Confianza en el confesor

Publicado el 02/07/2023

La confesión debe ser hecha sin artimañas ni rodeos. Faltan a esto las pobres almas que movidas de un lado por la necesidad de manifestarse enteramente, y por otro lado por el miedo de hablar demasiado, buscan un medio término. Recitan frases estudiadas, recurren a expresiones generales, abstractas, vagas, se acusan y se disculpan, dicen y niegan, de modo que el pobre confesor acaba no entendiendo nada.

Padre Luis Chiavarino

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Discípulo — Padre, ¿cómo debe ser la confianza en el confesor?

Maestro — Debe ser ingenua, sin inquietud ni doblez. En otras palabras, debemos abrirle lo más íntimo de nuestro ser sin ninguna reserva, debemos actuar justamente como los niños que sienten la necesidad de decírselo todo a quienes buscan su felicidad.

Discípulo —¿Qué significa abrirle lo más íntimo de nuestro ser?

Maestro — Significa que debemos contarle todo, los pecados, los defectos, las malas inclinaciones, cuando éstas perjudican la conciencia, sea en relación al pasado o al presente.

San Ignacio dice que el demonio actúa con los incautos como los jóvenes disolutos con las muchachas tontas que quieren seducir. Temen ellos que las infelices cuenten a sus padres las palabras, las confidencias, los dichos picantes que usan. De esta manera, el demonio emplea toda la astucia posible para que no demos a conocer al confesor sus artimañas y sus engaños…

Discípulo — ¿No es verdad, Padre, que el demonio teme nuestra confianza porque ella corta todos sus lazos y descubre todos sus engaños?

Maestro — ¡Justamente! Y para sofocarla o disminuirla, llena a las almas de dudas, temores, sospechas, desconfianzas contra el propio confesor. Por lo tanto, es necesario tener coraje y mostrarle al padre hasta estas insidias y tentaciones de nuestra alma.

Discípulo — ¿Pero el confesor no se horrorizará con estas miserias?

Maestro — Cada uno tiene el derecho de manifestar lo que interesa a su propia conciencia y por eso la confianza debe ser ilimitada y sin reservas, salvaguardando siempre dos cosas: la caridad para con el prójimo y el respeto por el confesor.

Discípulo — ¿Padre, hacen mal aquellos que dejan de confesarse o entonces se confiesan de vez en cuando porque tienen miedo de no saber decirlo todo o de la mejor manera?

Maestro¡Hacen muy mal! Y en las mismas condiciones están también los que quieren acordarse de todo y quieren comprenderlo todo, saber explicarlo todo y que por no ser capaces quedan inquietos y angustiados. Cuando hacemos todo lo que está a nuestro alcance, Dios pensará en el resto.

Discípulo ¿Y el confesor también, verdad?

Maestro Con toda certeza, ya que nosotros nos presentamos ante un Padre que sabrá interpretar y hasta mismo adivinar lo que no estamos en condiciones de recordar, comprender y explicar bien. Él sabrá interrogarnos convenientemente y nos ayudará de la mejor manera posible.

Discípulo ¿Qué diremos, Padre, de los que no les gusta ser interrogados?

Maestro Es necesario decir que quienes saben que están enfermos y no desean ser curados, nunca podrán sanar.

Discípulo ¿Que significa sin inquietud o doblez?

Maestro — Significa que la confesión debe ser hecha sin artimañas ni rodeos. Faltan a esto las pobres almas que movidas de un lado por la necesidad de manifestarse enteramente, y por otro lado por el miedo de hablar demasiado, buscan un medio término.

Recitan frases estudiadas, recurren a expresiones generales, abstractas, vagas, se acusan y se disculpan, dicen y niegan, de modo que el pobre confesor acaba no entendiendo nada.

Discípulo¡Cuánta miseria! ¿Y para qué tantos rodeos?

Maestro — Porque ellos tienen miedo de salir perdiendo, de deshonrarse no sé como. Pobres, no saben que son justamente la espontaneidad y la sinceridad de acusarse y aceptar sus culpas lo que predispone el corazón del confesor para la compasión y el perdón, mientras que las artimañas obtienen el efecto contrario.

Discípulo¿Verdad que aquí se aplica el proverbio. “Al que se acusa, Dios lo disculpa y al que se disculpa Dios lo acusa”?

Retratp de San Juan Bosco

Maestro — ¡Totalmente cierto! Cierto día, un hombre llegó para confesarse con Don Bosco y justamente por timidez, en vez de acusar sus propios pecados, trataba de disculparlos. El siervo de Dios, que como santo leía en la frente y en el alma de sus penitentes, lo escuchó por algún tiempo, pero después lo interrogó y le preguntó amablemente.

Discúlpeme, pero usted vino para acusarse o para disculparse?

¡Oh, Padre, pues para acusarme!

Entonces acúsese y diga sin rodeos: yo pensé así y así… hice esto y aquello… y me sucedió esto otro.

Y después de exponerle a Don Bosco todas sus miserias, nuestro santo le dijo

Perdóneme si leo su pensamiento, pero es porque no quiero que cometa un sacrilegio y vaya para el infierno, desde que “ al que se acusa Dios lo disculpa y al que se disculpa Dios lo acusa”.

Muy confundido el pobre, pero mucho más que satisfecho por verse libre de tamaño peso, no dejaba de besarle la mano a San Juan Bosco y de agradecerlo por haberlo librado de tan gran embrollo en el que él mismo había caído.

Discípulo — Pero no todos son como Don Bosco ni tampoco todos pueden leer en el pensamiento y en el corazón.

Maestro — Precisamente es necesario siempre confesarse claramente, sin rodeos ni disculpas, para que el confesor pueda comprender y perdonar… y sobre todo, para que no sea engañado.

Papa Gregorio XVI fue un religioso “Camaldulense”, elegido Papa entre 1831 y 1846.

Se cuenta que el Papa Gregorio XVI, habiendo ido a visitar la penitenciaría de “Civitavecchia”, les preguntaba a cada uno de los condenados el motivo por el cual se encontraba allí.

Naturalmente, todos respondían:

¡Por nada, Santidad… Fue una injusticia… nosotros somos inocentes! Finalmente encontró a un condenado que llorando y muy humildemente respondió

¡Ah Santidad!… Yo soy un miserable… culpable de crímenes infames fui justamente condenado… Entonces, el Papa volviéndose para el director de la penitenciaría le dijo:

El lugar de este bandido no es en medio de tantos inocentes. Sáquelo de aquí y mándelo para su casa.

Discípulo¡Fenomenal! ¡Viva la sinceridad! Y dígame ahora lo siguiente Padre, yo oí decir que la confesión debe ser breve, ¿en qué consiste esa brevedad?

Maestro — Consiste en comenzar antes que nada por las cosas importantes; después, sin ningún temor de que el confesor conozca y comprenda más de la cuenta, debemos pasar poco a poco para las cosas menores sin vacilación o interrupción.

DiscípuloEn ese caso, ¿se engañan los que miden el valor de la confesión por la duración de la misma y creen que la confesión es mejor hecha cuanto más se demoran en el confesionario?

Maestro — Se engañan porque hay confesiones excelentes a pesar de ser muy breves y hay confesiones de poquísimo valor a pesar de durar mucho.

Es siempre breve la confesión en la que no se dice nada de inútil; y es siempre muy larga aquella en que la se dice aunque sea una sola palabra inútil o inoportuna. Alo dicen los santos.

Tomado del libro Confesaos bien, pp.56-57

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