diques, los más fuertes del mundo, y por esas hendiduras, al principio minúsculas, pasa el agua, y luego invade la tierra. De la misma manera las grietas de la vida espiritual, abriéndose más y más, lo corrompen todo.
Debemos decir de los pequeños peligros lo que Stahl decía de los pequeños defectos: ”los males ligeros que se repiten, y de los cuales apenas se desconfía, so pretexto de que no son graves, son enemigos más temibles que las enfermedades graves, contra las cuales se toman medidas desde el primer momento.
Casi nunca vienen los grandes males, sino por los pequeños que se descuidaron. Un punto negro en un diente parece que no es nada. Si no se trata enseguida, muy pronto todo el diente quedará dañado; seguirán dañándose los dientes vecinos, y al final toda la dentadura.
Lo que constituye el sumo peligro de estos males morales es su misma pequeñez, ¡su aire de inocencia! ¡Hay que ser prudente!
Ahora bien, sólo es verdaderamente prudente el que pone medios preventivos contra la enfermedad. Es más prudente prevenir que curar.
No hay que buscar solo el no ser “candidato” a tener artritis, diabetes o a evitar las disposiciones a la bronquitis, sino que debemos procurar a todo costo eliminar ese cortejo de males inoportunos.

Publio Ovidio Nasón, poeta latino
“Es más prudente cuidar de la salud que de la enfermedad” decía el poeta latino Ovidio. Es mejor prevenir que curar.
¿Sabes qué supera a una buena restauración dental? Un diente perfecto.
Pregúntale a los mutilados de guerra si la más perfecta pierna artificial equivale a una pierna natural o si un cráneo operado vale tanto como un buen cráneo intacto.
Tomado del libro La gran guerra. El combate por la pureza; pp. 65-68
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