CABALLEROS DE LA VIRGEN

Artículos

Brilla la gloria sublime de Dios

Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy». La Iglesia comienza la liturgia de la Noche Santa con estas palabras del salmo segundo. Ella sabe que estas palabras pertenecían originariamente al rito de la coronación de los reyes de Israel. El rey, que de por sí es un ser humano como los demás hombres, se convierte en «hijo de Dios» mediante la llamada y la toma de posesión de su cargo: es una especie de adopción por parte de Dios, un acto de decisión, por el que confiere a ese hombre una nueva existencia, lo atrae en su propio ser.
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Reconciliando lo ínfimo con lo supremo

Imaginemos una hermosa y recogida capilla. La suave luz que incide sobre el vitral policromado, cálida y acogedora, da la sensación de enriquecerse con la sublime melodía gregoriana que se acaba de cantar: el himno Alleluia Virga Iesse. Es natural que se armonicen con perfección dos maravillas que brotaron de la misma fuente: ¡la Santa Iglesia!
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Tendencia a la Perfección

En las primeras etapas de la vida, el sentido de la perfección, presente en toda criatura humana, hace que la persona perciba mucho más lo perfecto que lo imperfecto y le da una sensación de vida como si fuese un guante maravilloso, forrado de armiño, en el cual ella va poniendo la mano y que se vuelve cada vez más acogedor. En esa experiencia, el hombre en parte se explicita a sí mismo y en parte explica esa sensación en función de sí. Es así que la noción de perfección se va formando en el alma.
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Serena, solícita, maternal

uchos devotos de Dña. Lucilia dan fe de que, en momentos de prueba o angustia, invocar la presencia de esta bondadosa dama es capaz de calmar, curar, remediar; en definitiva, irradiar benéficos rayos de luz en medio de las oscuras tempestades de esta vida.
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Serenidad Luciliana Inconfundible

Tratando con mi madre, varias veces me hice esta pregunta: ¿Cuál es la proporción entre la gracia y la naturaleza en el conjunto de su personalidad? Es razonable colocar esa cuestión, porque cuando alguien corresponde mucho a la gracia, esta última toma aires de una segunda naturaleza y da la impresión de que la persona es así, desde lo más profundo de su ser. En cierto sentido, esto es verdad.
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